En el artículo anterior vimos que el Décimo Mandamiento nos indica que vigilemos nuestra mente, en particular que no permitamos malos pensamientos de codicia. También vimos algunas historias de codicia mencionadas en las Escrituras, ahora continuaremos hablando acerca de otros ejemplos Bíblicos que nos hablan de la transgresión del Décimo Mandamiento, también hablaremos de cómo nuestra sociedad fomenta la iniquidad a través del materialismo, y esto nos puede alejar el SEÑOR.
Otros Ejemplos de la Codicia en las Escrituras
Uno de los peligros a los que estamos expuestos cuando transgredimos el Décimo Mandamiento, es que abrimos la puerta a la opresión demoniaca, ya que el primer asesinato registrado en Génesis, creemos que fue inspirado por demonios. No sabemos cómo era la relación entre Caín y Abel, pero sabemos que después de que el sacrificio de Abel fue aceptado, Caín se llenó de envida de su hermano menor, porque codiciaba la aceptación del SEÑOR, y después tenemos la extraña advertencia que le da Dios a Caín en Génesis 4:7. ¿Y se ha preguntado por qué las Escrituras personifican el «pecado»? “el pecado yace a la puerta y te codicia” ¿No le parece extraño que el pecado pueda codiciar, acechar, o seducir a Caín como si fuera un ser? Aparentemente, algo más está sucediendo aquí, como lo vimos en nuestro artículo Génesis 4:6-7 – La Lucha Interna de Caín en Contra del Pecado, si vemos la palabra “yace”, en hebreo es “רֹבֵץ – robéts”, cuya raíz es “רָבַץ – rabáts” que es estar agazapado, yacer, encontrarse, esta palabra en asirio es “rabâṣu”, con el mismo significado. Pero lo más interesante es que en las mismas consonantes en acadio se utilizaban para llamar a Rābiṣu, un demonio de la mitología acadia. Lo que nos puede explicar el juego de palabras que utiliza el SEÑOR dándonos el contexto del pasaje que apoyaría la interpretación demoníaca, porque el pecado no acecha o codicia, pero los demonios si lo hacen, que esperan el momento oportuno, una invitación que ocurre cuando la persona trasgrede el Décimo Mandamiento, y pueden seducir a la persona a que cometa otros pecados como en este caso el primer asesinato en las Escrituras.
“Si haces bien, ¿no serás aceptado? Pero si no haces bien, el pecado yace a la puerta y te codicia, pero tú debes dominarlo».” — Génesis 4:7 (NBLA)
En las Escrituras encontramos que incluso los reyes no están contentos con lo que tienen, porque no sienten tener lo suficiente, como lo vemos en la historia del rey Acab, quien al codiciar un viñedo, provocó el asesinato de Nabot en 1 Reyes 21. Ya que aun y cuando, el rey Acab tenía su palacio, campos, graneros y viñedos, no estaba satisfecho, en su avaricia además quería tener la viña de Nabot, la cual estaba junto a su palacio. Pero Nabot, apegándose a la ley de Dios, no podía vender la herencia de su familia, de su tribu, a una tribu diferente, aunque se lo estuviera pidiendo el rey (Números 36:9). Por lo que la reina, Jezabel, la esposa de Acab, intervino maliciosamente en ese asunto: hizo que dos falsos testigos levantaran cargos en contra de Nabot, y como consecuencia fue sentenciado a muerte. La codicia de Acab hizo que se transgredieran el Sexto, Octavo, Noveno y Décimo Mandamientos. Pero su felicidad al tomar posesión del campo de su prójimo, terminó en tristeza, cuando el profeta Elías le dijo el castigo que recibirían él, su esposa y sus descendientes por los crímenes que cometieron para adueñarse del viñedo de Nabot. Acab terminó rasgando su ropa y vistiendo de luto por sus pecados (1 Reyes 21:27). Muchos tienen corazones codiciosos y no están satisfechos, pero cuando codician lo que no deberían codiciar, si alguna vez lo consiguen, considere que el SEÑOR no los bendecirá y tampoco tendrán felicidad, pese a todos sus esfuerzos. Puede ver más información de la cadena del pecado que desata la codicia en nuestro artículo La Ilusión de la Riqueza Terrenal.
“Después de estas cosas aconteció que Nabot de Jezreel tenía una viña que estaba en Jezreel, junto al palacio de Acab, rey de Samaria, y Acab le dijo a Nabot: «Dame tu viña para que me sirva de huerta para hortaliza porque está cerca, al lado de mi casa… Pero Nabot le dijo a Acab: «No permita el Señor que le dé la herencia de mis padres».” — 1 Reyes 21:1-2a, 3(NBLA)
“Cuando Jezabel oyó que Nabot había sido apedreado y había muerto, Jezabel dijo a Acab: «Levántate, toma posesión de la viña de Nabot de Jezreel.” — 1 Reyes 21:15a (NBLA)
“Cuando Acab oyó estas palabras, rasgó sus vestidos, puso cilicio sobre sí y ayunó, se acostó con el cilicio y andaba abatido.” — 1 Reyes 21:27 (NBLA)
Por eso nuestro Señor Jesucristo nos advierte en la parábola del rico insensato que la vida de un hombre no consiste en la abundancia de cosas que posee aquí en el mundo, sino de lo rico que sea en su relación con Dios (Mateo 7:11).
[Jesús dice] Y les dijo: —Miren, guárdense de toda codicia, porque la vida de uno no consiste en la abundancia de los bienes que posee.” — Lucas 12:15 (RVA-2015)
[El Rico insensato dice] “Y me diré a mí mismo: Muchos bienes tienes almacenados para muchos años. Descansa, come, bebe, alégrate”. Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta noche vienen a pedir tu vida; y lo que has provisto, ¿para quién será?”. Así es el que hace tesoro para sí y no es rico para con Dios.” — Lucas 12:19-21 (RVA-2015)
Y como recordará, fue la codicia de Judas Iscariote (Mateo 26:14-15) la que hizo que capturaran a Jesús, y que fuera sentenciado a morir en la cruz. Judas codiciaba la plata, y estuvo dispuesto a vender al Salvador del mundo. ¿Pero fue Judas feliz al final con las 30 monedas de plata que recibió? No, su remordimiento fue tan grande que lo hizo arrojar las monedas a los sacerdotes, y terminó en suicidio al ahorcarse por su traición.
“Cuando Judas, el que lo había traicionado, vio que Jesús había sido condenado, se arrepintió y devolvió las treinta monedas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos… Entonces Judas arrojó en el templo las monedas de plata, y después de eso salió y se ahorcó.” — Mateo 27:3, 5 (RVC)
“El Hijo del Hombre se va, según está escrito de Él; pero ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Mejor le fuera a ese hombre no haber nacido»” — Mateo 26:24 (NBLA)
Y mientras que Judas cometió esta horrible traición en contra del Hijo de Dios, las Escrituras nos hablan de otro ser al que le fue encontrada iniquidad en su corazón, impulsada por su codicia por usurpar el lugar del Altísimo, nos estamos refiriendo al querubín que fue creado como un modelo perfecto, con la mayor sabiduría de entre todos los ángeles, y de hermosura que ningún otro ángel sobrepasaba (Ezequiel 28:12), nos estamos refiriendo a Lucifer o Heilél, pero su codicia fue tan grande que lo hizo dejar el lugar más privilegiado en la corte del SEÑOR para convertirse en Satanás, e iniciar una de las más terribles rebeliones en contra de Dios, la cual, sigue hasta nuestros días, con la batalla espiritual con la que estamos lidiando como cristianos diariamente. La codicia ha cegado tanto a Satanás y a sus seguidores, que han llegado al punto de creer que pueden derrotar al Todopoderoso en la batalla de Gog y Magog (Apocalipsis 20).
“¡Cómo caíste del cielo, oh Lucifer [Heilél], hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, el que echabas suerte sobre los gentiles. tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo, en lo alto junto a las estrellas de Dios ensalzaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, y en los lados del aquilón; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo.” — Isaías 14:12-14 (JBS)
La codicia de Satanás no tiene límites, porque no solo quiere que los hombres y los ángeles lo sirvan y adoren, sino que también espera que hasta su Creador, nuestro Señor Jesucristo, lo adore también, tal como se lo propuso cuando lo tentó en el desierto. El diablo también tiene el control de la muerte (Hebreos 2:14), quien también tiene una codicia insaciable (Habacuc 2:5; Apocalipsis 6:8).
[El diablo dijo] “Le dijo: — Yo te daré todo el poder y la grandeza de esas naciones, porque todo ello me pertenece, y puedo dárselo a quien quiera. Todo será tuyo si me adoras.” — Lucas 4:6-7 (BLP)
«Además, el vino traiciona al hombre arrogante, de modo que no se queda en casa. Porque ensancha su garganta como el Seol [infierno], y es como la muerte, que nunca se sacia; reúne para sí todas las naciones, y recoge para sí todos los pueblos.» — Habacuc 2:5 (NBLA)
El Materialismo
“Juan les respondió: «Ningún hombre puede recibir nada si no le es dado del cielo.” — Juan 3:27 (NBLA)
El diablo, el príncipe de este mundo, ha desarrollado un sistema de valores que fomentan la codicia y la avaricia. Nunca en la historia de la humanidad ha existido una cultura que haya sido bombardeada con tanta publicidad enfocada en el materialismo, y para desarrollar un sentimiento de insatisfacción con lo que uno posee. Las corporaciones contratan a las mentes más brillantes e invierten miles de millones de dólares al año, para hacer pensar a las personas que la felicidad se alcanza al comprar los productos que ellos ofrecen. Por lo que nuestra sociedad orilla a las personas a estar constantemente insatisfechas con lo que tienen, la marca de las cosas que tienen, cuántas cosas o dinero tienen, e inclusive a qué persona tienen, ya sean amistades, empleados, o su pareja, al punto de obsesionarse por lo que no tienen. El ser avaricioso es aplaudido en nuestra cultura hoy en día, en la película de Wall Street: El Poder y la Avaricia (1987) el protagonista decía que la «avaricia es buena», y se ha convertido en una iniquidad socialmente aceptada.
«¡Ay de los que llaman al mal bien y al bien mal, que tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas, que tienen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!» — Isaías 5:20 (NBLA)
Pero el profeta Isaías nos advirtió que la iniquidad de la codicia hará que las personas se alejen de los caminos del SEÑOR. Hoy lamentablemente, incluso tenemos que la codicia de ciertos pastores, los lleva a predicar lo que la gente está deseando escuchar, en lugar de la Palabra de Dios, si esto hace que las personas les den mayores aportaciones a sus cuentas personales.
“Inclina mi corazón a Tus testimonios, y no a la avaricia. Aparta mis ojos, que no vean la vanidad; avívame en Tu camino.” — Salmos 119:36-37 (RVR1960)
“A causa de la iniquidad de su codicia, me enojé y lo herí. Escondí Mi rostro y me indigné, y él siguió desviándose por el camino de su corazón.” — Isaías 57:17 (NBLA)
“Sus iniquidades han alejado estas cosas, y sus pecados los han privado del bien.” — Jeremías 5:25 (NBLA)
El apóstol Juan nos previene de que no codiciemos con lujuria las cosas del mundo, porque nos van a alejar de nuestro Padre Celestial (1 Juan 2:15-17). Moisés nos menciona que su suegro Jetro lo asesoró para la elección de jueces de Israel, y una de las características que debían tener era precisamente que no fueran codiciosos, porque su avaricia los llevaría a aceptar sobornos. Hoy vemos como la corrupción en todos los gobiernos del mundo es debida en gran medida, a la avaricia de nuestros gobernantes, quienes no tienen las características que las Escrituras nos mencionan, y sus caminos son guiados totalmente por la codicia.
“No amen al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él porque todo lo que hay en el mundo —los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la soberbia de la vida— no proviene del Padre sino del mundo. Y el mundo está pasando y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.” — 1 Juan 2:15-17 (RVA-2015)
“Además considera tú de entre todo el pueblo varones de virtud, temerosos de Dios, varones de verdad, que aborrezcan la avaricia; y pondrás sobre el pueblo príncipes sobre mil, sobre ciento, sobre cincuenta y sobre diez.” — Éxodo 18:21 (JBS)
Nuestra naturaleza pecaminosa se caracteriza por tener un corazón codicioso. Un millonario está contento con sus millones hasta que descubre que hay multimillonarios en alguna parte. Esta persona pierde su felicidad cuando se compara con su prójimo y transgrede el Décimo Mandamiento por desear más de lo que ya tiene en cantidades suficientes. Los millonarios siempre quieren más, son insaciables, y además sabemos que es muy difícil que un hombre rico entre al reino del Cielo.
«Jesús le respondió: «Si quieres ser perfecto, ve y vende lo que posees y da a los pobres, y tendrás tesoro en los cielos; y ven, sé Mi discípulo». Pero al oír el joven estas palabras, se fue triste, porque era dueño de muchos bienes. Jesús dijo entonces a Sus discípulos: «En verdad les digo que es difícil que un rico entre en el reino de los cielos. Otra vez les digo que es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja, que para un rico entrar en el reino de Dios».» — Mateo 19:21-24 (NBLA)
Jesús nos da la parábola de los obreros de la viña, en donde el dueño de la viña les paga lo mismo a todos los obreros, pero los obreros que trabajaron todo el día codiciaban un pago mayor al que habían acordado, al compararse con los hombres que solo trabajaron una hora y recibieron el mismo sueldo (Mateo 20:1-16). Esto nos muestra que el corazón del incrédulo está constantemente insatisfecho, y comparándose con los demás, no está conforme con lo que tiene.
“Y al recibirlo, murmuraban contra el hacendado, diciendo: “Estos últimos han trabajado solo una hora, pero usted los ha hecho iguales a nosotros que hemos soportado el peso y el calor abrasador del día”. Pero respondiendo el hacendado, dijo a uno de ellos: “Amigo, no te hago ninguna injusticia; ¿no conviniste conmigo en un denario?” — Mateo 20:11-13 (NBLA)
El deseo de tener más cosas produce una sensación de anticipación, que ha una vez que ha sido adquirido o alcanzado, lo que se anhelaba tan desesperadamente, esta sensación se desvanece, y todo lo que queda es un vacío rotundo, lo cual conduce a desear el próximo objeto, persona o posición a ser codiciado, y todo el ciclo comienza de nuevo. Esta es la trampa que usa Satanás para mantenernos pecando y acumulando muchas cosas sin ganar nada para el SEÑOR. Encontramos un ejemplo de esto en la historia de Amnón, el hijo del rey David, en 2 Samuel 13, Amnón se había enamorado de Tamar, su media hermana, tanta era su obsesión por ella que tramó un plan para seducirla (asesorado por su primo Jonadab) y cuando ella rechazó tener relación incestuosa con él, Amnón terminó violando a Tamar. Y una vez que consiguió lo que quería, su «amor» por ella, se convirtió en odio y la corrió de su casa en la deshonra (2 Samuel 13:11-17). Pero su codicia lo llevó a la muerte, cuando Absalón lo mató para vengar a su hermana.
«Después de esto aconteció que Absalón, hijo de David, tenía una hermana muy hermosa que se llamaba Tamar, de la cual se enamoró Amnón, hijo de David. Y Amnón estaba tan atormentado a causa de su hermana Tamar que se enfermó, porque ella era virgen, y le parecía difícil a Amnón hacerle cosa alguna.» — 2 Samuel 13:1-2 (NBLA)
«Pero él no quiso escucharla; como era más fuerte que ella, la forzó, y se acostó con ella. Entonces Amnón la aborreció con un odio muy grande; porque el odio con que la aborreció fue mayor que el amor con que la había amado. Y Amnón le dijo: «Levántate, vete».» — 2 Samuel 13:14-15 (NBLA)
En el Décimo Mandamiento, Dios realmente nos está diciendo cómo las cosas y el poder sobre las cosas, nunca pueden llenar realmente el anhelo de la vida, solo Dios puede llenarnos, y por eso dijo: «Yo Soy el Señor tu Dios. No tendrás dioses ajenos delante de Mí «. Por ello, el Décimo Mandamiento conecta y completa el círculo entre los mandamientos. Pero vemos tristemente que el mundo no llega a comprender esto, ya que en una entrevista le preguntaron al millonario Nelson Rockefeller: ¿Cuánto dinero se necesita para que una persona esté contenta? Él respondió: “Un poco más”. Por ello, Jesús nos advierte que no podemos servir al dios de la riqueza de los sirios y caldeos, llamado Mammón, y al SEÑOR (Mateo 6:24; Lucas 16:13). Y cuando la gente siempre quiere «un poco más», porque nunca está satisfecha, está eligiendo a Mammón, lo que convierte su deseo en un pecado, al querer más de lo que ya se tiene suficiente. ¿Pero acaso nuestra economía no está basada en este principio? Por eso, la Biblia nos advierte que el amor al dinero es la raíz de todos los males (1 Timoteo 6:10; 2 Timoteo 3:2-4). Puede ver más detalles en nuestro artículo La ilusión de la felicidad terrenal (Parte 2).
“Porque el amor al dinero es la raíz de toda clase de males. Por codiciarlo, algunos se han desviado de la fe y se han causado muchísimos sinsabores.” — 1 Timoteo 6:10 (CST)
“Ninguno puede servir á dos señores; porque ó aborrecerá al uno y amará al otro, ó se llegará al uno y menospreciará al otro: no podéis servir á Dios y á Mammón.” — Mateo 6:24 (RVA)
El apóstol Pablo nos dice que lo más grave es que, aunque la humanidad no considera como algo grave el transgredir el Décimo Mandamiento, los codiciosos y los avaros estarán destinados a terminar en el Lago de Fuego (Efesios 5:5). Es tan fácil que seamos tentados por este pecado, que Pablo nos dice que inclusive nos alejemos y evitemos la compañía de estas personas codiciosas (1 Corintios 5:10-11).
“Ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los difamadores, ni los estafadores heredarán el reino de Dios.” — 1 Corintios 6:10 (NBLA)
“Pero ahora les escribo que no se asocien con ninguno que, llamándose hermano, sea inmoral sexual, avaro, idólatra, calumniador, borracho o estafador. Con tal persona ni aun coman.” — 1 Corintios 5:11 (RVA-2015)
En el siguiente artículo continuaremos con este tema, veremos otras formas de transgresión a este mandamiento como la envidia y las implicaciones de la codicia en el cristianismo.
¡Que Dios los bendiga!