Ahora empezaremos con una nueva serie de artículos para estudiar los 10 Mandamientos, anteriormente tocamos el tema con los artículos de ¿Acaso los cristianos tenemos que cumplir los 10 Mandamientos? y encontramos que los Mandamientos siguen estando tan vigentes hoy en día como el día que fueron escritos por el dedo de Dios en 2 tablas de piedra. Llegamos a la conclusión que nuestro Creador nos dio estos Mandamientos porque nos ama y son parte de la ley moral del SEÑOR. Las Escrituras nos dicen que la ley de Dios siempre ha existido desde el principio y continuará en uso para siempre. Recordemos que Dios no cambia, Sus leyes no son algo que pase de moda, más bien Sus Palabras son eternas.
[El SEÑOR dice] “Tu primer padre pecó, y tus mediadores también han transgredido contra Mí”. — Isaías 43:27 (RVA 2015)
“Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre, para que se arrepienta. ¿Lo ha dicho Él, y no lo hará?¿Ha hablado, y no lo cumplirá?”. — Números 23:19 (NBLA)
Los 10 Mandamientos fomentan el crecimiento Espiritual
Jesús en Su gran comisión a los apóstoles, enfatizó que a los nuevos discípulos se les enseñara a obedecer todos los Mandamientos que Él nos dio. La ley de Dios está diseñada para darnos la paz, alegría y libertad que provienen de la Palabra del ETERNO. Siendo Jesús la Palabra (Juan 1:1), todas las Escrituras apuntan hacia Él, y los 10 Mandamientos no son la excepción, porque en ellos está resumida la enseñanza para nuestro crecimiento espiritual, en donde: (1) nos da razones para obedecerlo; (2) establece límites mediante claras prohibiciones; (3) nos da claras advertencias contra desobediencia a Sus Mandamientos; y (4) nos incentiva con promesas.
[Jesús dice] “Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles que guarden todas las cosas que les he mandado”. — Mateo 28:19-20a (RVA 2015)
“¡Aleluya! Bienaventurado el hombre que teme al SEÑOR y en Sus mandamientos se deleita en gran manera. Su descendencia será poderosa en la tierra; la generación de los rectos será bendita. Bienes y riquezas hay en su casa; su justicia permanece para siempre”. — Salmos 112:1-3 (RVA 2015)
Los 10 Mandamientos son una ley espiritual, no solo porque Dios es Espíritu, sino porque nos exigen algo más que una obediencia superficial de la conducta externa. La “Ley de Dios” busca arreglar nuestra alma corrompida por el pecado a través de la obediencia interna de nuestro corazón, nuestros pensamientos y deseos, regulando nuestras intenciones más secretas, buscando la santificación de nuestra mente, emociones, voluntad, e incluso nuestra imaginación. Sabiendo que Dios nos ama y solo quiere lo mejor para nosotros, ese es el motivante principal para obedecer los “10 Mandamientos” que nos transforman desde adentro hacia afuera.
[Pablo dice] “Porque sabemos que la ley es espiritual, pero yo soy carnal, vendido a la esclavitud del pecado”. — Romanos 7:14 (NBLA)
“He aquí, Tú amas la verdad en lo íntimo: Y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría”. — Salmos 51:6 (RVA)
[Jesús dice] “Y esta es la condenación: que la luz ha venido al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que practica lo malo aborrece la luz y no viene a la luz para que sus obras no sean censuradas. Pero el que hace la verdad viene a la luz para que sus obras sean manifiestas que son hechas en Dios”. — Juan 3:19-21 (RVA 2015)
¿En qué nos benefician los 10 Mandamientos?

Dios nos dio Sus leyes para motivar a nuestros corazones a hacer lo justo y recto para complacerlo, y para protegernos del peligro al que vamos a estar expuestos después de que el pecado entró al mundo, cuando nuestros primeros padres desobedecieron al SEÑOR en el Jardín del Edén, causando La Caída de la humanidad. Adicionalmente, el ETERNO, en Su gracia, inició el plan de redención a través de Su Hijo, Jesucristo, para salvarnos del pecado y para reconciliarnos con Él, porque nosotros no podemos hacerlo por nuestra propia cuenta.
“Por tanto, tal como el pecado entró en el mundo por medio de un hombre, y por medio del pecado la muerte, así también la muerte se extendió a todos los hombres, porque todos pecaron”. — Romanos 5:12 (NBLA)
“Pero no sucede con la dádiva como con la transgresión. Porque si por la transgresión de uno murieron los muchos, mucho más, la gracia de Dios y el don por la gracia de un Hombre, Jesucristo, abundaron para los muchos. Tampoco sucede con el don como con lo que vino por medio de aquel que pecó; porque ciertamente el juicio surgió a causa de una transgresión, resultando en condenación; pero la dádiva surgió a causa de muchas transgresiones resultando en justificación”. — Romanos 5:15-16 (NBLA)
Para entender mejor cómo funcionan la ley de Dios y Su gracia en el alma de una persona, podemos utilizar la analogía de un automóvil descompuesto (nuestra alma): si usted va con el mecánico, él va a conectarle al automóvil una computadora para diagnosticar cuál es el problema del vehículo. Sin embargo, ese aparato no va a arreglar al automóvil, tan sólo detectará en dónde está el problema. De forma similar, la ley de Dios diagnostica en dónde se encuentra el problema y nos lo indica. Esto debe motivarnos a arrepentirnos y a poner en práctica lo que la ley de Dios nos enseñó (Santiago 1:22-25). Si hacemos eso, la gracia de Dios repara nuestra alma, Él nos sana, y nos permite volver a nacer. Una vez salvados, podemos caminar apoyados en la ley de Dios, para madurar espiritualmente al conocer cada vez más al SEÑOR.
“Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia”.— 2 Timoteo 3:16 (NBLA)
“He aquí que la mano del SEÑOR no se ha acortado para salvar, ni Su oído se ha ensordecido para oír. Las iniquidades de ustedes son las que hacen separación entre ustedes y su Dios. Sus pecados han hecho que Su rostro se oculte de ustedes para no escuchar”. — Isaías 59:1-2 (RVA 2015)
Los 10 Mandamientos nos protegen
Los “10 Mandamientos” no nos “restringen” como algunas personas piensan, sino que al contrario, son una muestra del amor que tiene Dios hacia nosotros, actuando como una barrera de protección, para que no nos hagamos daño a nosotros mismos, ni a los demás, están diseñados para nuestro bienestar.
“Hazme andar por la senda de Tus mandamientos, porque en ella me deleito”. — Salmos 119:35 (NBLA)
“Andaré en libertad [anchura], porque he buscado tus mandamientos”. — Salmos 119:45 (RVA 2015)
Por otro lado, podemos ver los beneficios que gozamos bajo la protección de las leyes del país en donde vivimos. Estas leyes no están ahí para restringir o quitarnos nuestra libertad; al contrario, están ahí para protegernos. Imagine si se abolieran todas leyes, y que todos los asesinos y criminales en las cárceles fueran liberados en este momento, eso lo afectaría, porque causaría una anarquía en la que no habría paz ni libertad para ningún ciudadano. Para evitar esto, el SEÑOR utiliza a las autoridades de su localidad para restringir el mal.
«Toda persona debe someterse a las autoridades de gobierno, pues toda autoridad proviene de Dios, y los que ocupan puestos de autoridad están allí colocados por Dios. Por lo tanto, cualquiera que se rebele contra la autoridad se rebela contra lo que Dios ha instituido, y será castigado.» — Romanos 13:1-2 (NTV)
«Las autoridades están al servicio de Dios para tu bien; pero si estás haciendo algo malo, por supuesto que deberías tener miedo, porque ellas tienen poder para castigarte. Están al servicio de Dios para cumplir el propósito específico de castigar a los que hacen lo malo.» — Romanos 13:4 (NTV)
Las leyes establecen límites, si no hubiera leyes viviríamos en un estado de caos y confusión continuo. ¿Se ha fijado lo que sucede cuando no funcionan los semáforos? No hay orden, y cada quien hace lo que mejor le parece en ese momento. La Biblia nos habla de unos pasajes en donde las personas hacían cosas extrañas y vivían confundidos, en Jueces capítulos 17 y 21.
“En estos días no había rey en Israel: cada uno hacía como mejor le parecía”. — Jueces 17:6; 21:25 (RVA)
“Hay un camino que al hombre le parece derecho, pero que al final es camino de muerte”. —Proverbios 14:12 (RVA 2015)
Imagine que usted viaja al Gran Cañón del Colorado, cuando llegue al mirador para ver el paisaje, usted notará que hay una barrera de protección que evita que usted o sus acompañantes vayan a caer al precipicio. También va a notar letreros que le advierten acerca de los peligros de saltar esa barrera de protección. ¿Acaso sentiría usted que este muro de protección le quita alguna libertad? ¿Qué sucede con las personas que a pesar de las advertencias intentan brincar esta barrera? Pueden terminar heridas o incluso muertas.
“Cuando construyas una casa nueva, haz una baranda a tu azotea, para que no traigas culpa de sangre a tu casa, si alguien se cayera de ella”.— Deuteronomio 22:8 (RVA 2015)
De forma similar, el ETERNO nos da Sus leyes por el gran amor que nos tiene porque quiere protegernos. Sin embargo, si por nuestra rebeldía nos «brincamos» Sus protecciones, entonces caemos y podemos salir heridos o incluso morir. Son el estándar que nos indica lo que está bien y lo que está mal.
“Mucha paz tienen los que aman Tu ley, y nada los hace tropezar”. — Salmos 119:165 (NBLA)
“No deseches, hijo mío, la disciplina del SEÑOR ni te resientas por Su reprensión; porque el SEÑOR disciplina al que ama, como el padre al hijo a quien quiere [en quien se deleita]”. — Proverbios 3:11-12 (RVA 2015)
Por eso no sólo necesitamos leyes, sino que debemos obedecerlas. Dios sabe qué es lo mejor para Sus hijos, y a través de los 10 Mandamientos nosotros sabemos cómo servirlo. En el “Segundo Mandamiento”, las Escrituras claramente nos hablan del amor que reciben los creyentes que aman al SEÑOR, y que por lo tanto obedecen Sus Mandatos (Juan 14:15).
[Jesús dice] “Si me aman, guardarán Mis mandamientos”. — Juan 14:15 (RVA 2015)
“Pero muestro misericordia por mil generaciones a los que me aman y guardan Mis mandamientos”. — Deuteronomio 5:10 (RVA 2015)
Los 10 Mandamientos descubren el pecado
¿Qué es el pecado? La palabra hebrea, חָטָא – jataá, significa pecado, perder el camino o deambular (caminar sin dirección), incurrir en culpa, implica no llegar, o no alcanzar el objetivo. Hace alusión a la acción de un arquero cuando no es lo suficientemente bueno para que sus flechas acierten en el blanco (lo opuesto que en Jueces 20:16). También significa dar un paso en falso o tropezar; estar sujeto a una sanción o a la pérdida de algo (Génesis 43:9; Habacuc 2:10); cargar con la culpa (Génesis 31:39). El preciso momento en el que no llegamos o no cumplimos con la expectativa de Dios marca el punto en que cometemos un pecado.
“Todo aquel que permanece en Él no continúa pecando. Todo aquel que sigue pecando no lo ha visto ni le ha conocido. Hijitos, nadie los engañe. El que practica justicia es justo, como Él es justo. El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo peca desde el principio. Para esto fue manifestado el Hijo de Dios: para deshacer las obras del diablo. Todo aquel que ha nacido de Dios no practica el pecado porque la simiente [semilla] de Dios permanece en él, y no puede seguir pecando porque ha nacido de Dios. En esto se revelan los hijos de Dios y los hijos del diablo: Todo aquel que no practica justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano”. — 1 Juan 3:6-10 (RVA 2015)
La Biblia nos da una ilustración del pecado en el pasaje de Belsasar, rey de Babilonia, en donde después de haber profanado las copas sagradas del Templo de Jerusalén, una mano escribió en la pared del palacio de forma sobrenatural la palabra, «Tekel», que significa ser pesado (como en una báscula) y el veredicto fue que el rey no dio la medida, le faltó, no llegó al objetivo, se quedó corto. Son precisamente las infracciones a la ley, esos pecados, los que nos hacen quedarnos cortos y no llegar al objetivo.
TEKEL: Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto”. — Daniel 5:27 (RVA)
“Por cuanto todos pecaron, y están destituidos [privados] de la gloria de Dios”. — Romanos 3:23 (JBS)
Las leyes del SEÑOR revelan la única justicia que es aceptable para Dios, y al mismo tiempo, nos ayudan a descubrir lo pecadores que somos. El pecado ha cegado nuestro juicio y nos ha llenado de un amor hacia nosotros mismos y de un falso sentido de autosuficiencia.
Pero si nos comparamos seriamente con las elevadas y santas demandas de las leyes de Dios, los “10 Mandamientos” se vuelven como un espejo en el que podemos contemplar nuestra propia maldad, nos muestra nuestra condición espiritual contaminada por nuestras culpas, muestra los malos caminos que hemos tomado, y revela nuestra impotencia para hacer por nosotros mismos lo que se nos ordena para ser justos y rectos. Necesitamos a Dios en todo momento, dependemos de Él para todo (Juan 15:5).
“La ley entró para agrandar la ofensa, pero en cuanto se agrandó el pecado sobreabundó la gracia”. — Romanos 5:20 (RVA 2015)
“¿Qué, pues, diremos? ¿Que la ley es pecado? ¡De ninguna manera! Al contrario, yo no habría conocido el pecado sino por medio de la ley; porque no estaría consciente de la codicia si la ley no dijera: No codiciarás”. — Romanos 7:7 (RVA 2015)
Los Mandamientos del SEÑOR son Muy Amplios
En Salmos 119:96 se nos revela que los mandamientos de Dios son sumamente amplios, esto es, van más allá que el significado literal de las palabras. Los mandamientos de Dios abarcan más de lo que podríamos pensar en primera instancia, Sus pensamientos son más altos que los nuestros (Isaías 55:8-9). Por ello, tenemos que estudiar las Escrituras para que el Espíritu Santo nos revele sus significados más profundos. Los 10 Mandamientos, resumen toda la instrucción, la Torá, del SEÑOR. Cuando estudiamos las leyes de Dios y Sus preceptos, como los que encontramos en Deuteronomio, Levítico y en otros libros tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, vemos que todos son parte de los 10 Mandamientos.
“He visto un límite a toda perfección; [pero] Tu mandamiento es sumamente amplio”. — Salmo 119:96 (NBLA)
En Mateo 5:21-22, nuestro Señor Jesucristo nos dio un ejemplo de lo amplio y profundo del Sexto Mandamiento: “No matarás”. Nos explica que este mandamiento también es transgredido cuando estamos enojados con nuestro prójimo o lo insultamos. El odio en el corazón y las agresiones verbales, ofenden tanto a Dios, que es como si hubiéramos cometido un asesinato.
[Jesús dice] “Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: “No matarás” y: “Cualquiera que cometa homicidio será culpable ante la corte”. Pero Yo les digo que todo aquel que esté enojado con su hermano será culpable ante la corte; y cualquiera que diga: “Insensato” a su hermano, será culpable ante la corte suprema; y cualquiera que diga: “Idiota”, será merecedor del infierno de fuego”. — Mateo 5:21-22 (NBLA)
Cristo también nos explica que el Séptimo Mandamiento también es transgredido con una mirada o con un pensamiento al codiciar a una mujer, porque estamos cometiendo adulterio en nuestro corazón sin ni siquiera tocarla.
[Jesús dice] “Ustedes han oído que se dijo: “No cometerás adulterio”. Pero Yo les digo que todo el que mire a una mujer para codiciarla ya cometió adulterio con ella en su corazón”. — Mateo 5:27-28 (NBLA)
Necesitamos estar conscientes de que las palabras de Dios son siempre mucho más profundas de lo que nos imaginamos, el SEÑOR habla en términos amplios. Cuando dice en Lucas 6:30 “A cualquiera que te pida dale; y al que tome lo que es tuyo no se lo vuelvas a pedir”. Observe la amplitud de este mandamiento, cuando dice a “cualquiera” que te pida, no está haciendo ninguna excepción de edad, género o nivel socioeconómico, ni siquiera está limitado a la raza humana, esto incluye a animales que nos pidan de comer.
“Dale” es otro término amplio, no se limita a dar cosas, puede tratarse de tiempo, ayuda o soporte al escuchar a una persona. En la segunda sección del mandamiento “al que tome lo que es tuyo” también incluye a un ladrón, a quien debemos dejar que se marche con lo que se robó sin ninguna intervención nuestra.
Las películas del mundo enseñan lo opuesto: el vengador busca recuperar lo que perdió, muchas películas tienen esta trama y de eso se trata toda la historia. Sin embargo, las Escrituras nos indican que nosotros debemos esperar en el SEÑOR, dar margen a Su retribución, porque Suya es la venganza, Él es quien ajusta las cuentas con quienes nos hagan daño (Deuteronomio 32:35; Proverbios 20:22; Salmo 37:7-9; Isaías 30:18; 1 Samuel 24:12; Nahúm 1:3; Romanos 12:19; Hebreos 10:30).
“Mía es la venganza y la retribución; a su tiempo el pie de ellos resbalará, porque el día de su calamidad está cerca, ya se apresura lo que les está preparado”. — Deuteronomio 32:35 (NBLA)
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