En el artículo anterior vimos que el hombre está formado por cuerpo, alma y espíritu. También vimos que el alma está formada por la mente, las emociones y la voluntad. Ahora hablaremos del Espíritu y sus componentes: la conciencia, la intuición y la comunión con Dios. En este estudio veremos a detalle solamente la conciencia, y dejaremos los otros dos componentes para nuestro siguiente estudio.
Tabla de Contenidos del Artículo
El Espíritu
Debido a que todos hemos heredado la naturaleza pecaminosa de Adán, estamos muertos espiritualmente (Judas 1:19). Por eso, parece no haber diferencia entre el alma y el espíritu, porque el espíritu “dormido” parece fusionarse con el alma. Sin embargo, el correcto orden dentro de un creyente debe ser que, el espíritu activamente domine al alma, y que el alma controle al cuerpo. Esta es la única manera en la que un creyente puede cumplir con la voluntad de Dios.
Pero, ¿cómo podemos reavivar o poner en acción a nuestro espíritu? Durante el milagro de nuestra conversión, el ETERNO utiliza la Palabra de Dios, la cual, al ser una espada de dos filos, es capaz de penetrar hasta lo más profundo de nuestro ser, y así entendemos que Él separa el alma y el espíritu (Hebreos 4:12). Una vez separados, el SEÑOR nos da un nuevo espíritu con el que podemos estar en comunicación con el Espíritu Santo (Ezequiel 36:26-27; Juan 3:6). En ese momento, podemos decir que el creyente es una nueva criatura, quien puede regresar a Dios gracias al trabajo en la cruz de nuestro Señor Jesucristo (Romanos 8:10).
“Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”. — Hebreos 4:12 (RVR-1960)
“Les daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de ustedes. Quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Pondré mi Espíritu dentro de ustedes y haré que anden según mis leyes, que guarden mis decretos y que los pongan por obra”. — Ezequiel 36:26-27 (RVA-2015)
El “viejo hombre” ha sido crucificado con Cristo
Pablo explica que nuestro “viejo hombre” ha sido crucificado con Cristo, por eso ya no obedecemos los deseos de la carne (Gálatas 5:24, 16) los cuales están en oposición a los del Espíritu (Gálatas 5:17), sino que caminamos en obediencia al Espíritu (Romanos 8:4, 13).
“Y sabemos que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que ya no seamos esclavos del pecado”. — Romanos 6:6 (RVA 2015)
“Con Cristo he sido juntamente crucificado; y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en la carne, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios quien me amó y se entregó a sí mismo por mí”. — Gálatas 2:20 (RVA 2015)
El Espíritu Santo habita en el espíritu de todo aquel creyente vuelto a nacer. Podríamos hacer una comparación del templo con un creyente: el espíritu sería el lugar santísimo, aquel que no es visible para los hombres, en donde reposa el Arca de la Alianza, el lugar en donde únicamente el Sumo Sacerdote podía entrar y solamente una vez al año. Mientras que el cuerpo es visible para los demás, como la parte exterior del templo.
[Dice Pablo] “¿O no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo que está en ustedes, el cual tienen de Dios, y que ustedes no se pertenecen a sí mismos? Porque han sido comprados por un precio. Por tanto, glorifiquen a Dios en su cuerpo y en su espíritu, los cuales son de Dios”. — 1 Corintios 6:19-20 (NBLA)
Cuando el creyente recibe al Espíritu Santo para que viva en él, se convierte en una “piedra viviente” (1 Pedro 2:5) en el templo viviente de Dios (1 Corintios 3:16, 6:19). Es a través de nuestro nuevo espíritu que tenemos la capacidad de recibir y convivir con el Espíritu Santo en el reino espiritual. Por eso, es esencial que todo creyente vuelto a nacer desarrolle a su espíritu, que crezca espiritualmente por todos los medios disponibles: leyendo, estudiando, memorizando las Escrituras, y poniéndolas en práctica, mejorando su relación espiritual con Jesucristo, y bloqueando sus deseos carnales y egoístas.
[Jesús dice] “He aquí, Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye Mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él, y él conmigo”. — Apocalipsis 3:20 (RVA 2015)
Necesidad de Alimento Espiritual
Ahora, entre más profundamente llegue la Palabra de Dios al alma del cristiano, mayor es la unión de su espíritu con Jesucristo. Sólo cuando el alma está dispuesta a asumir una posición humilde, el espíritu puede gobernar al hombre en su totalidad. Considere además que, al volverse más espiritual, y buscar dejar la carnalidad por completo, para estar al servicio de Dios, va a requerir mayor alimento espiritual. Esto lo ayudará para sus batallas espirituales.
Por eso, Dios nos dijo que no vivimos solo de pan, sino de la Palabra de Dios. Para ello, le recomendamos que lea a diario las Escrituras (unos 3 ó 4 capítulos por día), haga oración constantemente, y esté atento a la guía del SEÑOR cada día.
“Pero Él respondió y dijo: —Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. — Mateo 4:4 (RVA 2015)
Así como el alimento y el ejercicio fortalecen nuestros músculos, así también es esencial que alimentemos y fortalezcamos a nuestro espíritu, ejercitando las 3 partes que veremos a continuación.
“Carga de la palabra del SEÑOR sobre Israel. Dijo el SEÑOR, el que extiende los cielos, y funda la tierra, y forma el espíritu del hombre dentro de él”. — Zacarías 12:1 (JBS)
Las Partes del Espíritu
Según la explicación del pastor Watchman Nee, entendemos que el espíritu está compuesto por tres partes: la conciencia, la intuición, y la comunión con Dios.
La Conciencia
El primer componente del espíritu es la conciencia, la cual nos permite discernir. Esto es, nos ayuda para distinguir entre el bien y el mal. La conciencia también actúa como testigo, ya que puede acusar, cuando hacemos algo que le desagrada al SEÑOR; o puede defender nuestras acciones, cuando están de acuerdo con los mandamientos del ETERNO.
“Digo la verdad en Cristo; no miento. Mi conciencia da testimonio conmigo en el Espíritu Santo”. — Romanos 9:1 (RVA)
En el caso de un incrédulo, a pesar de que su espíritu se encuentre atrofiado en cuanto a la intuición y a la comunión con Dios, el SEÑOR permite cierta actividad en su conciencia, para su protección, al aumentar su angustia cuando peca. Quizás sea porque al momento de que Adán comió el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, adquirió el poder para distinguir entre el bien del mal y lo heredó a su descendencia. Así Dios protegió al hombre aún en su desobediencia.
“Porque cuando los gentiles que no tienen ley practican por naturaleza el contenido de la ley, aunque no tienen ley son ley para sí mismos. Ellos muestran la obra de la ley escrita en su corazón, mientras que su conciencia concuerda en su testimonio; y sus razonamientos se acusan o se excusan unos a otros”. — Romanos 2:15 (RVA 2015)
Desde nuestra infancia, Dios nos ha dado la conciencia, la cual nos guía para ayudarnos a no pecar, nos alerta y nos ayuda a combatir los malos pensamientos. Todos los seres humanos hemos sido dotados con una conciencia, es un regalo de Dios. Lamentablemente hay incrédulos quienes buscan suprimir a su conciencia, hasta el punto en que llegan a tener una “conciencia cauterizada” (1 Timoteo 4:2), han perdido el rumbo, como brújula descompuesta (Isaías 5:20), y están lejos de los caminos del SEÑOR.
“El Espíritu dice claramente que en los últimos tiempos algunos se apartarán de la fe, prestando atención a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios, mediante la hipocresía de mentirosos que tienen cauterizada la conciencia”. — 1 Timoteo 4:1-2 (NBLA)
Seguramente usted ha sentido o tenido alguna vez remordimiento de conciencia, ¿verdad que es una sensación muy desagradable y difícil de explicar con palabras? Si uno hace algo malo, la conciencia le va a estar reprochando su acción, hasta que la resuelva.
Recordemos que Dios no cambia, el Mismo quien le advirtió a Caín que el pecado estaba a la puerta, es el Mismo quien ahora nos hace advertencias mediante la conciencia. Lamentablemente, Caín no quiso escuchar la voz de Dios y terminó matando a su hermano.
“Pero no miró con agrado a Caín y su ofrenda. Caín se enojó mucho y su semblante se demudó. Entonces el Señor dijo a Caín: «¿Por qué estás enojado, y por qué se ha demudado tu semblante? Si haces bien, ¿no serás aceptado? Pero si no haces bien, el pecado yace a la puerta y te codicia, pero tú debes dominarlo». Caín dijo a su hermano Abel: «Vayamos al campo». Y aconteció que cuando estaban en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel y lo mató”. — Génesis 4:5-8 (NBLA)
Judas Iscariote, quien traicionó a Cristo, sintió tanto remordimiento por sus terribles acciones, que lamentablemente, en lugar de buscar el perdón de Dios, hizo caso de las sugerencias que le hizo el diablo para que se quitara la vida.
“Entonces Judas, el que le había entregado, al ver que era condenado, sintió remordimiento y devolvió las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos, diciendo: —Yo he pecado entregando sangre inocente. Pero ellos dijeron: —¿Qué nos importa a nosotros? ¡Es asunto tuyo! Entonces él, arrojando las piezas de plata dentro del santuario, se apartó, se fue y se ahorcó”. — Mateo 27:3-5 (RVA 2015)
Por otro lado, si actuamos según la voluntad de Dios, entonces nuestra conciencia nos recompensa y nos hace sentir muy bien. Por ejemplo, si le da dinero o alguna comida a alguien que está necesitado, y esa persona le agradece a Dios por haberlo enviado. Así, nuestra conciencia se asegura de que Dios reciba la gloria, y nos recompensa con una sensación de alegría a nuestra alma, que es difícil de describir con palabras. Además, estoy convencido que esto también le proporcionará salud a su cuerpo.
“El corazón alegre hará bien como una medicina; mas el espíritu triste seca los huesos”. —Proverbios 17:22 (JBS)
“No seas sabio a tus propios ojos; teme al SEÑOR y apártate del mal. Será medicina para tu cuerpo y alivio para tus huesos”. —Proverbios 3:7-8 (NBLA)
“Hijo mío, está atento a Mis palabras; inclina tu oído a Mis razones. No se aparten de tus ojos; guárdalas en medio de tu corazón; porque son vida para los que las hallan, y medicina para todo su cuerpo”. —Proverbios 4:20-22 (RVR 1977)
Cuando obedecemos los mandatos de Dios incluyendo alimentar al hambriento, darle de beber al sediento, vestir al desnudo, visitar a quienes están enfermos o en prisión (Mateo 25:34-40), darle a quien nos pida (Lucas 6:30), estamos a su vez, obedeciendo a lo que Dios nos dice en nuestras conciencias. Para que usted llegara a ser un creyente vuelto a nacer, su conciencia tuvo un papel crucial para su salvación. El primer paso en la obra de salvación del Espíritu Santo es despertar su conciencia.
«Déjenme hacerles una pregunta: ¿recibieron al Espíritu Santo por obedecer la ley de Moisés? ¡Claro que no! Recibieron al Espíritu porque creyeron el mensaje que escucharon acerca de Cristo”. — Gálatas 3:2 (NTV)
“Así que la fe proviene del oír, y el oír proviene de la palabra de Dios”. — Romanos 10:17 (RVC)
Gracias a la conciencia, la persona puede confesar todos los pecados que haya cometido, incluyendo su incredulidad, se avergonzará, y deseará fervientemente la misericordia de Dios. Lamentablemente, otros poseen una conciencia oscura y egoísta, que no se arrepiente, ya que pecan terriblemente y no se interesan por los demás, y tampoco les interesa escuchar el mensaje del Evangelio. Si no se arrepienten, su rebeldía los mantendrá eternamente lejos del SEÑOR.
“Dios da a conocer sus malas obras y la insolencia de sus rebeliones. Les abre los oídos para que se corrijan, y los exhorta a apartarse del mal”. — Job 36:9-10 (RVC)
En nuestro siguiente estudio, hablaremos de la importancia de los otros 2 componentes del espíritu: la intuición y la comunión con Dios. Veremos lo esenciales que son para la oración en el espíritu, la correcta adoración, y para obedecer la voluntad de Dios.
¡Que Dios los bendiga!