Una vez terminado el Antiguo Testamento, hubo 400 años de silencio, durante los cuales Dios no habló ni inspiró ninguna Escritura. Este silencio se rompe con la llegada de Juan El Bautista anunciando la llegada del Mesías.
El Nuevo Testamento registra el resto de la historia desde el nacimiento de Jesucristo, el Mesías, hasta la culminación de toda la historia, y el estado eterno final. Por tanto, ambos Testamentos abarcan desde la creación hasta la consumación, de principio a fin; desde la eternidad pasada hasta la eternidad futura.
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