Ver. 17 — Y al hombre le dijo: «Dado que hiciste caso a tu esposa y comiste del fruto del árbol del que te ordené que no comieras, la tierra es maldita por tu culpa. Toda tu vida lucharás para poder vivir de ella.
Ahora veremos la última parte del Pacto Adámico que es para Adán. A Adán se le adjudica la entrada del pecado en el mundo, y ahora veremos las consecuencias que afectan a toda la creación, empezando porque la tierra es maldecida. El hombre sufrirá con un trabajo laborioso durante toda su vida para obtener su alimento, se multiplicarán sus dificultades, y terminará sus días regresando al polvo de la tierra en su muerte. Este pacto dictó el tipo de vida que la humanidad ha tenido después de la caída de nuestros primeros padres.
“Dado que hiciste caso a tu esposa y comiste del fruto del árbol del que te ordené que no comieras”
La caída de la humanidad es culpa de Adán, ya que, en lugar de proteger a su esposa de la serpiente, Adán la siguió pasivamente, desobedeciendo el mandato de Dios (Génesis 2:15-17). La mujer fue engañada por el maestro de la mentira, Satanás, pero él no (1 Timoteo 2:14). Adán sabía exactamente lo que estaba haciendo, tal vez no consideró las consecuencias. Por eso es que Dios fincó la responsabilidad en él.
El hombre es el receptor de la sentencia de muerte porque él es el principal culpable de la caída de la humanidad. Pero se preguntará ¿porque la sentencia de Dios fue tan drástica y extrema? Sabemos que cada castigo en la sabiduría de Dios es proporcional a la ofensa. Aunque el acto de comer el fruto prohibido para nosotros no parece tan grave, si lo comparamos con la violencia con la que vivimos hoy (que por cierto fue desencadenada por este pecado original). Vemos que para Dios es un pecado que resulta de la aspiración que tenía Adán al querer ser igual que su Creador, y que despreció la ley que Dios le dio, desafió Su autoridad, deshonró la veracidad de Dios, e insultó el amor de Dios al darle la espalda y seguir a la mujer en la única prohibición que tenía.
La sentencia sobre Adán está al nivel de su crimen e incluye un castigo triple: primero, la maldición de la tierra; segundo, el trabajo arduo y doloroso para subsistir; y tercero, la muerte, la cual, también afectó a la mujer, porque ella compartió la culpa también. Lamentablemente la reacción de Adán al ofrecimiento de la mujer no fue la de Pedro y Juan cuando enfrentaron a los sacerdotes del concilio.
“Pero Pedro y Juan les respondieron: «Juzguen ustedes: ¿Es justo delante de Dios obedecerlos a ustedes antes que a Él [Dios]?” — Hechos 4:19 (RVC)
Pero después del pecado de nuestros primeros padres, Dios nos ha mostrado Su sabiduría y Su gracia. Que no podría haber sido mostrada si no hubiera habido pecado en el mundo. Dios nos muestra que Él va a restaurar al hombre a una posición mejor de la que tenía cuando estaba en el paraíso. Él nos va a llevar de la naturaleza terrenal (la naturaleza pecaminosa) que tenía Adán a pertenecer a Cristo quien nos envía a Su Espíritu, dándonos una nueva naturaleza.
“La ley de Moisés no podía salvarnos, porque nuestra naturaleza pecaminosa es débil. Así que Dios hizo lo que la ley no podía hacer. Él envió a Su propio Hijo en un cuerpo como el que nosotros los pecadores tenemos; y en ese cuerpo, mediante la entrega de Su Hijo como sacrificio por nuestros pecados, Dios declaró el fin del dominio que el pecado tenía sobre nosotros.” — Romanos 8:3 (NTV)
Adán vivía en la inocencia, sin conocer el mal, con Cristo somos rectos y justos, aprendimos la bendición del perdón de los pecados, seremos herederos con Cristo. Tendremos una mejor relación con Dios que la que se podía tener antes de la caída, porque tenemos un punto de comparación y apreciaremos más la gloria de Dios.
“Pues Dios nos salvó y nos llamó para vivir una vida santa. No lo hizo porque lo mereciéramos, sino porque ese era Su plan desde antes del comienzo del tiempo, para mostrarnos Su gracia por medio de Cristo Jesús.” — 2 Timoteo 1:9 (NTV)
Observe como nuestro Señor Jesucristo, el último Adán, es la antítesis directa en carácter y conducta del primer Adán, quien rechazó la única restricción divina sobre él; en cambio Cristo, quien es Dios, tomó la forma de sirviente. Jesucristo cargó con las consecuencias del pecado del hombre para revertir los efectos de la caída. Que lo llevaron al punto que Cristo fue hecho una maldición por nosotros, murió una muerte maldita.
“Pero Cristo nos ha rescatado de la maldición dictada en la ley. Cuando fue colgado en la cruz, cargó sobre sí la maldición de nuestras fechorías. Pues está escrito: «Maldito todo el que es colgado en un madero».” — Gálatas 3:13 (NTV)
También el pecado introdujo la muerte a este mundo. Pero Jesús, nuestro Salvador, vino a cambiar nuestra situación en el pecado.
“Cuando vea todo lo que se logró mediante su angustia, quedará satisfecho. Y a causa de lo que sufrió, Mi siervo justo hará posible que muchos sean contados entre los justos, porque Él cargará con todos los pecados de ellos.” — Isaías 53:11 (NTV)
Veremos varios contrastes en este artículo como cuando Adán fue tentado y pecó; pero cuando Jesús fue tentado en el desierto por el diablo, Él lo rechazó con la verdad de Dios.
“Entonces Jesús le dijo: «Vete, Satanás, porque escrito está: “Al Señor tu Dios adorarás, y a Él sólo servirás.”»” — Mateo 4:10 (RVC)
“la tierra es maldita por tu culpa”
La palabra «maldita» del hebreo אָרַר – arar, la forma típica de introducir un decreto de condena; sólo se utiliza para la serpiente, como el creador de la tentación; y en referencia a «la tierra» como el lugar donde habita la raza humana. Y vemos como los dos crímenes están conectados, y la duración del castigo en ambos casos, es por el resto de sus días. Pero Dios no pronuncia una maldición sobre el hombre o la mujer.
El castigo de Adán está relacionado a su crimen, ya que la tierra es de donde él proviene, también es el responsable del cuidado de la tierra en el paraíso (Gen 2:7 y 15), y a donde regresará al final de sus días. Ahora la tierra, que fue creada para Adán y sus descendientes, y quien tenía dominio sobre ella, quedó maldecida por su culpa y él es el principal afectado porque tendrá que trabajar laboriosamente hasta su muerte. Ahora la tierra, y todas las cosas en ella, que fueron hechas para el hombre, pasan de ser la fuente de vida, felicidad, y de ser la bendición más grande a su servicio; a ser la fuente de dolor, fatiga, y desgaste. Toda la naturaleza le ofrecerá resistencia a su voluntad, se convertirá en su enemigo en lugar de su sirviente y aliado.
“Sus días de trabajo están llenos de dolor y angustia, ni siquiera de noche pueden descansar la mente. Nada tiene sentido.” — Eclesiastés 2:23 (NTV)
Esto es una prueba de la gran pecaminosidad de esta acción, y su justa penalidad. La creación fue arrastrada por la caída del hombre y ahora el lugar donde Adán habita ya no es cómodo, ni fructífero, sino que tiene que trabajar arduamente la tierra para poder comer.
“Por la maldad de sus habitantes deja estéril la tierra generosa” — Salmos 107:34 (RVC)
El pecado de Adán introdujo el principio de decaimiento y muerte en el ambiente, animales y vegetales de todo el mundo, y en general en toda la creación.
“Pues tanto las personas como los animales tienen el mismo destino: ambos respiran y ambos mueren. Así que las personas no tienen una verdadera ventaja sobre los animales. ¡Qué absurdo!” — Eclesiastés 3:19 (NTV)
[Dice Jesús] “No almacenes tesoros aquí en la tierra, donde las polillas se los comen y el óxido los destruye, y donde los ladrones entran y roban. Almacena tus tesoros en el cielo, donde las polillas y el óxido no pueden destruir, y los ladrones no entran a robar.” — Mateo 6:19-20 (NTV)
Por todas partes en la tierra se ven desolación y ruina, muerte y corrupción. Los científicos conocen esto como la segunda ley de termodinámica, o entropía, que explica como el universo tiende al caos y va decayendo hasta que muere, desde la entropía que ocurre en un ser humano hasta una estrella que muere, es el resultado de esta maldición.
“Contra su propia voluntad, toda la creación quedó sujeta a la maldición de Dios. Sin embargo, con gran esperanza, la creación espera el día en que será liberada de la muerte y la descomposición, y se unirá a la gloria de los hijos de Dios.” — Romanos 8:20-21 (NTV)
La buena noticia, como nos explica el apóstol Pablo, es que estos efectos devastadores no son permanentes, todo va a cambiar con la segunda venida de Jesucristo cuando inaugure el Milenio, la primera fase de restauración será cuando recibamos nuestros nuevos cuerpos glorificados (1 Cor 15:50-58); y la maldición quedará completamente erradicada cuando vengan el nuevo cielo y la nueva tierra.
[Dice el Señor] “¡Miren! Estoy creando cielos nuevos y una tierra nueva, y nadie volverá siquiera a pensar en los anteriores.” — Isaías 65:17 (NTV)
“Entonces vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido y también el mar.” — Apocalipsis 21:1 (NTV)
“y los creyentes también gemimos… porque anhelamos que nuestro cuerpo sea liberado del pecado y el sufrimiento. Nosotros también deseamos con una esperanza ferviente que llegue el día en que Dios nos dé todos nuestros derechos como sus hijos adoptivos, incluido el nuevo cuerpo que nos prometió.” — Romanos 8:23 (NTV)
“Toda tu vida lucharás para poder vivir de ella”
En la Biblia Reina-Valera Contemporánea (RVC) dice: “con dolor comerás de ella todos los días de tu vida.” Este es el recordatorio para el hombre de que se la pasará con dolor el resto de sus días cultivando la tierra para alimentar a su familia, hasta el día que muera y regrese a la tierra.
Dios le ordenó que no comiera de la fruta prohibida y la penitencia afectó la habilidad de la humanidad para conseguir alimento. Ahora comer será más difícil que antes, ya no habrá más “comidas gratis”, tenemos que trabajar por ellas. Por eso cuando regrese cansado del trabajo, recuerde a Adán. Es un recordatorio perpetuo de cuando nos rebelamos contra Dios.
Sin embargo, la misma sentencia contenía la providencia de gracia divina, ya que el hombre, aunque batallando, podría tener lo suficiente para sobrevivir al cultivar la tierra con una productividad disminuida.
“Sin embargo, lo que ahora sufrimos no es nada comparado con la gloria que Él nos revelará más adelante.” — Romanos 8:18 (NTV)
Continuaremos aprendiendo más en nuestro siguiente estudio. ¡Que Dios los bendiga!
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