Dios es Luz y Dios es Amor
Dios es luz y Dios es amor (1 Juan 1:5, 4:8-16). Estos dos son inseparables. Esto es, estas características en Dios siempre están juntas y actúan en conjunto. Cuando nuestro Señor Jesús, quien es la Palabra eterna y Dios mismo, vino a este mundo, «la Palabra se hizo hombre» (NTV).
“Este es el mensaje que oímos de Jesús y que ahora les declaramos a ustedes: Dios es luz y en él no hay nada de oscuridad.” — 1 Juan 1:5 (NTV)
Esto es a lo que nosotros llamamos «la encarnación» (Juan 1:1-18; Filipenses. 2:6). Él estaba «lleno de gracia de verdad» (Juan 1:14). De Su abundancia nosotros ‒los creyentes entonces y ahora‒ hemos recibido gracia sobre gracia, o gracia tras gracia: una abundancia de gracia. Lo sorprendente es que esta abundancia siempre está ahí, nunca disminuye; y nos provee en cada situación y necesidad de los creyentes. La gracia de Dios siempre está disponible para aquellos quienes se acercan a Él, en obediencia y fe, para recibirla.
“Y la Palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria (la gloria que corresponde al unigénito del Padre), llena de gracia y de verdad.” — Juan 1:14 (RVC)
Sin embargo, es diferente, para quienes no se acercan a Dios de la forma correcta, o quienes tienen motivos o razones equivocadas. Otros niegan Su existencia, rechazan Sus derechos o se oponen a Él de alguna otra forma, bloqueándose a sí mismos el acceso a esta gracia. Recuerde, «Dios no puede ser burlado» (Gálatas 6:7). El mismo Dios quien es amor y muestra este amor en gracia para aquellos que responden a ella, también se encarga de lidiar con quienes rechazan Su gracia, quienes se burlan de Él. Él lidia con ellos con Su ira.
“No se engañen. Dios no puede ser burlado. Todo lo que el hombre siembre, eso también cosechará.” — Gálatas 6:7 (RVC)
Dios nunca es indiferente o descuidado. Él es luz y está en la luz, y Él no olvidará nada. Sin embargo, si nosotros, a través del arrepentimiento o restauración, estamos en sintonía con Él, entonces recibiremos Su gracia de Sus súper abundantes recursos.
Rendir Cuentas
Todos los humanos deben rendir cuentas a Dios, ya sea que les guste o no. Él los creó con la habilidad de dar una explicación, algo que no tienen los animales. Debido a la caída de Adán y Eva en el Jardín del Edén, su relación con Dios fue quebrantada (ver Génesis 2:17 y 3:1-19). En Su gracia, el SEÑOR Dios les proveyó del sacrificio de un animal inocente, el cual apuntaba hacia el sacrificio del Mesías quien estaba por venir, como base para la restauración de la relación con Dios. Adán y Eva creían en Dios y en Su proveeduría, y pudieron volver a tener una relación, o estar en gracia con Él (Génesis 3:20-21). Para que pueda existir tal relación, o para que sea restaurada o mantenida, siempre se necesitan el arrepentimiento y la confesión.
“Después, el hombre —Adán— le puso a su esposa el nombre Eva, porque ella sería la madre de todos los que viven. Y el Señor Dios hizo ropa de pieles de animales para Adán y su esposa.” — Génesis 3:20-21 (NTV)
Sin embargo, Caín pensó que Dios debía aceptarlo en base a sus propios méritos. Entonces él trajo de «los frutos de la tierra» para Dios, los resultados de sus propios trabajos, y esto viniendo de una tierra que está bajo la maldición. No, Dios no podía ni aceptaría esta ofrenda. Pero Dios aceptó el sacrificio que trajo su hermano Abel, un sacrificio de los primeros animales de su rebaño y de su grasa– agradando a Dios. Caín se puso celoso y finalmente mató a su hermano (Génesis 4:1-12). El representa al hombre religioso, lo que es y lo que hace; mientras que Abel muestra lo que es y lo que hace un pecador salvado, apreciando la gracia de Dios. Estos dos hermanos nos ayudan a entender las diferencias entre la gracia de Dios y Su ira.
“Dijo entonces Caín a su hermano Abel: «Vayamos al campo.» Y sucedió que, mientras estaban ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató.” — Génesis 4:8 (RVC)
Dios pospuso la ejecución de Su ira sobre Caín, protegiéndolo de la venganza de otros a través de una marca especial. Caín no se arrepintió y él será confrontado con la ira de Dios en el gran juicio del trono blanco. La ira de Dios no es inconsistente con Su gracia, pero aquellos que rechazan Su gracia enfrentarán Su ira, así como lo declaró claramente Jesucristo:
«El que cree en el Hijo tiene vida eterna, pero el que se niega a creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios recae sobre él.» — Juan 3:36 (RVC)
Cada persona es responsable ante Dios y ante los hombres
En Ezequiel 18 Dios claramente explicó la responsabilidad de las personas de arrepentirse y de arreglar las cosas para estar bien con Dios y con sus prójimos. Dios no desea la muerte del pecador, más bien Él quiere que el pecador se arrepienta y que regrese a Él, con la actitud y las acciones correctas.
“Por lo tanto, pueblo de Israel, juzgaré a cada uno de ustedes, según sus acciones, dice el Señor Soberano. Arrepiéntete y apártate de tus pecados. ¡No permitas que tus pecados te destruyan!” — Ezequiel 18:30 (NTV)
Cuando el pueblo de Israel estaba bajo la esclavitud en Egipto, Moisés razonó con el Faraón para que dejara ir al pueblo de Dios (Éxodo 4:23). El Faraón se rehusó a escuchar a Dios y se tuvo que enfrentar a una serie de plagas (juicios o sentencias), que representaban la ira de Dios. Pero el Faraón seguía endureciendo su corazón. Con la décima plaga Dios hizo una importante excepción con Su pueblo de Israel, no porque ellos fueran mejores que los egipcios, sino porque ellos aceptaron Su proveeduría de gracia mediante el Cordero Pascual (Éxodo 12). Esta historia ilustra de una forma muy bella el punto que estamos tratando de hacer en este artículo: La persona puede aceptar la gracia de Dios, y si la rechaza enfrentará la ira de Dios.
“Ya te he dicho que dejes ir a mi hijo, para que me sirva, pero tú no has querido dejarlo ir. Por eso, ahora voy a matar a tu hijo primogénito.” — Éxodo 4:23 (RVC)
En el día décimo del primer mes se apartó un cordero libre de defectos en cada vivienda de Israel y fue sacrificado en el día catorceavo. La sangre del cordero se untó arriba y en los lados, en el dintel y los marcos de la puerta de la entrada de la casa. Para quienes estuvieran adentro, la sangre del cordero sacrificado les daba protección contra la sentencia (o juicio) de Dios que llegó esa misma noche sobre toda la tierra de Egipto ‒una representación del juicio de Dios y de Su ira que están por venir sobre este mundo.
“Entonces Moisés llamó a todos los ancianos de Israel y les dijo: «Vayan y tomen un cordero por cada familia, y sacrifíquenlo para la pascua. Tomen un manojo de hisopo y mójenlo en la sangre que deberán haber recogido en un recipiente, y unten el dintel y los dos postes con esa sangre. Ninguno de ustedes debe salir de su casa hasta el día siguiente.” — Éxodo 12:21-22 (RVC)
Leyendo Éxodo capítulos del 12-15 descubrimos varios puntos maravillosos: Al estar protegidos por la sangre del cordero inocente, su sacrificio también proporcionaba una cena en familia. Todo el pueblo, representado en su primogénito, fueron apartados para Dios –santificados. Luego, mediante la intervención especial de Dios, ellos fueron liberados, salvados del control del Faraón. De forma similar, los creyentes de hoy en día están protegidos por la sangre del Cordero (Jesús), son apartados para Dios, y son liberados del control de Satanás. Todas estas cuestiones eran necesarias, y fueron proporcionadas por medio de la gracia de Dios, para que Dios fuera glorificado en verdadera adoración y para que los creyentes estuvieran satisfechos para siempre (ver Juan 4:23).
“Pero se acerca el tiempo —de hecho, ya ha llegado— cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. El Padre busca personas que lo adoren de esa manera.” — Juan 4:23 (NTV)
La ira de Dios fue derramada sobre el Faraón y su ejército, pero para los israelitas creyentes había caído sobre el cordero inocente que fue sacrificado. En la plenitud de los tiempos, Dios envió a Su propio Hijo para redimirnos (Gálatas 4:4-7; 3:13). ¡Qué Salvador! ¡Qué sacrificio!
“Pero cuando se cumplió el tiempo señalado, Dios envió a su Hijo, que nació de una mujer y sujeto a la ley, para que redimiera a los que estaban sujetos a la ley, a fin de que recibiéramos la adopción de hijos. Y por cuanto ustedes son hijos, Dios envió a sus corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: «¡Abba, Padre!» Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, también eres heredero de Dios por medio de Cristo.” — Gálatas 4:4-7 (RVC)
Dios es lento para enojarse
El SEÑOR le dijo a Moisés que Él es lento para enojarse, o paciente (Éxodo 34:6). En varias ocasiones durante su travesía por el desierto, y más tarde en la Tierra Prometida, el pueblo de Dios provocó Su enojo. En el Salmo 90 Moisés describe esta ira en términos que todos puedan entender. En promedio morían 80 personas cada día durante la travesía del pueblo de Israel por el desierto. Toda la generación que había dejado Egipto murió, a excepción de Josué y Caleb, junto con aquellos que eran menores de veinte años cuando partieron de Egipto.
“El Señor pasó por delante de Moisés proclamando: ¡Yahveh! ¡El Señor! ¡El Dios de compasión y misericordia! Soy lento para enojarme y estoy lleno de amor inagotable y fidelidad.” — Éxodo 34:6 (NTV)
Debido a esto, Su ira cayó sobre ellos (Números 25:11; Deuteronomio 4:25, 9:7,18), sobre Aarón y Miriam (Números 12:9), e incluso sobre el mismo Moisés, cuando la gente provocó que se enojara y él infringiera las órdenes de Dios (Deuteronomio 4:21). El enojo de Dios y Su ira caerán sobre Su gente en el futuro (Deuteronomio 11:17) debido a su idolatría (Isaías 40-48) y a su rechazo del Mesías (Isaías 49-58). Muchas otras Escrituras hablan acerca de estas cuestiones, tales como «Oh Señor, ¿hasta cuándo… arderá tu ira como el fuego?» (Salmos 89:46). Estos ejemplos de los modos de disciplina de Dios y de Su gobierno podrían multiplicarse.
“Si haces eso, el enojo del Señor arderá contra ti. Entonces cerrará el cielo y detendrá la lluvia, y la tierra dejará de producir sus cosechas, así que pronto morirás en esa buena tierra que el Señor te da.” — Deuteronomio 11:17 (NTV)
Al comparar algunas buenas traducciones, encontramos cuatro diferentes términos en Nahúm 1:6 acerca de la ira de Dios: «indignación», «feroz», «enojo» y «furia». Tales detalles muestran que la ira de Dios existe, es real, tanto para incrédulos como para creyentes. Los incrédulos sufrirán de estar condenados para siempre a pesar del hecho de que Dios es paciente y misericordioso (luz y amor). Para los creyentes, Dios es lento para enojarse. Sus manejos están en el contexto de Su amor por ellos, de su bienestar (considere Deuteronomio 8:16) y de traerlos de regreso a Él.
“¿Quién puede enfrentarse a su ira? ¿Quién puede resistir el ardor de su enojo? Su ira se extiende como el fuego, y hace que las peñas se desgajen.” — Nahúm 1:6 (RVC)