Por Bartholomew F. Brewer, Ph. D. – Ex-sacerdote católico
El Sacerdocio
La iglesia católica romana enseña que Jesucristo estableció a los doce apóstoles en el sacerdocio en la Última Cena, y que, por lo tanto, los poderes del sacerdocio han sido transmitidos durante los últimos dos mil años. Esta enseñanza es claramente contraria a la Palabra Dios. En el Antiguo Testamento, la obra de Cristo había prefigurado por Sus tres funciones de profeta, sacerdote y rey. La nación de Israel tenía cada una de estas funciones. Con la venida de Cristo, cada una de estas funciones tuvieron su cumplimiento en Él. Por lo tanto, en el Nuevo Testamento, ya no es necesario tener un sacerdocio humano que realice sacrificios.
Todo está cumplido:
«Después de probar el vino [agrio], Jesús dijo: «¡Todo ha terminado!». Entonces inclinó la cabeza y entregó Su espíritu.»— Juan 19:30 (NTV)
Hay un sólo Dios y un sólo Mediador: Jesucristo.
«Porque no hay más que un Dios, y un solo hombre que sea el mediador entre Dios y los hombres: Cristo Jesús.» — 1 Timoteo 2:5 (DHH)
Cristo es nuestro sacerdote por la eternidad, de acuerdo a la orden de Melquisedec:
«El Señor ha hecho un juramento y no romperá Su promesa: «Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec».» — Salmos 110:4 (NTV)
Porque Jesús vive para siempre Su sacerdocio es eterno (el cual no se transmite y es intransferible):
«Pero como Jesús no muere, Su oficio sacerdotal no pasa a ningún otro.» — Hebreos 7:24 (DHH)
Cristo está siempre vivo e intercede por quienes han puesto su fe en Él:
«Por eso puede salvar —una vez y para siempre—a los que vienen a Dios por medio de Él, quien vive para siempre, a fin de interceder con Dios a favor de ellos.» — Hebreos 7:25 (NTV)
Él ha obtenido la redención eterna:
«Con Su propia sangre —no con la sangre de cabras ni de becerros— entró en el Lugar Santísimo una sola vez y para siempre, y aseguró nuestra redención eterna.» — Hebreos 9:12 (NTV)
Hemos sido santificados por la ofrenda del cuerpo de Jesús de una vez por todas:
«Pues la voluntad de Dios fue que el sacrificio del cuerpo de Jesucristo nos hiciera santos, una vez y para siempre.» — Hebreos 10:10 (NTV)
El apóstol Pablo enlistó algunas de las partes que han sido designadas por Dios para la iglesia, observe que no hay ninguna mención de sacerdotes sacramentales:
«A continuación hay algunas de las partes que Dios ha designado para la iglesia: en primer lugar, los apóstoles; en segundo lugar, los profetas; en tercer lugar, los maestros; luego los que hacen milagros, los que tienen el don de sanidad, los que pueden ayudar a otros, los que tienen el don de liderazgo, los que hablan en idiomas desconocidos.» — 1 Corintios 12:28 (NTV)
A continuación volvemos a ver que no hay ninguna mención de sacerdotes sacramentales:
«Ahora bien, Cristo dio los siguientes dones a la iglesia: los apóstoles, los profetas, los evangelistas, y los pastores y maestros.» — Efesios 4:11 (NTV)
El cargo de sacerdote no es el mismo que el de un ministro. El concepto de sacerdocio mediador y sacrificial tuvo su origen y fue desarrollado durante el reinado de Cipriano, quien era la autoridad teológica en occidente hasta los tiempos de Agustín. Este concepto fue parte de la fusión del paganismo con el cristianismo. No podemos encontrar en ningún lugar de las Escrituras la prueba de la existencia de un sacerdocio mediador o que realice sacrificios después de Cristo.
La Misa
La Iglesia Católica enseña que la misa es el sacrificio no sangriento del cuerpo y de la sangre de Jesucristo. Así mismo enseña que la misa es el mismo sacrificio que el de la cruz. Estas dos doctrinas son contrarias a la enseñanza de Dios.
Cristo murió una sola vez (revise además Hebreos 9:11-15; 9:28; 10:10):
«A diferencia de los demás sumos sacerdotes, no tiene necesidad de ofrecer sacrificios cada día. Ellos los ofrecían primero por sus propios pecados y luego por los del pueblo. Sin embargo, Jesús lo hizo una vez y para siempre cuando se ofreció a sí mismo como sacrificio por los pecados del pueblo.» — Hebreos 7:27 (NTV)
«Si eso hubiera sido necesario, Cristo tendría que haber sufrido la muerte una y otra vez, desde el principio del mundo; pero ahora, en el fin de los tiempos, Cristo se presentó una sola vez y para siempre para quitar el pecado mediante Su propia muerte en sacrificio.» — Hebreos 9:26 (NTV)
Un sólo sacrificio por los pecados (también revise Hebreos 10:15-20):
«Bajo el antiguo pacto, el sacerdote oficia de pie delante del altar día tras día, ofreciendo los mismos sacrificios una y otra vez, los cuales nunca pueden quitar los pecados; pero nuestro Sumo Sacerdote [Jesucristo] se ofreció a sí mismo a Dios como un solo sacrificio por los pecados, válido para siempre. Luego se sentó en el lugar de honor, a la derecha de Dios.»— Hebreos 10:11-12 (NTV)
«Pues mediante esa única ofrenda, Él perfeccionó para siempre a los que está haciendo santos.» — Hebreos 10:14 (NTV)
Si Cristo sigue siendo ofrecido como sacrificio por los sacerdotes católicos, como ellos lo afirman, entonces los pasajes bíblicos antes descritos son contradictorios. Más de 100,000 misas son celebradas cada día alrededor del mundo. Por tanto, según la doctrina católica, Jesús debe sufrir la terrible agonía del calvario al menos 100,000 veces cada 24 horas, en lugar de «una vez por todas» como nos enseñan las Sagradas Escrituras. Nosotros debemos creer en las Escrituras. Si realmente amamos a nuestro Señor Jesucristo, y buscamos obedecer Su Palabra, no lo haremos si seguimos la enseñanza católica que nos dice que el pan y el vino «se convierten» en el cuerpo y en la sangre de Cristo y que entonces son presentados ante Dios como un sacrificio por el cual se logra la paz con Dios y se logra la expiación de los pecados. Cuando Jesús dijo «este es Mi cuerpo» o «Mi sangre» [Mateo 26:26-28], Él no estaba «cambiando» la sustancia, más bien estaba explicando que es Él mismo quien está «representado» por el pan y el vino de la Pascua. Jesús no dijo touto gignetai, es decir, «esto se ha convertido o se convierte en», se trata más bien de touto esti, que solo puede significar «esto representa». La Pascua, así como la comunión o la Cena del Señor, son una conmemoración hasta Su regreso.
La iglesia romana, abogando por la doctrina de la transubstanciación, se aparta del significado literal de la Escritura. Podemos decir junto con el apóstol Pablo:
«Ya ven, no somos como tantos charlatanes que predican para provecho personal. Nosotros predicamos la Palabra de Dios con sinceridad y con la autoridad de Cristo, sabiendo que Dios nos observa.» — 2 Corintios 2:17 (NTV)
La confesión o el sacramento de la penitencia
La iglesia católica romana enseña que sus sacerdotes, como ministros de Dios y en Su nombre, ejercen el poder de perdonar los pecados cuando escuchan la confesión, y conceden el perdón de dichos pecados. Esta enseñanza no viene de la Biblia.
Quién puede perdonar los pecados, sino solamente Dios:
«¿Qué es lo que dice? ¡Es una blasfemia! ¡Solo Dios puede perdonar pecados!«. — Marcos 2:7 (NTV)
No hay salvación en ningún otro:
«¡En ningún otro hay salvación! Dios no ha dado ningún otro nombre bajo el cielo, mediante el cual podamos ser salvos.» — Hechos 4:12 (NTV)
Pedro no escuchó la confesión de Simón para luego perdonarlo, más bien le dijo que le «rogara a Dios»:
«Arrepiéntete de tu maldad, y ruega a Dios. Tal vez [Él] te perdone por ese mal pensamiento.» — Hechos 8:22 (RVC)
La Sangre de Cristo nos limpia de todo pecado:
«Pero si vivimos en la luz, así como Él está en la luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesús, Su Hijo, nos limpia de todo pecado.» — 1 Juan 1:7 (RVC)
Si confesamos nuestros pecados a Dios, no a un sacerdote:
«Si confesamos nuestros pecados, Él [Dios] es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad.» — 1 Juan 1:9 (RVC)
Si alguien ha pecado tenemos un abogado, Jesucristo, con el Padre:
«Mis queridos hijos, les escribo estas cosas, para que no pequen; pero si alguno peca, tenemos un abogado que defiende nuestro caso ante el Padre. Es Jesucristo, el que es verdaderamente justo.»— 1 Juan 2:1 (NTV)
En toda la Biblia, la remisión de los pecados y la salvación están conectados con la fe en Cristo, pero de ninguna forma con la absolución sacerdotal. Para apoyar su tribunal en la tierra, la iglesia católica toma en un sentido contrario Mateo 16:19
«A ti te daré las llaves del reino de los cielos. Todo lo que ates en la tierra será atado en los cielos, y todo lo que desates en la tierra será desatado en los cielos. » — Mateo 16:19 (RVC)
Así como también Mateo 18:18
«Les digo la verdad, todo lo que prohíban en la tierra será prohibido en el cielo, y todo lo que permitan en la tierra será permitido en el cielo.» — Mateo 18:18 (NTV)
Y lo mismo con Juan 20:23
«Si ustedes perdonan los pecados de alguien, esos pecados son perdonados; si ustedes no los perdonan, esos pecados no son perdonados.» — Juan 20:23 (NTV)
Debemos mencionar en primer lugar que «las llaves del reino» se refiere a la autoridad de proclamar las condiciones de salvación en Cristo. Esta autoridad es el privilegio y el deber de todos los cristianos creyentes. La autoridad de «atar y desatar» se relaciona primordialmente con la comisión para proclamar el Evangelio, el cual libera a quienes creen, y entrega a quienes lo rechazan a la esclavitud. La iglesia católica comprende incorrectamente este texto a fin de apoyar la práctica de la confesión de los pecados a un sacerdote. Sin embargo, el contexto bíblico indica claramente que las palabras pronunciadas en Mateo 16:19; 18:18 y en Juan 20:23 estaban dirigidas no sólo a los apóstoles sino también a los creyentes quienes estaban con ellos. Los ministros cristianos deben predicar el arrepentimiento; sin embargo estos textos no hablan de la confesión a los sacerdotes ni de la absolución (el perdón de los pecados).
“Entonces Jesús les dijo una vez más: «La paz sea con ustedes. Así como el Padre me envió, también yo los envío a ustedes.» Y habiendo dicho esto, sopló y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo. A quienes ustedes perdonen los pecados, les serán perdonados; y a quienes no se los perdonen, no les serán perdonados.»” — Juan 20:21-23 (RVC)