En la parte 2 de esta serie, vimos que glorificar a Dios es la clave de la madurez espiritual. Si nosotros vivimos para la gloria de Dios eso muestra que estamos progresando hacia la semejanza de Cristo. Pero cuando vivimos para nosotros mismos dejamos de crecer espiritualmente. Como nuevos creyentes nos encontramos con que en nuestra vida damos un poco a Dios y un poco al pecado. Pero a medida que maduramos, hay un incremento en la frecuencia de la justicia, y una disminución en la frecuencia del pecado. La evidencia de la madurez espiritual es la frecuencia decreciente del pecado en nuestras vidas. Y el tercer principio nos ayudara a aclarar este punto.
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