La primera vez en que el Nuevo Testamento habla acerca de las «cosas celestiales» es en la conversación de nuestro Señor con Nicodemo:
«Si les he hablado de cosas terrenales, y no creen, ¿cómo creerán si les hablo de las cosas celestiales?» — (Juan 3:12 RVC)
Nuestro Señor Jesús llamó a Nicodemo «el maestro de Israel» (no simplemente «un maestro»—v.10); aún así, este hombre altamente capacitado no sabía acerca de una de las cuestiones más básicas relacionadas a la vida espiritual: la necesidad de nacer de nuevo. Con sus antecedentes judíos él pensaba que ya había vuelto a nacer. Su bar-mitzvah a los 13 años, su matrimonio previo a su entrenamiento rabínico, su ordenación como rabino y el estar al frente de la academia rabínica eran supuestamente formas de «nacer de nuevo». Todo esto podría haber sido bueno, sin embargo, todo ello no podía traer vida divina, a pesar de que los líderes judíos pensaran eso. Por eso Nicodemo le preguntó al Señor acerca de cómo él, un hombre anciano, podía nacer de nuevo. El resto de Juan 3 habla más acerca de esta cuestión tan importante, de la cual el Señor era, y sigue siendo, el Testigo más confiable. Él dijo:
«Nadie ha subido al cielo sino El que bajó del cielo; es decir, el Hijo del hombre.» — (Juan 3:13 DHH)
Sin embargo, Él fue rechazado por muchos en aquel entonces, incluso cuando Él fue quien trajo aquí abajo la vida del cielo, y pudo comunicarla a aquellos quienes la aceptaran en fe. Y usted: ¿Ya ha nacido otra vez? ¿Cuál es su actitud hacia Él?
La Introducción de las Cosas Celestiales
En su conversación con Nicodemo, el Señor Jesucristo—el Hijo de Dios y el Mesías de Israel—habló acerca de «cosas del cielo» (3:12) y acerca de «vida eterna» (3:15f). Para poder recibir estas cosas y entenderlas, uno «debe volver a nacer», de «arriba». Esto es lo que significa nacer de/a través del «agua» —por ejemplo, a través de la Palabra de Dios que da vida—y de/a través del «Espíritu» lo cual implica un trabajo del Espíritu Santo (ver v.8). Más tarde en el Evangelio de Juan vemos que Nicodemo llegó a creer en el Señor Jesucristo como su Salvador personal, y que él pagó el precio de seguirlo, ya que fue rechazado por otros judíos. El miedo al hombre, probablemente, haya sido la razón por la que Nicodemo visitara al Señor en la noche en su encuentro inicial. Sin embargo, él superó ese miedo y continuó vencedor a pesar de que los líderes judíos lo rechazaron: lo que le sucedió al Maestro también les sucede a Sus seguidores. Unos años más tarde, Saúl de Tarso—quien se convirtió en el apóstol Pablo— experimentó un rechazo similar. Después de que Saúl se encontró con Cristo, quien se le apareció del cielo (Hechos 9:3), él fue quien se convirtió en el portavoz acerca de las cosas del cielo, a pesar de que él había perseguido a los creyentes Cristianos. Él vio al Jesús de Nazaret rechazado, en Su gloria magnífica (Hebreos 2:9) y este encuentro cambió su vida por completo. Si usted recibe a Cristo como su Salvador personal hoy, este será el inicio de una nueva vida y marcará el resto de su vida en la tierra.
¿Qué son estas cosas celestiales?
Las cosas celestiales (Juan 3:12-13) están ligadas al mismo Señor Jesucristo y dividen a aquellos que le pertenecen a Él de aquellos que no. El Señor Jesucristo le mostró a Nicodemo que existe un enlace entre las cosas celestiales y la vida eterna. El resto de Juan 3, especialmente los versos 31-36, hace que esto sea lo suficientemente claro. Ahora regresamos con el apóstol Pablo quien escribió:
«Toda la alabanza sea para Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales en los lugares celestiales, porque estamos unidos a Cristo.» — Efesios 1:3 (NTV)
A pesar de que el apóstol Pablo no utilizó el término «vida eterna» como en Juan 3, está implicado por el lenguaje que utiliza al ser guiado por el Espíritu Santo. La expresión «en Jesucristo» es típica en los escritos de Pablo y se encuentra siete veces en Efesios (1:1; 2:6f, 10, 13; 3:11, 21—y probablemente 49 veces en todos los escritos de Pablo). Apunta hacia el rechazado Jesús de Nazaret quien es el Mesías—Su título en hebreo—; Cristo, en griego; Ungido en español—a pesar de que ahora Él está en el Cielo. «En Él» hemos recibido vida eterna cuando nos arrepentimos y creímos en Cristo. Al hacer eso recibimos cada/todas las bendiciones espirituales en el cielo. Las cosas celestiales son muy reales y están relacionadas al Cristo exaltado y comunicado a nosotros por medio del Espíritu Santo.
Las Cosas Celestiales pertenecen al Reino Celestial
El término «vida eterna» tiene dos aspectos: (1) la vida que hemos recibido a través de creer en Él (Juan 3:16, 36); y (2) el reino en el que seremos recibidos «hacia la vida eterna».
Cristo es «la vida eterna» (1 Juan 5:21) y la recibimos cuando creímos. La vida eterna es disfrutada al tener una relación con Él y esto es comparado con fruto que dura «hasta la vida eterna» (Juan 4:36), en donde estaremos por siempre con el Señor. (Esta misma expresión «hasta/hacia la vida eterna» también ocurre en Mateo 25:46; Juan 4:14; 6:27; 12:25; Hechos 13:48; Romanos 5:21; 1 Timoteo 1:16; Judas 1:21; tiene diferentes perspectivas, dependiendo del contexto.) Así como la Casa del Padre tiene muchos lugares donde vivir (Juan 14:2), así también lo es con este reino llamado «la vida eterna». Esta esfera o reino tiene espacio para todos los creyentes de cualquier periodo de tiempo que sean. Por supuesto, esto no hace de lado la posición y relación especial que poseen los creyentes quienes pertenecen al presente periodo de gracia el cual será concluido cuando nuestro Señor Jesucristo venga de nuevo y nos lleve para estar con Él (1 Tesalonicenses 4:16-18; 1 Corintios 15:51f): Él es nuestra bendita esperanza (Tito 2:13). Existen diferencias entre diversos grupos de creyentes: Antes y después de la cruz; antes o después del Rapture (Arrebatamiento); antes o durante el Milenio. Sin embargo, hay algo que todos los creyentes tienen en común, y eso es la vida eterna, a pesar de que no todos la tienen en abundancia como la conocemos hoy (Juan 10:10).
Algunos creen que los detalles dados por el apóstol Pablo en Efesios 1:4-14 son un resumen de todas las bendiciones espirituales mencionadas en 1:3. Sin embargo, este pasaje describe nuestra nueva posición como creyentes y nuestra asociación con Dios, nuestro Padre. Hace un bosquejo de lo requerido, y lo que Dios ha hecho, para darnos la posición en la que podemos recibir todas estas bendiciones, así como la relación en la que las disfrutamos. El apóstol reza en los versos 15-19 para que entremos al gozo de esta nueva relación y que podamos entender—al menos en cierta proporción— lo que Dios ha hecho con Cristo (1:18-23) y con nosotros (2:1-10). Las cosas celestiales mismas son resumidas en 2:13-21, pero aquí Pablo enfatiza la nueva posición y relación en la que disfrutamos de estas cosas celestiales. El capítulo 3 describe el presente periodo —la dispensación de la gracia— en la cual las cosas celestiales que están «en Jesucristo» nos han sido reveladas y comunicadas, y las cuales hemos recibido a través de la fe y a través del trabajo del Espíritu Santo. ¡Alabado sea Dios! Este capítulo concluye con la oración y alabanza por parte de Pablo y nos conecta, a todos los creyentes del periodo de gracia, con las cosas celestiales que son eternas y que siempre nos conducirán a una respuesta al Padre por toda la eternidad (3:14-21).
Otros Autores acerca de las Cosas Celestiales
Pedro había sido llamado por el Señor Jesucristo al estar en la Tierra y él era prominente de entre los Doce. Después de su fracaso, Pedro fue restaurado poco después de la resurrección de Cristo, cuando el Señor le dio una comisión especial. Habiéndole fallado a su Señor, Pedro fue reinstalado por Cristo resucitado Quien, justo antes de Su ascensión al Cielo, le dio una comisión especial. Por otro lado, Pablo recibió su misión del Señor glorificado y desde el dominio de las cosas celestiales. Pedro, llamado por el Señor en la Tierra, habla acerca de las cosas celestiales y lo hace para alentar a los creyentes en situaciones difíciles, de angustia y persecuciones. Pedro fue testigo de cuando el Señor ascendió al cielo (Lucas 24:45-53; Hechos 1:9-11) no mucho después de que Él le dejara instrucciones (Juan 21:15-22; Hechos 1:1-8) algunas de las cuales también recibieron los otros apóstoles. En sus dos epístolas (cartas), Pedro enseña y estimula a los creyentes y los acerca a Cristo, quien había sido rechazado por Su gente, pero mostrando que Él había sido recibido en el cielo y que está sentado la derecha de Dios. El les indica a los creyentes, a quienes les escribe (incluyendo a nosotros hoy en día) para obtener del Cristo celestial lo que necesitan para perseverar. A pesar de estar bajo los ataques del enemigo, Pedro desea que se den cuenta que ellos fueron escogidos (electos por Dios), santificados (separados para Él) y redimidos (liberados) en vista a:
«Una herencia que no tiene precio, una herencia que está reservada en el cielo para ustedes, pura y sin mancha, que no puede cambiar ni deteriorarse.» — 1 Pedro 1:4 (NTV)
Pedro concluye este maravilloso pasaje con estas palabras:
«Ustedes aman a Jesucristo a pesar de que nunca lo han visto. Aunque ahora no lo ven, confían en Él y se gozan con una alegría gloriosa e indescriptible.» — 1 Pedro 1:8 (NTV)
Todo esto encaja muy bien con la enseñanza que el Señor Jesucristo proclamó en la tierra. En el llamado Sermón de la Montaña, Él advirtió a Sus discípulos acerca de un camino con oposición y rechazo. Él sabía que iba a ser rechazado por Su gente terrenal y por la raza humana en general. Por ello preparó a Sus discípulos —y a nosotros hoy en día— para conscientemente vincularse con las cosas celestiales durante el tiempo en que su Señor sería rechazado y estuviera ausente de esta escena. Por esta razón Él también enfatizó la necesidad de buscar las cosas de arriba, cosas celestiales, el mantenerse en cercana comunión con Él.
“No almacenes tesoros aquí en la tierra, donde las polillas se los comen y el óxido los destruye, y donde los ladrones entran y roban. Almacena tus tesoros en el cielo, donde las polillas y el óxido no pueden destruir, y los ladrones no entran a robar. Donde esté tu tesoro, allí estarán también los deseos de tu corazón.» — Mateo 6:19-21
Esto no significa que debamos desatender o menospreciar nuestras tareas y cosas terrenales, para nada. Significa que debemos ver todo en perspectiva, con la luz celestial que hemos recibido, y a través de la fe, podemos introducir al Señor en la escena en donde estemos y entre las cosas terrenales en las que estemos ocupados. Al hacer esto estaremos fortaleciéndonos en la gracia la cual está en Jesucristo, tal como Pablo instruyó a Timoteo (2 Timoteo 2:1).
Un Desafío Continuo
Mientras estemos en esta Tierra y lidiemos con cosas terrenales, necesitamos ocuparnos con cosas celestiales:
«Puesto que ustedes ya han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios.» — Colosenses 3:1 RVC
Esta cita no sugiere ni promueve un tipo de dicotomía en la que tuviéramos que dividir nuestras vidas en dos partes, una celestial y otra terrenal. Al contrario, el Cristiano vive aquí en la Tierra, pero al mismo tiempo obtiene sus recursos de arriba, al estar en constante comunicación con el cielo. Al rezar constantemente, como si estuviera respirando en la atmósfera celestial, el Cristiano extrae lo que necesita del propio Cristo, en el poder del Espíritu Santo. Una ilustración en el reino de la naturaleza nos puede ayudar a entender este punto: Hay un tipo de araña acuática que se envuelve a sí misma dentro de una burbuja de aire cuando anda en el agua, para permanecer ahí, al menos un tiempo, pero sin esa campana de aire no duraría. De forma similar, un Cristiano se envuelve a sí mismo en la atmósfera celestial en donde está Cristo, para poder sobrevivir en este mundo que Lo expulsó. La única forma de hacer esto es al extraer nuestros recursos de Él, quién está sentado a la derecha de Dios, y quien nos sostiene desde ahí a través de Su Espíritu quien vive en nosotros. Dios puede mantener a Sus hijos en un mundo que está totalmente opuesto a Él. Nuestro lado es el siguiente: En la medida en que almacenemos tesoros en el cielo, en esa misma medida nos fortalecemos en la gracia que está en Jesucristo, para poder sobrevivir como Sus discípulos. Al vivir para Él en este mundo, dando testimonio de Él y brillando para Él, entonces estamos buscando las cosas de arriba. Al hacer esto, recibiremos todo lo que necesitamos de Él quien está sentado a la derecha de Dios y quien tiene todo el poder en el cielo y en la tierra. ¿Qué más necesitamos?
La Cuestión de la Administración y las Cosas Celestiales
Hay otro aspecto a este tema: la administración —una responsabilidad que debe ser practicada de acuerdo a las instrucciones de Pablo a Timoteo. Aquellos quienes son ricos en este mundo no deben ser altivos ni confiar en sus riquezas. Más bien, Pablo nos exhorta a que pongamos nuestra fe en el Dios viviente (1 Timoteo 6:17). Él nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos, después de todo, todas estas cosas terrenales le pertenecen a Él de cualquier forma, pero Él nos las presta para que las disfrutemos por el momento. Él quiere que seamos buenos administradores de estas bendiciones temporales las cuales pertenecen por completo a Dios. Si, nuestro cuerpo, salud, talentos, trabajo, casa, dinero, cualquier bendición terrenal que se nos ocurra, todo le pertenece a Él, nuestro Creador y Redentor. ¿Estamos usando estas cosas como buenos administradores para Su gloria? Si es así, entonces Dios nos puede confiar nuestras bendiciones celestiales, las cuales nos pertenecen, como hemos visto en Efesios 1:3, las cuales son nuestra porción eterna la cual podemos disfrutar desde hoy. Pero si no somos administradores fieles de las cosas terrenales, ¿cómo nos puede Él confiar cosas celestiales para disfrutar? En otras palabras, en lo que se refiere a nuestra posición en Cristo, las bendiciones celestiales nos pertenecen, pero para disfrutarlas necesitamos ser buenos administradores de las cosas terrenales. La parábola del administrador infiel nos muestra la necesidad del balance correcto, para ser fiel y prudente en las cosas terrenales y la historia del hombre rico y el pobre Lázaro nos muestra lo que realmente cuenta con Dios (Lucas 16).
En Mateo, el Señor a menudo hace referencia al reino del cielo y Él muestra que lo que es cierto para el cielo también debe ser cierto para Sus discípulos en la tierra, incluso en el contexto de circunstancias adversas en el cual representan al Rey rechazado. Él dijo:
«Por lo tanto, sean ustedes perfectos, como su Padre que está en los cielos es perfecto.» — Mateo 5:48 RVC
Este es el reto que Él nos deja para hoy en día, similar a lo que vimos en Mateo 6:19-21. El Señor lo resumió todo cuando dijo:
«Busquen el reino de Dios por encima de todo lo demás y lleven una vida justa, y Él les dará todo lo que necesiten.» — Mateo 6:33 (NTV)
Tenemos tarea por hacer, ¿cierto?