En el artículo anterior vimos que el SEÑOR le anuncia a Noé que se aproximaba el juicio del Diluvio para que se preparara. También vimos que debía meter 14 animales limpios, y 2 animales no limpios, de cada tipo básico en el Arca, y la importancia de que los cristianos nos mantengamos santos y limpios para poder tener acceso al SEÑOR en todo momento. Ahora veremos que el SEÑOR revela que el Diluvio es inminente, dando a Noé la cuenta regresiva de solo 7 días para completar sus preparativos antes de abordar el Arca, y al mundo una oportunidad más para arrepentirse. También, describiremos las fases de la redención de la tierra para acabar con su corrupción.
Ver. 4 — Porque dentro de siete días Yo haré llover sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches, y borraré de la superficie de la tierra a todo ser viviente que he creado». (NBLA)
“Porque dentro de siete días Yo haré llover sobre la tierra”
El SEÑOR nos muestra cuán lento es para la ira (Éxodo 34:6; Números 14:18; Salmos 86:15) y nos da otra indicación de Su inmensa misericordia, al dar al mundo antediluviano una ventana de tiempo de siete días después de que el Arca ya estaba terminada para que se arrepintieran, creyeran en Él y subieran en el Arca, evitando así, el ser condenados a muerte.
«El Señor es misericordioso y clemente; es lento para la ira, y grande en misericordia.» — Salmos 103:8 (RVC)
Los pecadores ya habían tenido una advertencia 120 años antes, este era solo un recordatorio de que el tiempo se estaba terminando en una semana, pero vemos que tristemente, ni siquiera las personas que tal vez trabajaron en la construcción del Arca o que estaban en contacto con Noé, como sus otros familiares y amigos, tuvieron la fe suficiente para abordar el Arca, pese a que seguramente Noé les advirtiera múltiples veces de los peligros del Diluvio venidero. Incluso en el Tárgum de Jonathan (una traducción del Antiguo Testamento al arameo para que los judíos que regresaron de Babilonia pudieran entender las Escrituras) agrega que el SEÑOR estaba ofreciendo perdonarlos si se convertían y se arrepentían de sus pecados.
“Porque, he aquí, Yo les doy un espacio de siete días; si se convirtieren, les será perdonado; pero si no se convierten, después de un tiempo de siete días, haré descender la lluvia sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches, y destruiré todo cuerpo de hombre y de bestia sobre la tierra.” — Génesis 7:4 (Targum de Jonatán)
Imagine lo que experimentó Noé al tratar de invitar a las personas para que se salvaran abordando el Arca cuando sabía que el tiempo que tenían estaba por expirar. Pero estas mismas personas que vieron a Noé colocar las últimas tablas en el Arca, que se alzaba como una montaña, se debieron haber reído y burlado del «despilfarro» de tiempo y dinero para construir el Arca con su inmenso tamaño, sus muchas habitaciones, la gran cantidad de comida que Noé había recolectado. Aunado a que el juicio involucraría agua que iba a caer del cielo, cuando aún no existía tal cosa como la lluvia, nunca había llovido antes, y el cielo aún estaba sereno y sin las supuestas nubes que iban a traer el Diluvio que ya se había anunciado desde hacía 120 años que iba a venir. ¿Se imagina lo ridículo que les debió parecer la advertencia de Noé? La gente jactándose de él debieron haberle preguntado: “¿De dónde vendrán todos los animales que llenarán todos los rincones del Arca y consumirán todas estas provisiones?” Al punto que, aunque se debió haber esparcido el rumor del milagro de que multitudes de pájaros, animales y cosas que se arrastran se dirigieron de todas partes hacia el Arca, su corazón endurecido no les permitió arrepentirse, y buscar un lugar en el Arca en estos 7 días de la cuenta regresiva, que hubiera representado su única salvación. Prefirieron ignorar todo tipo de advertencias, quedándose en su pecado y su forma de vida, tal y como nos lo dijo nuestro Señor Jesucristo. Es similar a lo que sucede hoy en día cuando tratamos de evangelizar a las personas, muchas de ellas no hacen caso de las advertencias acerca del juicio venidero con fuego, y le restan importancia al mensaje de salvación, piensan que no necesitan nada. Y al parecer es común que quienes han sido descuidados de sus almas durante sus años de salud, mientras veían la muerte a distancia, permanezcan descuidados durante los 7 días previos, ya que se acerca el vencimiento del plazo, porque han endurecido sus corazones durante tanto tiempo, engañados por el pecado. Puede ver más información acerca del endurecimiento del corazón en Los 7 Espíritus del Señor: Entendimiento (Parte 2).
“Tal como ocurrió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del Hombre. Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos. Fue lo mismo que ocurrió en los días de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, construían; pero el día en que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y los destruyó a todos.” — Lucas 17:26-29 (NBLA)
Aquí además encontramos un mensaje de separación de los justos, como Noé, previo a la destrucción, este patrón de separación se repite después con Moisés en diferentes ocasiones: él fue salvado al ser puesto en una cesta (un arca) mientras que el resto de los infantes israelitas murieron (Éxodo 1:22-2:1-10); luego durante las plagas de Egipto, desde la Cuarta Plaga hubo separación entre los israelitas y los egipcios, y Dios nos dice que esta división es una señal, y la palabra en hebreo para «distinción» es פְּדוּת – pedút la cual también significa «redención» o «rescate».
«Yo haré distinción [pédut] entre Mi pueblo y tu pueblo. Mañana tendrá lugar esta señal’”»» — Éxodo 8:23 (NBLA)
Este mismo patrón de rescate lo observamos durante los tiempos de Moisés donde hubo separación del grupo de Coré por su rebelión (Números 16:21); también encontramos la instrucción de que los creyentes para que salgan de Babilonia en Apocalipsis 18:4 y en Jeremías 50:8.
««Apártense de entre esta congregación, para que Yo la destruya en un instante».» — Números 16:21 (NBLA)
«Huyan de en medio de Babilonia, y salve cada uno su vida. No perezcan por su culpa, pues este es el tiempo de la venganza del Señor; Él le dará su pago.» — Jeremías 51:6 (NBLA)
Cuando el Creador habla con Noé y le dice que va a hacer llover en 7 días, nos muestra Su control absoluto sobre el mundo natural, porque le estaba hablando de un fenómeno que nunca había ocurrido antes, porque ésta sería la primera vez en la historia de la humanidad que experimentarían una lluvia. Si recordará, la tierra tenía un ecosistema antediluviano diferente al que tenemos actualmente, en donde, un vapor regaba toda la superficie del suelo (Génesis 2:5-6), pero después del Diluvio, la tierra se riega por las lluvias que envía el Todopoderoso.
«Aún no había ningún arbusto del campo en la tierra, ni había aún brotado ninguna planta del campo, porque el Señor Dios no había enviado lluvia sobre la tierra, ni había hombre para labrar la tierra. Pero se levantaba de la tierra un vapor que regaba toda la superficie del suelo.» — Génesis 2:5-6 (NBLA)
El verbo hebreo “מָטַר – matár“, traducido como: “haré llover” aparece primero en Génesis 2:5, y hace referencia a la primera lluvia que enviará el SEÑOR. Y es en este versículo nos enteramos que la lluvia que profetizó nuestro Creador, fue inaugurada con nada menos que las lluvias torrenciales del Diluvio, que iban a cambiar la superficie de la tierra. El término de “matár”, frecuentemente, describe el juicio de Dios, como en Génesis 19:24, en donde Dios hizo llover fuego sobre Sodoma y Gomorra para acabar con la corrupción de estas ciudades., o cuando el Faraón desafió las ordenes de Dios, y llovió el granizo de la Séptima Plaga que destruyó tanto a hombres y animales como a plantas (Éxodo 9:18, 23, 33-34). Y también en la batalla contra Gog, donde Dios enviará lluvia torrencial, piedras de granizo, fuego y azufre en Ezequiel 38:22. En Génesis 7:12, Moisés nos da más detalle del tipo de lluvia que trajo el Diluvio, porque utiliza la palabra גֶּשֶׁם – guéshem, que no se refiere a una lluvia común y corriente, sino a una tormenta torrencial y violenta que cae con abundante agua (1 Reyes 18:41, 45; Ezequiel 13:11-13). No fue una lluvia ordinaria, sino la lluvia de la ira de Dios, por la cual Él se dispuso a destruir toda vida sobre la faz de la tierra. Se trató de una lluvia de «proporciones bíblicas», como dicen en el mundo secular.
“Diles, pues, a los que lo recubren con cal, que el muro caerá; vendrá una lluvia torrencial [guéshem] y ustedes, piedras de granizo, caerán; y se desencadenará un viento huracanado… Por tanto, así dice el Señor Dios: «En Mi enojo haré que un viento huracanado se desencadene; también por Mi ira vendrá una lluvia torrencial [guéshem] y granizo para consumirlo con furor.” — Ezequiel 13:11, 13 (NBLA)
La Muerte de Matusalén
Según la tradición rabínica, Dios demoró el Diluvio 7 días después de los 120 años que le dio a la humanidad para que se arrepintiera para permitir los 7 días de luto por la muerte del justo Matusalén. Pero en mi opinión, no creo que nuestro SEÑOR haya pospuesto Su juicio, al contrario, la muerte y periodo de luto debieron haber ocurrido dentro de los 120 años de gracia que el Todopoderoso dijo a Noé, y la muerte de su abuelo, solo corroboró lo que Dios ya le había dicho, y también dio cumplimiento a la profecía de que “su muerte traerá” el Diluvio, como lo vimos en nuestros artículos Génesis 5 – Introducción y el mensaje escondido y en Génesis 5:25-31 – Matusalén Y Lamec. Imagine la familia de Noé que sabían la profecía de que mientras su abuelito Matusalén viviera no habría ningún problema, pero ya que falleció su abuelito, ahora sí esto daba cumplimiento a todo lo que escuchaban por parte de Noé, porque ya venía el juicio del Diluvio, y quizás todas estas cosas fueron factores que hayan contribuido a que su familia decidiera sí subirse al Arca con Noé, corroborando cada vez más la verdad y el cumplimiento de la Palabra de Dios (Salmos 19:7, 93:5, 119:142, 160; Juan 17:17). A nosotros nos sucede que, mientras más estudiamos las Escrituras, cada vez más corroboramos Su veracidad y Su seguro cumplimiento de diferentes formas.
«La suma de Tu Palabra es verdad; eternos son todos Tus justos juicios.» — Salmos 119:160 (RVA 2015)
«La ley del Señor es perfecta, que restaura el alma; el testimonio del Señor es seguro, que hace sabio al sencillo.» — Salmos 19:7 (NBLA)
La Redención de la Tierra
¿Cómo es posible que no lloviera en los tiempos de Noé? La respuesta a esta pregunta la encontramos en el plan de salvación de Dios, en él, el propósito del Mesías es el de restaurar a la humanidad a su antiguo dominio, y a la tierra y a los cielos a su perfección original. Los creyentes volverán a ser inmortales, y retomarán la imagen y semejanza de Dios, y la tierra volverá a ser el paraíso con el medio ambiente del Jardín del Edén. Entendemos que para esto, la tierra pasará por 5 fases, que van de la mano con la degeneración y restauración de la humanidad. La primera fase de la tierra empezó desde la Creación y abarcó hasta la caída del hombre por el pecado original, fue la tierra perfecta que Dios creó, la cual tenía condiciones paradisiacas, y la tierra era regada por un vapor que se levantaba de la tierra. La segunda fase, fue el resultado del pecado de Adán y Eva que trajeron la maldición que cambió a la tierra y a los cielos, en donde espinos y cardos empezaron a crecer (Génesis 3:17-19). Esta fase duró desde el pecado original hasta el Diluvio, y por esta razón la generación de Noé no conocía la lluvia, porque aun con la maldición, la tierra se seguía regando con el vapor, manantiales de agua y ríos que emanaban de la tierra, todavía no existía la lluvia (Génesis 2:5-6). La tercera fase de la tierra comprende desde el Diluvio hasta la Segunda Venida de Jesucristo. Esta fase fue creada por las lluvias cataclísmicas del Diluvio, que destruyeron no solamente a los seres vivos, sino toda la geografía de la tierra, acabando con los sistemas hidráulicos subterráneos que regaban la superficie de la tierra y ahora se iba a requerir de las lluvias para poder tener agua, y en este nuevo ambiente el SEÑOR nos dio el arcoíris que es el resultado natural de la refracción de la luz en las gotas de lluvia, y constituye Su promesa de que no va a destruir a la tierra con otro Diluvio. Actualmente vivimos en la tercera fase de la tierra, resultado de la maldición del pecado y de la destrucción del Diluvio, tal vez por eso, el apóstol Pablo nos dice que la Creación entera gime y sufre esperando su redención (Romanos 8:22-23). Y entendemos por lo que nos dice el apóstol Pedro, que la tercera fase de la tierra se va acabar con el juicio de fuego, por la maldad de la humanidad, cuando sea juzgada en la Segunda Venida de Jesucristo.
“Cierto, ellos ignoran voluntariamente, que los cielos fueron creados en el tiempo antiguo y la tierra salida del agua y en el agua, por la palabra de Dios; por lo cual el mundo de entonces pereció anegado por agua; pero los cielos que son ahora, y la tierra, son conservados por la misma Palabra, guardados para el fuego en el día del juicio, y de la perdición de los hombres impíos.” — 2 Pedro 3:5-7 (JBS)
Y si el Diluvio les pareció un juicio severo contra la corrupción del hombre y la tierra, ahora Pedro nos dice que la ira de Dios no solo quemará y fundirá los elementos con un calor intenso, sino que destruirá la tierra y a los cielos. Dando inicio a la cuarta fase: la de la tierra purificada por el fuego.
“Pero el día del Señor vendrá como ladrón, en el cual los cielos pasarán con gran estruendo, y los elementos serán destruidos con fuego intenso, y la tierra y las obras que hay en ella serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser destruidas de esta manera, ¡qué clase de personas no deben ser ustedes en santa conducta y en piedad, esperando y apresurando la venida del día de Dios, en el cual los cielos serán destruidos por fuego y los elementos se fundirán con intenso calor! Pero, según Su promesa, nosotros esperamos nuevos cielos y nueva tierra, en los cuales mora la justicia.” — 2 Pedro 3:10-13 (NBLA)
La cuarta fase de la tierra comprende el Milenio, o los 1,000 años en los que nuestro SEÑOR de señores y Rey de reyes, Jesucristo, reinará en la tierra. Entendemos que la tierra será la misma que conocemos hoy, no será remplazada por otro planeta, solo que será transformada por la destrucción cataclísmica que experimentó al igual que con el Diluvio. De este periodo nos habla el profeta Isaías, y nos explica que tendremos un periodo de paz y alegría, la naturaleza de los animales será alterada y serán herbívoros, como cuando estaban en el Paraíso, la humanidad tendrá largas vidas como en los tiempos antediluvianos, pero el profeta nos indica que dos cosas que experimentamos hoy en día permanecerán: el pecado y la muerte (Isaías 65:17-25). Los creyentes tendremos nuestros cuerpos glorificados, podremos estar ante la presencia de Jesús (1 Juan 3:2; Mateo 5:8; Isaías 4:2-4). La tierra será regada por lluvia (Zacarías 14:17; Joel 3:18)
“Por tanto, Yo creo cielos nuevos y una tierra nueva, y no serán recordadas las cosas primeras ni vendrán a la memoria… No habrá más allí niño que viva pocos días, ni anciano que no complete sus días. Porque el joven morirá a los cien años, y el que no alcance los cien años será considerado maldito… El lobo y el cordero pastarán juntos, y el león, como el buey, comerá paja, y para la serpiente el polvo será su alimento. No harán mal ni dañarán en todo Mi santo monte», dice el Señor.” — Isaías 65:17, 20, 25 (NBLA)
La quinta y última fase de la tierra ocurre después del Reino Mesiánico, es lo que experimentaremos como el último cielo y tierra. Este periodo se llama en hebreo “Olam Haba”, que significa “El Mundo por Venir”, donde ocurrirá la restauración final del plan de Dios, y esta fase nos la explica el apóstol Juan en el libro de Apocalipsis, en donde el sufrimiento, la muerte y el pecado se habrán terminado, y que ésta sí va a ser una tierra diferente de la que vivimos hoy.
“Entonces vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existe. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, preparada como una novia ataviada para su esposo. Entonces oí una gran voz que decía desde el trono: «El tabernáculo de Dios está entre los hombres, y Él habitará entre ellos y ellos serán Su pueblo, y Dios mismo estará entre ellos. Él enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado».” — Apocalipsis 21:1-4 (NBLA)
Como habrá notado la restauración de la tierra se nos presenta como un círculo. Va desde la magnífica Creación, después empieza a decaer pasando por el Diluvio, y llegando a su peor etapa en la era actual que concluirá con una Gran Tribulación, tal como no ha acontecido desde el principio del mundo, ni acontecerá jamás (Mateo 24:21). Después, la situación de la tierra empezará a mejorar durante el Milenio, seguido por el “Mundo por Venir”, en el que se completa la restauración, y la Creación regresa a su perfección original, como cuando Dios vio que todo lo que había hecho era muy bueno (Génesis 1:31).
“Cuarenta días y cuarenta noches”
En las Escrituras, el número 40 generalmente simboliza un período de juicio, prueba, fortalecimiento de fe, aflicción o castigo, podemos ver ejemplos en Éxodo 16:35, 24:18, Deuteronomio 9:9, Números 14:34, Lucas 4:1-2. Este versículo nos muestra que cuarenta es un período de tiempo que a menudo caracteriza un período crítico en la historia de la redención (Génesis 7:12, 17, 8:6). En este caso, los 40 días nos muestran que este es un juicio y castigo enviado por Dios para destruir a todo ser viviente sobre la faz de la tierra. Porque considere que fue una lluvia torrencial con vientos huracanados que cayó en todas partes a nivel global, al mismo tiempo sin parar, día y noche durante este período de tiempo, lo cual es imposible con las condiciones atmosféricas que conocemos hoy en día, y muy probablemente tampoco era posible con las condiciones antediluvianas. Pero el texto nos da una pista del origen de toda esta abundancia de agua, porque en Génesis 7:11, nos dice que “las compuertas del Cielo fueron abiertas”, y si recuerda durante el segundo día de la Creación, el SEÑOR separó “las aguas que estaban debajo de la expansión de las aguas que estaban sobre la expansión” y esta expansión fue llamada “cielos”. Por lo que las aguas que cayeron durante el Diluvio provenían de las aguas que estaban por encima de los cielos, que incluyen el cielo atmosférico, el universo y tal vez, hasta el mismo Tercer Cielo donde está el trono de Dios, así que las «compuertas del Cielo» deben de conectar nuestro mundo físico con la dimensión espiritual donde se encuentran estas aguas, de la misma forma como lo vimos en nuestro artículo Génesis 6:2 – Los Hijos de Dios — ¿Hombres o Ángeles? (Parte 3), donde hablamos que el maná y el agua que salía de la roca quizás no se originaban de este mundo físico, sino que eran originados en el mundo espiritual, una dimensión diferente a la nuestra, y por el poder de Dios se manifestaban a los israelitas. El Diluvio no fue una lluvia común, sino que muy posiblemente tenía un origen espiritual, lo que explicaría la cantidad de lluvia torrencial que cayó constantemente del cielo por 40 días y noches, y que con la ayuda de las aguas procedentes de las fuentes del gran abismo, cubrieron las cimas de las montañas más altas hasta que el nivel del agua las sobrepasó por 15 codos (unos 6.75 metros) (Génesis 7:20).
«Las aguas subieron 15 codos (6.75 metros) por encima de los montes después que habían sido cubiertos.» — Génesis 7:20 (NBLA)
“borraré de la superficie de la tierra a todo ser viviente que he creado”
Este versículo es una prueba más de que Dios, aunque es paciente y misericordioso, no permitirá que los pecados de los impíos queden sin castigo (Números 14:18; 2 Pedro 2:5; Judas 1:14-15). El SEÑOR está anunciando que traerá una completa destrucción a toda la corrupción en la tierra, a la hora anunciada, y que será de la forma prevista, es decir, con 40 días de lluvias, y que todo lo que estaba en la superficie de la tierra sería destruido, a excepción del Arca. La palabra que utiliza el Creador para “ser viviente” es יְקוּם – yekúm, que más bien se refiere a una “cosa existente o que está de pie” y es solo por implicación que se traduce como “ser viviente”. Esta es una palabra peculiar que solo ocurre aquí, luego en Génesis 7:23, y en Deuteronomio 11:6, dentro de un contexto de destrucción. Por lo que la traducción de este versículo está minimizando el alcance de este juicio, porque en realidad el Diluvio iba a traer una destrucción cataclísmica de toda la tierra, nada de todo lo que existía sobre la faz de la tierra iba a quedar en pie, orgánico o inorgánico. Como veremos, la destrucción iba a incluir tsunamis viajando a velocidades inimaginables que iban a sepultar todo lo que se encontraran a su paso, fosilizando a los seres vivientes, demoliendo cualquier edificación, desapareciendo cualquier rastro de las civilizaciones antediluvianas. La devastación fue equiparable a miles de bombas atómicas detonando al mismo tiempo, aunado a terremotos y erupciones volcánicas por el movimiento de las placas tectónicas. Así es como planeó el Todopoderoso purificar el planeta, recreándolo de nuevo.
“El Señor es lento para la ira y abundante en misericordia, y perdona la iniquidad y la transgresión; pero de ninguna manera tendrá por inocente al culpable; sino que castigará la iniquidad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y la cuarta generación”. — Números 14:18 (NBLA)
Ver. 5 — Y Noé hizo conforme a todo lo que el Señor le había mandado.
Esta es la segunda vez que se menciona acerca de la obediencia incondicional de Noé (Génesis 6:22, 7:5,9,16), motivada por su fe, aún bajo las circunstancias más difíciles, porque ahora está con la presión de la cuenta regresiva de 7 días para asegurarse de que su familia, los animales, la comida, todas sus pertenencias, y todo lo necesario estuviera dentro del Arca. Verificar que los animales estuvieran en sus jaulas. Tenía un tiempo limitado para advertir por última vez a las personas, amigos y familiares que se arrepintieran y abordaran el Arca, y experimentar la tristeza del rechazo de todas estas personas incrédulas. Además, pudo haber estado de luto por la muerte de su abuelo. Pero con todo esto y más, Noé nos demuestra que la obediencia en medio de la adversidad de los peores momentos de la vida debe ser la meta y el deseo supremo de todos los creyentes en Jesucristo. Cuando Noé es declarado justo por su fe, recibe el honor de Dios de escapar del juicio del Diluvio, de la misma forma nosotros debemos de agradecer que el SEÑOR nos va a permitir escapar del juicio venidero, y en Su honor debemos obedecerlo de corazón el resto de nuestra vida, permaneciendo así vencedores hasta el final (Mateo 10:22).
“Pero el que persevere hasta el fin, ese será salvo.” — Mateo 24:13 (NBLA)
«Al vencedor, le concederé sentarse conmigo en Mi trono, como Yo también vencí y me senté con Mi Padre en Su trono.» — Apocalipsis 3:21 (NBLA)
¡Que Dios los bendiga!