En el artículo anterior vimos lo que nos muestran las Escrituras acerca de cómo orar, y terminamos con la enseñanza del apóstol Juan: el orar en el “Nombre de Jesús”. Ahora veremos lo que significa orar en “Su Nombre”. También veremos la primera parte del modelo de la oración que Jesús nos enseñó en el “Padre Nuestro”.
Orar en Nombre de Jesús
Jesús, en el Sermón del Monte, no solo nos dio la clave para el acceso al tesoro divino en Su Nombre, sino que también nos enseñó el tipo de oración que llega al cielo. La oración no es entrar a nuestro cuarto en privado y permitir que Dios lea nuestra mente y llamar a eso oración. La oración es más rica que esto. La oración, como ya vimos, es nuestra oportunidad para adorar a Dios, para alabarlo y agradecer por todo lo que Él ha hecho por nosotros, reconocer Su misericordia y la gracia que nos ha dado en nuestras vidas. Podemos confesar nuestros pecados y pedir perdón, eliminando de esta forma la culpa que sentimos. Entre más entendamos acerca de Dios, nuestras oraciones estarán más enfocadas en agradecerle a Dios que en pedirle a Dios.
[Dice Jesús]»Pero tú, cuando ores, apártate a solas, cierra la puerta detrás de ti y ora a tu Padre en privado. Entonces, tu Padre, quien todo lo ve, te recompensará.» — Mateo 6:6 (NTV)
¿Pero qué significa acabar nuestras oraciones en “el nombre de Jesús”? Cuando usted ora en “el nombre de Jesús”, usted está reconociendo que todo lo que su oración incluye está de acuerdo y dentro de la voluntad y propósito de Jesús, que nos es revelado a través de la Palabra de Dios. No es una fórmula que decimos al final de la oración para que todo lo que pedimos se nos conceda (Juan 14:14), sino que estamos corroborando que lo que incluimos en nuestra oración va a dar gloria a Dios y que tenemos la confianza de que Jesucristo va a avalar dicha oración y a interceder por nosotros con el Padre como nuestro Mediador.
[Dice Jesús] “Pueden pedir cualquier cosa en Mi nombre, y Yo la haré, para que el Hijo le dé gloria al Padre. Es cierto, pídanme cualquier cosa en Mi nombre, ¡y Yo la haré!” — Juan 14:13-14 (NTV)
Los discípulos de Jesús se daban cuenta que Él oraba frecuentemente, y cuando le pidieron que les enseñara cómo orar como vemos en Lucas 11:1-13, Él les mostró la forma de hacerlo. Y precisamente el mejor ejemplo para orar en “el nombre de Jesús” está en el modelo que Él mismo nos enseñó en “El Padre Nuestro”.
“Padre Nuestro” — El Patrón de la oración
[Jesús dijo] “Ustedes deben orar así: “Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea Tu Nombre. Venga Tu reino. Hágase Tu voluntad en la tierra, así como se hace en el cielo. Danos hoy el pan que necesitamos. Perdónanos el mal que hemos hecho, así como nosotros hemos perdonado a los que nos han hecho mal. No nos expongas a la tentación, sino líbranos del maligno.” — Mateo 6:9-13 (DHH)
Jesucristo enseñó a los discípulos la estructura ideal para que pudieran orar, por eso vemos que “El Padre Nuestro” es diferente en Mateo y en Lucas. Su mandato no fue digan estas palabras repetidamente. De hecho, Jesús dice que no hagamos oraciones repetitivas (Mateo 6:7).
[Jesús dice] “Cuando ustedes oren, no sean repetitivos, como los paganos, que piensan que por hablar mucho serán escuchados.” — Mateo 6:7 (RVC)
El Padre Nuestro está estructurado por 7 peticiones de la siguiente forma:
- Debemos de dirigir nuestra oración hacia el Padre (Padre Nuestro);
- Alabarlo (Santificado sea Tu Nombre, 1ª petición);
- Sumisión ante los propósitos de Dios (2ª – venga Tu reino, 3ª – hágase Tu voluntad);
- Pedir Su proveeduría/hacerle peticiones (4ª – danos hoy nuestro pan de cada día);
- Pedirle perdón por nuestros pecados/confesión (5ª – perdona nuestros pecados);
- Pedirle Su guía (6ª – no nos dejes caer en tentación);
- Pedirle Su protección (7ª – líbranos del mal).
Como veremos este modelo de oración está dividido en 2 partes: La primera sección es acerca de Dios, de Su gloria, Su reino, y Su voluntad. La segunda parte es de la dependencia que tiene el hombre de Dios, donde el Señor es quien nos provee, nos perdona, y nos protege. Ahora lo veremos con mayor detalle.
“Padre Nuestro”
Jesús nos dio el enorme privilegio de poder llamar a Dios, “Padre”. Imagine las caras de los apóstoles cuando en aquella época no era permitido ni siquiera pronunciar el nombre de Dios en voz alta, y mucho menos el llamarlo “Padre”, eso era inconcebible. Por esta razón, hoy en día nadie sabe cómo se pronuncia el nombre de Dios en hebreo y se debate entre cual es el nombre apropiado, si es YaHVeH o JeHoVáH. En el Antiguo Testamento, Dios es llamado “Padre”, solo 14 veces; pero en el Nuevo Testamento, tan sólo Jesús lo llama “Padre” 70 veces. Como cristianos hemos sido adoptados como hijos de Dios, y nos hemos ganado el privilegio de poderlo llamar “Padre” o en hebreo “Abba”, en español tener la intimidad de hablarle de “Tú” con gran respeto. Recuerde que este privilegio de adopción nos lo dio Jesús, por lo que siempre debemos mantener la solemnidad en nuestras oraciones por respeto al Padre y a Jesucristo. Como hijos de Dios, debemos escuchar Su voz y obedecerla.
“Pero a todos los que creyeron en Él [Jesús] y lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios.” — Juan 1:12 (NTV)
El apóstol Pablo nos dice que el ser hijos de Dios no es algo en automático, o que lo heredamos, o que está en nuestros genes, sino que es porque Jesús habita en nosotros y por eso recibimos el privilegio de la paternidad de Dios al tener el Espíritu de Su Hijo en nosotros, y lo podemos llamar “Padre”.
“Pues todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios… recibieron el Espíritu de Dios cuando Él los adoptó como sus propios hijos. Ahora lo llamamos «Abba, Padre». Pues su Espíritu se une a nuestro espíritu para confirmar que somos hijos de Dios.” — Romanos 8:14-16 (NTV)
Cuando llamamos Padre a Dios estamos implicando la obediencia y el amor que le tenemos. Si Jesús nos dice que Él no está haciendo Su propia voluntad, sino que la voluntad de Su Padre, nosotros como hijos adoptivos cuanto más debemos obedecerlo. La obediencia es una de las características de Sus hijos.
[Dice Jesús] “Los que aceptan Mis mandamientos y los obedecen son los que me aman. Y, porque me aman a Mí, Mi Padre los amará a ellos. Y Yo los amaré y me daré a conocer a cada uno de ellos.” — Juan 14:21 (NTV)
[Dice Jesús] “Pues he descendido del cielo para hacer la voluntad de Dios [Padre], quien me envió, no para hacer Mi propia voluntad.” — Juan 6:38 (NTV)
Hoy en día otras religiones como el islam o el hinduismo no se atreven a llamar a sus dioses como padre. Pero por otro lado, Jesús nos revela la intimidad que tenemos cuando oramos a Dios, llamándolo “Padre”. Imagine si tuviéramos que orar, «querido extraño transcendente…», o «distante, gran temido…», tal vez no nos sentiríamos muy motivados o consolados cuando llegamos a la parte de la petición. Pero así es como ven a sus dioses en otras religiones.
“Pues todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús.” — Gálatas 3:26 (NTV)
Jesús siempre llamo a Dios —“Padre” — en Sus oraciones, excepto cuando Él estaba en la cruz, cuando dijo: “Dios mío [Padre], Dios mío [Espíritu Santo]” mostrando Su separación de ellos porque en ese momento Él era el portador de todos los pecados del mundo, y estaba separado de Dios por primera vez en toda la eternidad.
“A eso de las tres de la tarde, Jesús clamó en voz fuerte: «Eli, Eli, ¿lema sabactani?», que significa «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?».” — Mateo 27:46 (NTV)
Otro punto a recalcar es que al orar “Padre nuestro” estamos eliminando el ego-centrismo de hacer una oración personal, ya que no estamos diciendo “Padre mío”. Así que nuestra oración toma en consideración el bien de todos, no solo el de nuestra persona. Elevando nuestra oración a otro nivel al forzarnos a hacerla más inclusiva.
“Que estas en el Cielo”
Si Dios está en todos lados, ¿porque Jesús señala que está en el cielo? Porque Dios es Espíritu, y Él está más allá de este universo. Jesús nos está hablando de la intimidad que podemos tener con Dios, pero al mismo tiempo nos muestra la separación entre el Creador y la creatura. Esta frase nos hará recordar siempre a quien nos estamos dirigiendo cuando oramos al “Padre”.
“Santificado sea Tu Nombre” — Primer petición
Jesús ahora nos enseña que la esencia de la oración es la adoración de Dios. Esta es nuestra primer petición que hacemos en el “Padre Nuestro” para mostrar que honrar a nuestro Creador es la principal prioridad en nuestro corazón. Su nombre representa quien es Él, Su carácter, Su naturaleza, Sus atributos, Su personalidad, Su reputación, y Sus propósitos que son santos.
“Dios le respondió a Moisés: «YO SOY EL QUE SOY [YAHVEH].» … Él es el Dios de sus padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.” Éste es Mi nombre eterno. Con este nombre se me recordará por todos los siglos.” — Éxodo 3:14-15b (RVC)
Yahveh o Jehová es el nombre favorito de Dios, es usado 6,823 veces en el Antiguo Testamento. Pero también utiliza otros nombres de acuerdo a Su propósito como: ELOHIM, el Creador; ADONAI, Mi Señor; Yahveh-Jireh (que significa «el Señor proveerá», Génesis 22:14); El-Shaddai, “Dios Todopoderoso”, Éxodo 6:3; Yahveh-Nisi (que significa «el Señor es mi estandarte», Éxodo 17:15); Yahveh-Shalom (que significa «el Señor es paz», Jueces 6:24); Yahveh-Mecadesh (que significa «el Señor que los santifica», Levítico 20:8); Yahveh-Rafa (que significa « el Señor tu sanador», Éxodo 15:26); entre otros nombres.
“El Señor pasó por delante de Moisés proclamando: «¡Yahveh! ¡El Señor! ¡El Dios de compasión y misericordia! Soy lento para enojarme y estoy lleno de amor inagotable y fidelidad. Yo derramo amor inagotable a mil generaciones, y perdono la iniquidad, la rebelión y el pecado. Pero no absuelvo al culpable.” — Éxodo 34:6-7a (NTV)
Y el más famoso de todos los nombres de Dios, para los cristianos, es Jesucristo, Yeshúa-HaMashíaj (en hebreo), que significa «el Señor salva», «el Señor es nuestro Salvador».
«Tengan la misma actitud que tuvo Cristo Jesús…renunció a sus privilegios divinos; adoptó la humilde posición de un esclavo y nació como un ser humano…se humilló a sí mismo en obediencia a Dios y murió en una cruz como morían los criminales. Por lo tanto, Dios lo elevó al lugar de máximo honor y le dio el nombre que está por encima de todos los demás nombres.» — Filipenses 2:5-9 (NTV)
“Se le apareció en sueños un ángel del Señor y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María por esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a Su pueblo de sus pecados».” — Mateo 1:20b-21 (NVI)
Dios requiere que lo tratemos como Santo, porque Él es santo. Por lo que nos estamos alineando a Su voluntad desde el inicio de la oración, y no vamos a pedirle algo que no santifique Su Santo Nombre. No debemos de cometer el error de Nadab y Abiú que se acercaron a la presencia del Señor con una actitud irrespetuosa y su desobediencia les costó la vida (Levítico 10:1-2). Jesús nos enfatiza que como cristianos debemos de mantener el Nombre de Dios santo y lo debemos de tratar con la mayor reverencia, el Tercer Mandamiento lo enfatiza (Éxodo 20:7). Santificar viene de la palabra griega, jagiazo – ἁγιάζω, separar algo de lo común y corriente para consagrarlo a Dios, (vea definición de santo). Usted santifica el Nombre de Dios cuando entiende quien es Él a través del estudio de las Escrituras; de forma que lo que usted dice y hace, refleja una actitud enfocada a hacer todo para la gloria de Dios.
“Yo Soy el Señor su Dios. Por lo tanto, ustedes se santificarán, y serán santos, porque Yo Soy santo.” — Levítico 11:44a (RVC)
«Así que, sea que coman o beban o cualquier otra cosa que hagan, háganlo todo para la gloria de Dios.» — 1 Corintios 10:31 (NTV)
Otra forma de santificar el nombre de Dios es cuando damos frutos del Espíritu, al comportarnos de acuerdo a Su voluntad. Cuando vivimos en desobediencia de los Mandamientos de Dios estamos tomando Su nombre en vano, siguiendo las filosofías del mundo, y alejándonos de Su Reino.
[Dice Jesús]“No todo el que me llama: “¡Señor, Señor!” entrará en el reino del cielo. Solo entrarán aquellos que verdaderamente hacen la voluntad de Mi Padre que está en el cielo.” — Mateo 7:21 (NTV)
Por lo que la frase, “Santificado sea Tu Nombre” se refiere a que cuando recemos debemos mantener la intimidad con nuestro Padre Celestial y también considerar Su Santidad, separándolo de lo común de este mundo para no profanar Su Nombre, recordando siempre el adorar, honrar, alabar, respetar, exaltar y santificar a Dios con nuestra oración.
“¡Únanse a mí, y reconozcan Su grandeza! ¡Exaltemos a una voz Su Nombre!” — Salmos 34:3 (RVC)
“Vénganos Tu reino” — Segunda petición
Dios siempre ha reinado el universo. Él lo creó, lo controla, lo mantiene funcionando, y lo hace desde el cielo. En la tierra, lamentablemente hay personas que se rehúsan a abrir los ojos, estas personas se niegan a reconocer el reino de Dios y piensan que no lo necesitan. Esta es la principal causa de los problemas que estamos viviendo, ya que el hombre fue creado para servir a Dios, cuando se desvía y empieza a servir a cosas de la creación, surgen todos los conflictos que enfrentamos desde el ámbito espiritual, social, económico, hasta los problemas físicos, materiales y ambientales que tenemos. Por eso oramos para que venga el reino de Dios.
«Porque el reino de Dios no es cuestión de comer o beber determinadas cosas, sino de vivir en justicia, paz y alegría por medio del Espíritu Santo.»— Romanos 14:17 (DHH)
Cuando oramos por el reino, estamos enfocándonos en 3 divisiones: 1) entre los creyentes, 2) entre los incrédulos, y 3) en el reino futuro de Jesucristo.
1) Entre creyentes, oramos porque Dios extienda Su poder sobre cada una de las partes de nuestra vida, emociones, deseos y pensamientos. Estamos pidiendo que reine sobre nosotros completamente, que nosotros queremos crecer como cristianos y obedecerlo con todo nuestro corazón. Su reino viene a nosotros a través del Espíritu Santo, quien corrige nuestros deseos y por Su Palabra, que moldea nuestros pensamientos.
2) Entre incrédulos. El reino de Dios en la tierra es parcial por el momento, porque el dominio de este mundo fue transferido de Adán a Satanás, quien tiene el control sobre los incrédulos.
«Satanás, quien es el dios de este mundo, ha cegado la mente de los que no creen. Son incapaces de ver la gloriosa luz de la Buena Noticia. No entienden este mensaje acerca de la gloria de Cristo, quien es la imagen exacta de Dios.» — 2 Corintios 4:4 (NTV)
“Sabemos que somos de Dios, y que el mundo entero está bajo el maligno.” — 1 Juan 5:19 (RVC)
Pero Juan el Bautista nos dice que el reino del cielo está cerca.
“«Arrepiéntanse de sus pecados y vuelvan a Dios, porque el reino del cielo está cerca».” — Mateo 3:2 (NTV)
¿Qué debemos de hacer cómo ciudadanos del Reino de Dios en la tierra para expandir Su Reino acercándolo a los incrédulos? Debemos dirigir los esfuerzos de nuestras oraciones para crear una sociedad más devota a Dios y a través de nuestro trabajo evangelizador. El reino de Dios viene por medio de la conversión de la gente, ya que Dios viene a la tierra cada vez que una persona se convierte y recibe a Jesús, y la población de Su reino crece instantáneamente con cada creyente que vuelve a nacer en Su reino. Por eso nuestras oraciones deben de estar orientadas a la evangelización, por la salvación de almas o nuevos ciudadanos del reino.
“Por ese tiempo, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: —¿Quién es el más importante en el reino del cielo? Jesús llamó a un niño pequeño y lo puso en medio de ellos. Entonces dijo: —Les digo la verdad, a menos que se aparten de sus pecados y se vuelvan como niños, nunca entrarán en el reino del cielo. Así que el que se vuelva tan humilde como este pequeño es el más importante en el reino del cielo.” — Mateo 18:1-4 (NTV)
Como Sus discípulos tenemos que tener la pasión por evangelizar y esparcir la semilla del reino de Dios como la sal y la luz de este mundo a las personas que nos rodean. La verdadera oración “en el Espíritu” está orientada a todo lo concerniente a Dios. Ahora debemos de orar por el plan de salvación de nuestro Señor.
“Pero ahora la gente creyó el mensaje de Felipe sobre la Buena Noticia acerca del reino de Dios y del nombre de Jesucristo. Como resultado, se bautizaron muchos hombres y mujeres.” — Hechos 8:12 (NTV)
Imagine si todas las personas en el mundo fueran cristianos “nacidos de nuevo”, ciudadanos del reino de Dios; seguramente se eliminarían la mayoría, si no es que todos los problemas que tenemos en la actualidad. ¿No cree que esto sería fabuloso? Pues, Jesús nos está diciendo que pidamos porque el reino de Dios crezca (disminuyendo el dominio de Satanás) y sea visible en la tierra. El reino de Dios, o del Cielo, fue el centro del mensaje que Jesús predicó durante Su ministerio. Lo vemos en el sermón del monte (Mateo 5-7), y principalmente en Sus parábolas, como en la parábola de la cizaña.
[Jesús] “Él les respondió: «Debo predicar la Buena Noticia del reino de Dios también en otras ciudades, porque para eso fui enviado».” — Lucas 4:43 (NTV)
[la parábola de la cizaña] “El campo es el mundo, la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del maligno.” — Mateo 13:38 (RVC)
La parábola de la cizaña debe motivarnos a que en nuestras oraciones las encaminemos a derrotar todas estas fuerzas enemigas, para permitir que el reino avance y se expanda con la conversión de más almas perdidas que alcanzan la salvación que nos ofrece Jesucristo. La más grande oposición del Reino de Jesús, y de nuestra vida como cristiano, es el reino presente en el mundo en el que vivimos, en donde Satanás reina. La esencia del reino del diablo es el de alejar a la gente de Dios a través de su plataforma de engaños en todos los ámbitos.
“Este gran dragón —la serpiente antigua llamada diablo o Satanás, el que engaña al mundo entero— fue lanzado a la tierra junto con todos sus ángeles.” — Apocalipsis 12:9 (NTV)
3) El reino de Jesús en la Tierra. La palabra “reino” viene del griego βασιλεία – basileia, pero no se refiere a un reino geográfico, o a un territorio; sino a la autoridad para gobernar sobre un reino, el dominio, un poder real. Por lo que cuando oramos, lo que le estamos pidiendo a Dios es que gobierne sobre la tierra poniendo a Jesucristo en el trono, y que empiece Su perfecto reinado del milenio. Por lo que nuestras oraciones serán respondidas con la segunda venida de Jesucristo para que establezca Su reino y que acabe con el pecado.
“El Señor [Yahveh] me dijo: “Tú eres Mi hijo. Hoy he llegado a ser Tu Padre. Tan solo pídelo, y te daré como herencia las naciones, toda la tierra como posesión tuya.” — Salmos 2:7-8 (NTV)
El reino de Jesús va a ser un reino perfecto de paz en la tierra, va a ser algo inimaginable, donde no va haber sufrimiento, injusticia, pobreza, o tristeza, inclusive la muerte va a desaparecer. Por supuesto, no va a ser un reino o gobierno como los que conocemos en este mundo, que están llenos de corrupción y pecados por la naturaleza humana. Jesús le explicó esto a Pilato.
“Respondió Jesús: «Mi reino no es de este mundo. Si Mi reino fuera de este mundo, Mis servidores lucharían para que Yo no fuera entregado a los judíos. Pero Mi reino no es de aquí.».” — Juan 18:36 (RVC)
Como cristianos nuestro más grande deseo debe de ser ver a nuestro Señor Jesucristo reinando en la tierra durante el milenio como el Rey de reyes y Señor de señores, en donde veremos la mayor expansión del Reino de Dios en la historia de este mundo y el Príncipe de Paz reinará en la tierra. ¡Que alegría tenemos en esta maravillosa promesa!
“Después vi tronos, y los que estaban sentados en ellos habían recibido autoridad para juzgar. Vi las almas de aquellos que habían sido decapitados por dar testimonio acerca de Jesús y proclamar la Palabra de Dios. Ellos no habían adorado a la bestia ni a su estatua, ni habían aceptado su marca en la frente o en las manos. Volvieron a la vida, y reinaron con Cristo durante mil años.” — Apocalipsis 20:4 (NTV)
“Hágase Tú voluntad así en la tierra como en el cielo” — Tercer petición
Para continuar honrando a Dios, ahora estamos pidiendo que haya obediencia en la tierra de Su voluntad, antes de que nosotros hagamos nuestras peticiones personales.
Esta es la parte crucial que nos enseña Jesús en la oración, en donde los cristianos buscamos que la voluntad del Señor se lleve a cabo para Su gloria. Y al decir: “hágase Tú voluntad”, nosotros nos estamos alineando a Su voluntad y a Sus mandamientos para honrarlo. Dios siempre va a hacer lo mejor para nosotros, por lo que le solicitamos que se haga Su voluntad para que Sus planes se lleven a cabo y nosotros seamos beneficiados al mismo tiempo.
“Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman, es decir, de los que Él ha llamado de acuerdo a Su propósito.” — Romanos 8:28 (RVC)
La verdadera adoración comienza glorificando a Dios y poniendo nuestros deseos en un segundo plano. Lamentablemente, la mayoría de la gente piensa en la oración como un esfuerzo para poner a Dios en línea con sus propios deseos y necesidades, y hoy esta es una tendencia muy predominante en la iglesia. El tratar a Dios como si fuera el genio de la lámpara maravillosa para que cumpla nuestros caprichos. Pero la lámpara no existe, es un cuento pagano, y las enseñanzas de Jesús nos dicen lo contrario.
Cuando pedimos en oración que Su voluntad sea hecha, estamos pidiendo que la voluntad de Dios sea nuestra voluntad en la tierra, que nos alineemos con Él y tomemos una posición de dependencia total de nuestro Señor, al reconocer que sin Él no podemos hacer nada. Cuando hacemos eso, estamos dejando que la mente de Dios, cuya sabiduría resuelve todas las cosas de forma perfecta y de una forma infinitamente mejor que lo que nosotros lo podríamos hacer, nos ayude a resolver nuestros problemas, ansiedades y conflictos. Solamente tenemos que tener fe en Él. La oración es esencial para que la voluntad de Dios trabaje apropiadamente en la tierra, llevando a cabo el plan lleno de la gracia de Dios.
«Yo Soy la Vid, y ustedes son las ramas. El que permanece unido a Mí, y Yo unido a él, da mucho fruto; pues sin Mí no pueden ustedes hacer nada.» — Juan 15:5 (DHH)
Como vimos no debemos malinterpretar esta petición acerca de la voluntad de Dios como si fuera la imposición de la voluntad de un dictador de este mundo. O rezar esta parte de la oración con resentimiento solo porque es parte de la «receta», o porque es una obligación. Esta frase nos ayuda a crecer como cristianos, en nuestra oración en el Espíritu, y al saber que siempre vamos a ser beneficiados con las bendiciones de Dios por hacer Su voluntad.
El rey David nos dice cómo los ángeles hacen la voluntad de Dios en el cielo. Y nosotros debemos de hacer nuestra parte en la tierra:
“Alaben al Señor, ustedes los ángeles, ustedes los poderosos que llevan a cabo Sus planes, que están atentos a cada uno de Sus mandatos.” — Salmos 103:20 (NTV)
Cuando oramos por nuestros familiares, amistades, conocidos, por nuestra congregación, los misionarios, por nuestros gobernantes, etc., debemos en cada caso orar porque se haga la voluntad de Dios a través de los actos de estas personas. Que se avance el reino en ellos y a través de ellos.
Como último punto, el orar porque la voluntad de Dios se lleve a cabo, es orar porque la voluntad de Satanás no ocurra, también que la maldad y el pecado no prosperen, y que sean erradicados. Tal y como lo describe el rey David.
“Levántate, oh Dios, y dispersa a Tus enemigos; que todos los que odian a Dios corran por sus vidas.” — Salmos 68:1 (NTV)
En nuestro siguiente artículo continuaremos con la segunda parte del “Padre Nuestro”, en donde continuaremos aprendiendo del poder en este modelo de oración.
¡Que Dios los bendiga!