En el artículo anterior comenzamos a ver cómo la falta de humildad, manifestada en diferentes formas de orgullo, destruye a las personas. Ahora hablaremos acerca de cómo el orgullo está detrás de otros problemas como: la discordia, la perversión, la deshonra, y la destrucción de las relaciones personales.
El Orgullo Causa Conflictos y Destruye Relaciones
El factor principal que convierte un desacuerdo en una discusión es el orgullo, y fácilmente este conflicto puede crecer para convertirse en una contienda. Por el contrario, nuestro Señor Jesucristo nos enseña que, como creyentes, debemos buscar la paz (Mateo 5:9), y evitar el conflicto, con una actitud de humildad y mansedumbre, porque el orgullo siempre nos llevará a tomar decisiones y acciones equivocadas. El profeta Habacuc nos explica que el alma carnal no es recta y es la fuente de nuestro orgullo, por lo que nuestra fe es la que nos revela la rectitud de Dios, Su Torá y la forma en la que debemos comportarnos día con día (Romanos 1:17, Gálatas 3:11; Hebreos 10:38).
“Ciertamente la soberbia producirá contienda, pero con los que admiten consejo está la sabiduría.” — Proverbios 13:10 (RVA-2015)
[Jesús dice] «Bienaventurados los pacificadores: porque ellos serán llamados hijos de Dios.» — Mateo 5:9 (RVA)
“Así es el orgulloso: En él, su alma no es recta, mas el justo por su fe vivirá.” — Habacuc 2:4 (NBLA)
En Lucas 9:46-50, vemos como los discípulos de Yeshúa tienen una discusión sobre quién era el más importante entre ellos. Su orgullo estaba arruinando la unidad del grupo, y estuvo a punto de destruir la relación que tenían. Así que nuestro Señor Jesucristo intervino y les dio una lección acerca de la humildad. Así como los apóstoles, como creyentes necesitamos someternos unos a otros para fortalecernos, edificarnos y apoyarnos, porque en la batalla espiritual enfrentamos a un mundo hostil (2 Corintios 12:20). El destructor más común en una relación es el orgullo, por lo que nuestra relación como creyentes debe de estar basada en el servicio y el sacrificio que demuestran nuestra humildad y mansedumbre. Yeshúa nos dice que el que lo reciba a Él y más se humille, ese será el más grande a los ojos de Dios. Demostrando, que es lo opuesto a los valores que el mundo nos enseña, al punto que lo vemos como algo extraño, si la grandeza es alcanzada por aquel que más se humille. Por lo que, el orgullo debe de estar fuera de nuestros corazones, para que Dios nos exalte, bendiga y honre.
“Entonces hubo una discusión entre los discípulos: cuál de ellos sería el más importante.” — Lucas 9:46 (RVA-2015)
“«El que reciba a este niño en Mi nombre», les dijo, «me recibe a Mí; y el que me recibe a Mí, recibe a Aquel que me envió; porque el que es más pequeño entre todos ustedes, ese es grande».” — Lucas 9:48 (NBLA)
Los lugares y saludos de honor
Cristo nos comunica un principio universal de Su gobierno, que nos ayuda a entender mejor cómo funcionan las cosas, y parafraseando, entendemos que: Todo el que se enaltezca a sí mismo será humillado; y todo el que tome una posición humilde o se humille, será enaltecido. Ahora veamos el ejemplo que nos presenta el SEÑOR en Lucas 14:7-11, en donde habla acerca de elegir donde sentarse al llegar a un lugar público:
«Jesús comenzó a referir una parábola a los invitados, cuando advirtió cómo escogían los lugares de honor en la mesa: «Cuando seas invitado por alguien a un banquete de bodas, no tomes el lugar de honor, no sea que él haya invitado a otro más distinguido que tú, y viniendo el que te invitó a ti y a él, te diga: “Dale el lugar a este”; y entonces, avergonzado, tengas que irte al último lugar. Sino que cuando seas invitado, ve y siéntate en el último lugar, para que cuando llegue el que te invitó, te diga: “Amigo, ven más adelante”; entonces serás honrado delante de todos los que se sientan a la mesa contigo. Porque todo el que se engrandece, será humillado; y el que se humille será engrandecido».» — Lucas 14:7-11 (NBLA)
Jesús criticaba fuertemente a los fariseos porque precisamente buscaban sentarse en los lugares de honor en las sinagogas (Mateo 23:6). Hoy en día también hay «lugares de honor»: asientos preferentes, o reservados en diferentes lugares, y si alguien se sienta ahí sin corresponderle, rápidamente puede atraer miradas o hasta comentarios negativos. En eventos hay secciones y pases VIP. Si alguien busca sentarse en donde no le corresponde, rápidamente será humillado y sacado de esa zona por el personal de seguridad. Y por el contrario, también puede obtener una invitación a un mejor lugar del que pagó, o recibir boletos de cortesía por diferentes razones, ya sea porque encontró favor con algún trabajador de ahí, o por otras circunstancias.
“Los escribas y los fariseos se han sentado en la cátedra de Moisés… Aman el lugar de honor en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas.” — Mateo 23:1, 6 (NBLA)
Los fariseos no tan solo buscaban los mejores asientos, sino también buscaban ser honrados con saludos respetuosos como «Rabí» o «Maestro» (Mateo 23:7). Hoy en día encontramos personas que se ofenden si no se dirige uno a ellas por su título: «licenciado», «doctor», «ingeniero», también usan anillos de graduación para que las personas se den cuenta que estudiaron. Todo esto es presumir, y va en contra del mandato de ser humildes. Más bien, a pesar de que usted tenga muchos títulos universitarios, maestrías, doctorados, u otro tipo de galardones, reconocimientos, o premios, la idea es que los demás no se enteren. ¿Por qué? porque al hacerlo, usted está buscando enaltecerse a sí mismo, al mencionar sus propios méritos.
“Pero ustedes no busquen que los llamen “Rabí”, porque sólo uno es el Maestro de ustedes, y ése es el Cristo; y todos ustedes son hermanos. Ni llamen “padre” a nadie en la tierra, porque sólo uno es el Padre de ustedes, y Él está en los cielos. Tampoco se hagan llamar “maestros”, porque sólo uno es su Maestro, y es el Cristo. El que sea más importante entre ustedes, sea siervo de todos. Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.” — Mateo 23:8-12 (RVC)
La jactancia, alardear y presumir, se puede dar de muchas formas, y quienes lo practican buscan sobresalir con respecto a los demás en uno o más aspectos, y este fenómeno se ve mucho ahora en las redes sociales con las selfies, donde las personas publican fotografías de sus vacaciones, de sus familias, de sus casas, autos lujosos, joyería, u otras pertenencias, etc., y de forma pasiva se jactan, y además, con ello le tienden trampas a otros para que codicien lo que no tienen.
“La boca del necio es su ruina, y sus labios una trampa para su alma.” — Proverbios 18:7 (NBLA)
Una persona puede ser recta y obedecer las leyes del SEÑOR, sin embargo, si no se preocupa por perseguir la humildad, también puede caer en andar presumiendo, lo cual, trae malas consecuencias. Encontramos un ejemplo de esto con Ezequías, quien era un rey muy amado, y apegado a cumplir los mandatos de Dios; Ezequías cuando recibió una señal por parte de Dios, y el sol retrocedió 10 grados (Isaías 38:4-8), fue un fenómeno que provocó que los astrónomos de Babilonia fueran a visitarlo para averiguar acerca del evento astronómico. Sin embargo, cuando llegaron, Ezequías lamentablemente desaprovechó la oportunidad de evangelizar a estos emisarios de Babilonia, testificar acerca de las maravillas que el Creador había hecho, y darle gloria porque lo curó de la enfermedad mortal que padecía al responder a su oración. En lugar de alabar al SEÑOR, su orgullo le hizo mostrarles todos sus tesoros terrenales para impresionarlos, en lugar de haberles mostrado sus tesoros espirituales: el camino para que se acercaran a Dios, las verdaderas riquezas que sí nos podemos llevar de este mundo.
«En aquel tiempo Merodac Baladán, hijo de Baladán, rey de Babilonia, envió cartas y un regalo a Ezequías porque oyó que había estado enfermo y se había recuperado. Se alegró por ello Ezequías y les mostró la casa de su tesoro: la plata y el oro, las especias y el aceite precioso, todo su arsenal y todo lo que se hallaba en sus tesoros. No hubo nada en su casa ni en todo su dominio que Ezequías no les mostrara. » — Isaías 39:1-2 (NBLA)
Al enterarse de esta visita, Isaías habló con el rey, le dijo que un juicio vendría a Judá, por su actitud orgullosa con la visita de los babilonios, le hizo ver lo mal que estuvo en mostrarles sus tesoros terrenales, que palidecen cuando se comparan al verdadero tesoro invaluable que tenía su reino: el SEÑOR. Por sus acciones, su castigo sería que los babilonios iban a regresar para llevarse todas sus cosas, incluyendo a sus descendientes (Isaías 39:3-8).
«Así dice el Señor: «No se gloríe el sabio de su sabiduría, ni se gloríe el poderoso de su poder, ni el rico se gloríe de su riqueza; pero si alguien se gloría, gloríese de esto: De que me entiende y me conoce, pues Yo Soy el Señor que hago misericordia, derecho y justicia en la tierra, porque en estas cosas me complazco», declara el Señor.» — Jeremías 9:23-24 (NBLA)
Recuerde que nuestro hablar debe ser «con gracia» y ser edificante para los demás (Efesios 4:29). Andar presumiendo nuestros logros, conocimientos, o posesiones, no es hablar con gracia, y tampoco es edificante para nuestros semejantes.
«Así que procuremos lo que contribuye a la paz y a la edificación mutua.» — Romanos 14:19 (NBLA)
El Orgullo Resulta en Perversión
Debido al pecado, desde que nacemos somos egoístas, que es otra forma de orgullo. Ser egoísta no es algo que aprendemos; es algo que heredamos. Y es la responsabilidad de los padres enseñar a sus hijos a no ser egoístas u orgullosos, y así evitar las terribles consecuencias de estos comportamientos cuando crezcan (Proverbios 22:6). El SEÑOR nos dice que el corazón de las personas es engañoso y desesperadamente perverso (Jeremías 17:9); Jesús nos dice en Marcos 7:21-23 que del corazón humano provienen las maldades que contaminan al hombre. Aunado a que Pablo nos dice que el orgullo hace que las personas no se arrepientan de sus perversiones (Romanos 2:5); con lo anterior se crea la combinación perfecta para que el orgullo se manifieste como toda la violencia desenfrenada que vemos hoy en día en el mundo. Pablo nos da un ejemplo claro de la perversión a la que habían llegado en la congregación de Corinto, al jactarse de su inmoralidad sexual con arrogancia y orgullo (1 Corintios 5:6). Sin embargo, Yeshúa nos dice que la humildad y mansedumbre son la solución a este problema (Lucas 9:47-48).
“El corazón es engañoso y perverso, más que todas las cosas. ¿Quién puede decir que lo conoce?” — Jeremías 17:9 (RVC)
“Esto es pecado: Los ojos altivos, el corazón orgulloso y los planes malvados.” — Proverbios 21:4 (RVC)
“Pero por causa de tu terquedad y de tu corazón no arrepentido, estás acumulando ira para ti en el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios.” — Romanos 2:5 (NBLA)
Otro ejemplo de la perversión espiritual, lo encontramos en la Parábola del Fariseo y el Publicano (Lucas 18:9-14), donde todas las cosas que hizo el fariseo fueron contaminadas por su orgullo. El cumplió con sus deberes religiosos, sin embargo, su corazón no estaba humillado ante el SEÑOR, y su orgullo le impidió ser perdonado. Los que crucificaron a Jesús eran personas «religiosas», pero la envidia, que es una reacción por el orgullo, los llevó a cometer esta perversión. Pilato sabía que los líderes religiosos envidiaban a Cristo (Mateo 27:17-18).
El Orgullo Provoca la Deshonra
Lucifer buscaba adoración, adulación y honor para ser como Dios (Isaías 14:12-15), pero su orgullo solo le causó la deshonra. Las Escrituras nos dicen que Satanás no solo cayó del cielo (Lucas 10:18), sino que será arrojado al Infierno (Apocalipsis 20:2-3, 10).
¡Cómo caíste del cielo, oh Lucifer, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, el que echabas suerte sobre los gentiles. Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo, en lo alto junto a las estrellas de Dios ensalzaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, y en los lados del aquilón; Sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo. Mas serás derribado al Seol, a los lados del abismo.” — Isaías 14:12-15 (JBS)
«Y el diablo que los engañaba, fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde está la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche para siempre jamás.» — Apocalipsis 20:10 (RVA)
De forma similar, la persona orgullosa que está buscando honor, solo encontrará vergüenza y deshonra (Apocalipsis 3:18, 16:15). Y finalmente, el orgullo conduce inevitablemente a la destrucción (Proverbios 15:25, 16:18; Jeremías 13:9; Isaías 13:11). Lo que estas personas no han entendido es que, antes de alcanzar el honor está la humildad, como nos lo explica el rey Salomón (Proverbios 15:33, 18:12, 29:23).
“El orgullo del hombre lo humillará, pero el de espíritu humilde obtendrá honores.” — Proverbios 29:23 (NBLA)
“El temor del SEÑOR es la enseñanza de la sabiduría, y antes de la honra está la humildad.” — Proverbios 15:33 (RVA-2015)
Cuando las personas por sí mismas no se preocupan por ser humildes, esto le abre la puerta a la aflicción. La aflicción se puede manifestar de diferentes formas, por ejemplo: he visto que diferentes figuras del espectáculo y jugadores de fútbol famosos, primero andan jactándose en las redes sociales de sus estilos de vida con gran lujo, pero también he visto que muchos de ellos luego han sido víctimas de robos, incluso con violencia: ladrones se han metido a sus casas para robarlos y amenazado a sus familias. Al final todo esto les causó aflicción, y pérdida de riquezas materiales de las que tanto se jactaban. Otros artistas de cine, por ejemplo algunos con residencia en Los Ángeles, han sufrido la pérdida de sus casas a causa de incendios forestales que llegaron hasta sus propiedades; otros se han enfermado y han estado graves en el hospital; otros han terminado en prisión luego de escándalos por inmoralidad sexual, son personas que han sufrido muchas aflicciones, aunado a otras que no hagan públicas, mi punto es que el común denominador de esas personas es que presentaban una falta de humildad, además de vivir estilos de vida de alejados de Dios, lo cual como bien sabemos, acarrea gran aflicción.
«El SEÑOR ayuda a los humildes pero a los impíos humilla hasta el suelo.» — Salmos 147:6 (RVA 2015)
«Mira mi aflicción y mi trabajo: Y perdona todos mis pecados.» — Salmos 25:18 (RVA)
«Él es el que perdona todas tus iniquidades, El que sana todas tus enfermedades» — Salmos 103:3 (NBLA)
El Orgullo Precede a la Destrucción
El orgullo esclaviza a las personas a la opinión de los demás. Por eso, la gente orgullosa cae en la ruina financiera, porque compra cosas que no necesita, con dinero que no tiene, para impresionar a gente que no conoce. Esta es una de las formas en las que el orgullo precede a la destrucción. Pero la soberbia que trae la ruina eterna, ocurre cuando la persona es destruida en el infierno debido a su espíritu orgulloso y soberbio, porque la persona, durante su vida terrenal, nunca creyó que necesitaba al SEÑOR para su salvación.
“Delante de la destrucción va el orgullo, y delante de la caída, la arrogancia de espíritu.” — Proverbios 16:18 (NBLA)
“Castigaré al mundo por su maldad y a los impíos por su iniquidad; haré que cese la arrogancia de los soberbios y humillaré la altivez de los tiranos.” — Isaías 13:11 (RVR-1995)
En las Escrituras encontramos lo que le sucedió al faraón de Egipto quien se rehusó a humillarse (hacerse humilde) ante Dios: sufrió las 10 Plagas de proporciones bíblicas y murió.
«Moisés y Aarón fueron a Faraón, y le dijeron: «Así dice el Señor, el Dios de los hebreos: “¿Hasta cuándo rehusarás humillarte delante de Mí? Deja ir a Mi pueblo, para que me sirva.» — Éxodo 10:3 (NBLA)
El juicio de Belsasar, el castigo por su falta de humildad
Cuando Daniel fue llamado por el rey Belsasar (el nieto de Nabucodonosor) para interpretar el escrito de la pared (Daniel 5) que lo tenía tan atemorizado, antes de traducirle las palabras escritas, lo primero que hizo Daniel fue reprenderlo por su falta de humildad ante Dios:
«Y tú, su hijo Belsasar, no has humillado tu corazón, sabiendo todo esto: Antes contra el SEÑOR del cielo te has ensoberbecido, e hiciste traer delante de ti los vasos de Su casa, y tú y tus príncipes, tus mujeres y tus concubinas, bebisteis vino en ellos: demás de esto, a dioses de plata y de oro, de metal, de hierro, de madera, y de piedra, que ni ven, ni oyen, ni saben, diste alabanza: y al Dios en cuya mano está tu vida, y cuyos son todos tus caminos, nunca honraste. Entonces de Su presencia fue enviada la palma de la mano que esculpió esta escritura.» — Daniel 5:22-24 (RVA)
La falta de humildad de Belsasar ante Dios terminó destruyéndolo, ya que se fue alejando cada vez más de los caminos del SEÑOR, hasta el punto en que profanó los utensilios del Templo del SEÑOR, lo cual le trajo un castigo inmediato: Los medo-persas los invadieron esa misma noche, y murió durante ese ataque inesperado.
El Orgullo, la Santificación y el Creyente
La única forma en la que podemos derrotar a nuestro propio orgullo, es a través del ministerio del Espíritu Santo, quien de forma milagrosa trabaja en nuestros corazones para que nos demos cuenta de que somos pecadores, porque transgredimos la ley de Dios. Dado que, nosotros no podemos vencer al orgullo por nuestra propia cuenta. Por eso creemos que, la salvación es del SEÑOR.
“Y el mismo Dios de paz los santifique por completo; que todo su ser —tanto espíritu, como alma y cuerpo— sea guardado sin mancha en la venida de nuestro Señor Jesucristo.” — 1 Tesalonicenses 5:23 (RVA-2015)
Después de que hemos sido salvados. La santificación es el proceso de crecimiento espiritual que continúa a lo largo de toda la vida del creyente, y se basa en el triunfo progresivo de la humildad y la mansedumbre sobre el orgullo residual que todavía esté en nuestra naturaleza pecaminosa. Pero gracias a la ayuda del Espíritu Santo, un creyente puede subyugar este orgullo. El SEÑOR nos ayuda en el proceso de santificación a través de dos elementos: (1) Su Palabra, con la que aprendemos, y moldeamos nuestras vidas al obedecerla; y (2) la comprensión de la verdad que derrota al orgullo. Dios trae pruebas con las que refina nuestras vidas y quebranta nuestro orgullo. La forma más sencilla de medir nuestra madurez espiritual, es ver si nuestra vida está dominada por: la humildad o por el orgullo. Pablo nos dice que tenía una espina en la carne (una experiencia dolorosa y horrible) para que no se enalteciera a sí mismo (2 Corintios 12:7).
“Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: Que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios: Mas veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi espíritu, y que me lleva cautivo á la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable hombre de mí! ¿quién me librará del cuerpo de esta muerte?” — Romanos 7:21-24 (RVA)
Espero que estos estudios les hayan servido para darse cuenta de que, como creyentes, debemos eliminar todo rastro de orgullo, humillarnos, no ser tercos, y someternos a Dios. Sólo en Él nos podemos vanagloriar.
“Por tanto, amados, teniendo estas promesas, limpiémonos de toda inmundicia de la carne y del espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios… Mucha es mi confianza en ustedes. Tengo mucho orgullo de ustedes. Lleno estoy de consuelo y sobreabundo de gozo en toda nuestra aflicción.” — 2 Corintios 7:1, 4 (NBLA)
¡Que Dios los bendiga!
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