En nuestro artículo anterior terminamos de ver dos grandes transgresiones al Séptimo Mandamiento, la homosexualidad y la pornografía, y vimos que con el adulterio estamos robando la relación matrimonial de nuestro prójimo, quien incluso podía llegar a perder sus bienes materiales y hasta sus hijos. Ahora veremos algunas de las diferentes formas de transgresión al Octavo Mandamiento, con sus respectivas consecuencias, y cómo este Mandamiento puede cambiar radicalmente la forma de pensar de los creyentes si lo aplicamos como Jesús quiere que lo vivamos. El Octavo Mandamiento lo encontramos en Éxodo 20:15 y en Deuteronomio 5:19:
«No robarás.» — Éxodo 20:15 (RVA 2015)
«No hurtarás.» — Deuteronomio 5:19 (NBLA)
La palabra que utiliza la Escritura para robar (Éxodo 20:15) es גָּנַב – ganáb, que significa robar, llevarse algo en secreto, tomar lo que le pertenece a otro sin su consentimiento o conocimiento. Pero el SEÑOR no solo está hablando de cosas materiales en este Mandamiento, sino que también está incluyendo otras formas no tan obvias de robar como la negligencia, el derroche, la indiferencia, el desprecio, y hasta el engaño. Para el Octavo Mandamiento, los castigos para su transgresión varían, desde pagar el doble de lo robado hasta la muerte, en el caso de secuestro o robo de una persona (Éxodo 21:16; Deuteronomio 24:7). Pero como hemos visto anteriormente, nuestro Señor Jesucristo nos enseñó que los Mandamientos del Quinto al Décimo consisten en amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Levítico 19:18; Lucas 10:27; Romanos 13:9). El amor es la esencia para el cumplimiento de la ley, porque si amamos a nuestro prójimo, no le vamos a robar nada, y en automático estaremos cumpliendo con el Octavo Mandamiento.
“El que secuestre a una persona, ya sea que la venda o sea hallada en su poder, ciertamente morirá.” — Éxodo 21:16 (NBLA)
Lo que Dios quiere que aprendamos como cristianos, como Sus santos o gente separada para Él, es que tenemos que cambiar por completo la actitud de nuestra naturaleza pecaminosa con la ayuda de Su Torá (instrucción, ley), por eso es importante que entendamos el significado del Octavo Mandamiento. Jesucristo (Yeshúa HaMashíaj en hebreo) no está satisfecho con que simplemente no robemos, sino que como parte de Su cuerpo, espera que hagamos lo contrario, y ¿qué es lo opuesto a robar? Es “dar”. Él quiere que demos generosamente a los demás, si Su palabra dice: “No robarás”, nosotros necesitamos hacer lo contrario: «Trabajando, ganando y dando” a los demás. Conviértase en un productor para Jesús y Su reino, porque por nuestros frutos nos distinguiremos, pídale al SEÑOR que lo ayude a ganar, a producir, para poder dar, ayudar, y apoyar a su prójimo, y no ser como las personas del mundo que pasan por la vida tratando de sacar el mayor provecho de los demás. El apóstol Juan nos dice que Dios Padre: “De tal manera amó Dios al mundo, que dio a Su Hijo unigénito”. El mensaje de Cristo es que Él también vino a dar, imagine ¿que podría haber hecho si nuestro SEÑOR no le hubiera dado Su salvación? Sin Su proveeduría no podemos hacer nada, y así como recibimos tenemos que dar, siguiendo Su ejemplo.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, sino que tenga vida eterna.” — Juan 3:16 (NBLA)
“El que roba, no robe más, sino más bien que trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, a fin de que tenga qué compartir con el que tiene necesidad.” — Efesios 4:28 (NBLA)
De hecho, la mayoría de los principios que Dios ordenó a Su pueblo Israel y, a nosotros como creyentes vueltos a nacer, giran en torno a dar. Por ejemplo, el diezmo, donde el pueblo de Dios devuelve a Dios el 10% de lo que Él nos da, como una muestra de gratitud por Su cuidado. O el año del Jubileo, cuando después de 50 años todas las propiedades se devuelven a su dueño original, todas estas leyes son parte de la estrategia del SEÑOR para el correcto funcionamiento de Su Creación. Sin embargo, esta actitud de generosidad no es una que adquirimos automática y fácilmente, porque va en contra de nuestra naturaleza pecaminosa y para llevarlas a cabo necesitamos un cambio de corazón, y Dios puede darnos eso. Por eso, el SEÑOR enfatiza que demos, así como Él da. Si considera: ¿Quién es el verdadero dueño de todo? Es el Creador, a Él pertenecen el Cielo y la tierra y todo lo que hay en ellos, así que, si reconocemos que realmente todas las cosas son de Él (Salmos 24:1, 50:10-12; Éxodo 19:5), y que todas las cosas buenas que tenemos Él nos las ha dado (Santiago 1:17); y que, inclusive es el SEÑOR quien nos da las fuerzas para poder trabajar y obtener las cosas (Deuteronomio 8:17-18), entonces nosotros tan solo somos inquilinos o arrendatarios temporales en la tierra que administramos, la propiedad de nuestro Rey celestial, algo que fue instituido desde que Adán y Eva fueron creados para hacerse cargo del Jardín del Edén (Génesis 2:15-17; Levítico 25:23; Mateo 21:33-44; Marcos 12:1-11; Lucas 20:9-18). Entonces, cuando alguien está robando, esa persona está robando lo que Dios le dio a otra persona para que custodiara para Él, así que todo ladrón está pecando directamente contra el SEÑOR, el dueño de todo lo que existe y por esto recibe una maldición que veremos más adelante.
“Él lo bendijo, diciendo: «Bendito sea Abram del Dios Altísimo, Creador del cielo y de la tierra.” — Génesis 14:19 (NBLA)
“Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella, el mundo y los que en él habitan.” — Salmos 24:1 (NBLA)
“Ahora pues, si en verdad escuchan Mi voz y guardan Mi pacto, serán Mi especial tesoro entre todos los pueblos, porque Mía es toda la tierra.” — Éxodo 19:5 (NBLA)
Dios nos da Sus bendiciones y reparte Sus bienes según Sus propósitos, nosotros no tenemos ningún derecho de apropiarnos de cosas ajenas. Por tanto, el respeto por la propiedad ajena es un mandamiento de Dios, además de que es nuestra responsabilidad no solo el cuidar lo que Dios nos ha dado para nuestra custodia, sino que tenemos que desarrollarlo y crecerlo, y no solo estamos hablando del dinero y nuestras pertenencias, sino también del cuidado de nuestro cuerpo, nuestro tiempo, y nuestras relaciones, respetando y honrando a nuestro prójimo como lo aprendimos en el Quinto Mandamiento. Y sabemos que en dar encontramos más bendición que en recibir (Hechos 20:35). Somos llamados a dar a quien nos pida (Lucas 6:30), alimentar al hambriento, al sediento, vestir al desnudo, tanto física como espiritualmente como hemos visto en Descifrando Palabras Clave: Leche y Miel. Por tanto, robar está en el otro lado del espectro, va en oposición al mandato de dar, también rompe el Décimo Mandamiento acerca de no codiciar las cosas de los demás. Cuando la persona ha llegado al punto egoísta de robar, normalmente ya se ha alejado demasiado del mandato de Dios con respecto a dar, a estar preocupados por el bienestar de los demás, a ser generosos. Al robar, las personas están haciendo lo opuesto que es requerido de ellos, y en lugar de asemejarse a Dios, quien da, se asemejan a Satanás quien es un ladrón (Juan 10:10).
“El ladrón solo viene para robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” — Juan 10:10 (NBLA)
La Maldición por Robar
¿Se ha fijado que cuando han habido protestas violentas en las calles muchas personas se han puesto a destruir propiedad privada? Muchas tiendas hasta han llegado al punto de colocar tablas de madera y otros obstáculos para prevenir pérdidas en sus inmuebles. He visto videos de personas que una vez que quebraron los vidrios del frente de los negocios se meten a robar, tan solo porque piensan que se les «presenta la oportunidad» y porque «los demás también lo están haciendo». También supe de un camión cargado con cerveza que se accidentó, y se volteó, muchas personas al ver las cajas de cerveza tiradas, fueron a robárselas. Todas estas personas, en su ignorancia, no se dan cuenta que hay maldiciones que persiguen al ladrón, y que están sobre su casa, y que, al que hace maldad, la maldad lo persigue. La maldición no se detiene, y permanece en el ladrón por el resto de su vida, hasta que lo destruya por completo.
«Entonces Él me dijo: —Este rollo contiene la maldición que cubrirá toda la tierra. Un lado del rollo dice que los que roban serán desterrados; el otro lado dice que los que juran en falso serán desterrados. El Señor de los Ejércitos Celestiales dice: “Envío esta maldición a la casa de cada ladrón y a la casa de todos los que juran en falso usando Mi nombre. Mi maldición se quedará en esa casa y la destruirá por completo, hasta las maderas y las piedras”.» — Zacarías 5:3-4 (NTV)
«Los pecadores son perseguidos por el mal; los justos, recompensados con el bien.» — Proverbios 13:21 (DHH)
«Hay camino que al hombre le parece derecho, pero al final, es camino de muerte.» —Proverbios 14:12 (NBLA)
En las Escrituras encontramos ejemplos de personas que robaron porque tuvieron «la oportunidad», y vemos sus respectivas consecuencias. Por ejemplo, en 2 Reyes 5, Giezi, el asistente del profeta Eliseo, robó con engaños a Naamán, el capitán del ejército del rey de Aram, después de que fue curado de su lepra gracias a la intervención de Eliseo. Giezi tomó ventaja de Naamán al solicitarle un pago sin el consentimiento de Eliseo, después de que el mismo profeta ya había rechazado cualquier tipo de regalo en 2 Reyes 5:15-16.
«Pero Giezi, criado de Eliseo, el hombre de Dios, dijo para sí: «Puesto que mi señor ha dispensado a este Naamán arameo al no recibir de sus manos lo que él trajo, vive el Señor que correré tras él y tomaré algo de él». Y Giezi siguió a Naamán. Cuando Naamán vio a uno corriendo tras él, bajó de su carro a encontrarlo, y dijo: «¿Está todo bien?». Y él dijo: «Todo está bien. Mi señor me ha enviado, diciendo: “En este mismo momento dos jóvenes de los hijos de los profetas han venido a mí de la región montañosa de Efraín. Te ruego que les des 34 kilos de plata y dos mudas de ropa”». Y Naamán dijo: «Dígnate aceptar 64 kilos». Y le insistió y ató 64 kilos de plata en dos bolsas con dos mudas de ropa, y los entregó a dos de sus criados; y estos los llevaron delante de Giezi. Cuando llegó al monte, los tomó de sus manos y los guardó en la casa, luego despidió a los hombres y ellos se fueron. Entonces él entró y se puso delante de su señor. Y Eliseo le dijo: «¿Dónde has estado, Giezi?». Y él respondió: «Tu siervo no ha ido a ninguna parte». Entonces él le dijo: «¿No iba contigo mi corazón, cuando el hombre se volvió de su carro para encontrarte? ¿Acaso es tiempo de aceptar dinero y de aceptar ropa, olivares, viñas, ovejas, bueyes, siervos y siervas? Por tanto, la lepra de Naamán se te pegará a ti y a tus descendientes para siempre». Y él salió de su presencia leproso, blanco como la nieve.» — 2 Reyes 5:20-27 (NBLA)
Otro ejemplo lo encontramos en la historia de Acán en Josué 7, quien trajo una maldición para él, su familia, y para todo Israel, cuando robó cosas prohibidas y malditas de Jericó. Lo que ocasionó que el SEÑOR abandonara al pueblo de Israel, perdieran la segunda batalla dentro de la Tierra Prometida contra Hai, y 36 hombres fueran heridos. Como resultado, Acán, su familia y sus animales, fueron apedreados y quemados junto con todas sus pertenencias y las cosas que robó de Jericó.
«Y el Señor le contestó: —¡Levántate! ¿Qué haces allí postrado? Los israelitas han pecado y han violado la alianza que concerté con ellos. Se han apropiado del botín de guerra que debía ser destruido y lo han escondido entre sus posesiones. Por eso los israelitas no podrán hacerles frente a sus enemigos, sino que tendrán que huir de sus adversarios. Ellos mismos se acarrearon su destrucción. Y, si no destruyen ese botín que está en medio de ustedes, Yo no seguiré a su lado.» — Josué 7:10-12 (NVI)
«Entonces Josué le dijo a Acán: —Hijo mío, da gloria al Señor, Dios de Israel, y di la verdad. Confiesa y dime lo que has hecho. No me lo escondas. Acán respondió: —¡Es cierto! He pecado contra el Señor, Dios de Israel. Entre el botín, vi un hermoso manto de Babilonia, doscientas monedas de plata y una barra de oro que pesaba más de medio kilo. Los deseaba tanto que los tomé. Está todo enterrado debajo de mi carpa; la plata la enterré aún más profundo que el resto de las cosas.» — Josué 7:19-21 (NTV)
De forma similar que con Giezi y Acán, donde la maldición por el robo que cometieron no solamente cayó sobre ellos, sino que se extendió el sufrimiento a su familia y a otras personas, esa misma maldición ocurre hoy en día en la casa del ladrón, como lo vimos en Zacarías 5:3-4, porque cuando el padre de familia es encarcelado, la dinámica familiar cambia, porque ahora quien sustentaba la casa está en prisión, y se convierte en una mala influencia para sus hijos. Supe de la historia de un pastor que robaba en su juventud, cuando era incrédulo, y se daba cuenta de esta maldición, porque si robaba una televisión, después se la robaban a él, o si robaba un estéreo, éste no funcionaba.
«Y que no le irá bien al impío, ni le serán prolongados los días, que son como sombra; por cuanto no teme delante de la presencia de Dios.» — Eclesiastés 8:13 (RVR 1960)
«Dios es juez justo, y un Dios que se indigna cada día contra el impío.» — Salmos 7:11 (NBLA)
A pesar de todas las advertencias bíblicas, hoy en día los robos son un gran problema, es la razón por la cual las casas necesitan tener rejas, candados, barras de protección en las ventanas, alarmas y cámaras de seguridad; además encontramos guardias de seguridad en las tiendas, etc. Lamentablemente, los medios de comunicación, controlados por el diablo, fomentan una cultura en la que las personas se enfocan en tener riquezas materiales, tal y como promovía aquella canción famosa de la «Chica Material». También la película de Wall Street: El Poder y la Avaricia (1987), en donde Michael Douglas en su actuación decía que «la avaricia es buena». Otros ejemplos son El Santo (1997) con Val Kilmer; La Trampa (1999) con Catherine Zeta-Jones; la serie de películas de Ocean´s Eleven (2001) con Brad Pitt; The Italian Job (2003) con Mark Wahlberg; la serie de películas de Rápidos y Furiosos (2001) con Vin Diesel, de hecho, hay muchas películas en donde el tema principal es exaltar a los ladrones, hacerlos ver como personas «muy inteligentes», en todas esas películas nadie parece estar conforme con lo que tienen. En realidad, robar está muy lejos de ser algo inteligente, más bien es algo que las Escrituras ven como vergonzoso:
«Como se avergüenza el ladrón cuando es descubierto, así se ha avergonzado la casa de Israel: Ellos, sus reyes, sus príncipes, sus sacerdotes y sus profetas.» — Jeremías 2:26 (NBLA)
También la industria de la música promueve la búsqueda de los bienes materiales, y el amor al dinero, lo cual es la raíz del mal (1 Timoteo 6:10). Los cantantes raperos incluso utilizan gruesas cadenas en sus cuellos con símbolos de $ dinero, y utilizan enormes joyas para mostrar sus riquezas materiales. Sin embargo, las Escrituras son claras en que debemos de buscar complacer a Dios, no a los hombres.
«Y luego dijo [Jesús]: «¡Tengan cuidado con toda clase de avaricia! La vida no se mide por cuánto tienen».» — Lucas 12:15 (NTV)
«Desean lo que no tienen, entonces traman y hasta matan para conseguirlo. Envidian lo que otros tienen, pero no pueden obtenerlo, por eso luchan y les hacen la guerra para quitárselo. Sin embargo, no tienen lo que desean porque no se lo piden a Dios. Aun cuando se lo piden, tampoco lo reciben porque lo piden con malas intenciones: desean solamente lo que les dará placer.» — Santiago 4:2-3 (NTV)
En nuestros artículos La Ilusión de la Riqueza Terrenal y La Ilusión de la Felicidad Terrenal hablamos más ampliamente del tema de la avaricia y de cómo remediarla. Porque la Biblia nos dice que fue un ladrón avaricioso el que traicionó a Jesús. Fue la codicia lo que llevó a Judas a vender a su Salvador por 30 monedas de plata. Transgredir el Octavo Mandamiento es un asunto muy serio, aunque el mundo quiera minimizarlo.
“Y les dijo: «¿Qué están dispuestos a darme para que yo les entregue a Jesús?». Y ellos le pesaron treinta monedas de plata.” — Mateo 26:15 (NBLA)
“Pero dijo esto, no porque se preocupara por los pobres, sino porque era un ladrón, y como tenía la bolsa del dinero, sustraía de lo que se echaba en ella.” — Juan 12:6 (NBLA)
El Derecho a la Propiedad Privada
El Octavo Mandamiento también establece una provisión muy importante que Dios nos da: el derecho a la propiedad privada. Observe como este designio del SEÑOR es corrompido totalmente por el comunismo, y hasta por algunos gobiernos en la actualidad, que quieren acabar con la propiedad privada como lo hemos visto en nuestros artículos del Gran Engaño. El Todopoderoso nos está diciendo múltiples veces en la Biblia que tenemos derecho a poseer cosas, que somos responsables de ellas, y que eso debe ser respetado, para nosotros y para los demás, es un derecho inalienable del SEÑOR (Deuteronomio 2:19, 2:27-29, 3:18, 5:21, 19:14, 27:17; Levítico 19:9, 25:13-16, 25:23-28; Jeremías 32:7-8, 32:15, 32:25; Marcos 10:21; Lucas 12:33, 22:36).
“Cuando llegues a la tierra que el Señor tu Dios te da como preciada posesión, nunca le robes terreno a otro cambiando de lugar los límites de propiedad que tus antepasados establecieron.” — Deuteronomio 19:14 (NTV)
“Maldito todo el que robe terreno a su vecino cambiando de lugar los límites de su propiedad”. Y todo el pueblo responderá: “¡Amén!”.” — Deuteronomio 27:17 (NTV)
“Además, la tierra no se venderá en forma permanente, pues la tierra es Mía; porque ustedes son solo extranjeros y peregrinos para conmigo.” — Levítico 25:23 (NBLA)
Robo a Tiendas
Cuando las personas roban en las tiendas racionalizando que son «muy grandes», que «tienen precios muy altos», o que «tienen seguro, y por tanto están cubiertos» están afectando a todas las personas que compran en esa tienda. Y el problema es tan grande que las tiendas necesitan incluir un “factor de pérdida o merma por robo», aunado al gasto para tener guardias de seguridad, cámaras de seguridad, colocar dispositivos antirrobo en toda la mercancía, etc., todo esto son costos que se trasladan al consumidor final reflejado en precios más altos.
“Por el contrario, ustedes mismos cometen injusticias y defraudan, y esto aun a sus propios hermanos.” — 1 Corintios 6:8 (NBLA)
En los Estados Unidos, según estadísticas de la Asociación Nacional para la Prevención del Robo (NASP), hay casi 50,000 millones de dólares de pérdidas por robos a tiendas anualmente; aproximadamente 1 de cada 11 americanos roba a tiendas; hay 550,000 incidentes diarios de robo a tiendas; quienes roban habitualmente, dicen que son arrestados solo 1 de cada 100 veces que roban; el 79% de los profesionales que trabajan en el sistema de justicia criminal, reportan que el robar en tiendas es una puerta de entrada a crímenes más violentos y costosos; cada vez que un ladrón es ingresado al sistema criminal de justicia, el costo para los contribuyentes de impuestos es de más de 2,000 dólares.
«Y es que cuando la sentencia para castigar una mala acción no se ejecuta de inmediato, el corazón de los mortales se dispone a seguir actuando mal.» — Eclesiastés 8:11 (RVC)
Los sistemas de justicia están tan saturados en los Estados Unidos, que desde el año 2000, más de 40 estados han decidido elevar el nivel del monto robado para que sea considerado un delito y atendido por la policía. Lo cual va desde 200 dólares en New Jersey, hasta $ 2,500 en Texas y en Wisconsin. Por lo que si en Texas alguien roba $2,499 entendemos que ya ni siquiera es considerado como un delito, sino como una ofensa menor, y por eso vemos videos de gente robando impunemente en las tiendas sin que nadie los detenga. Esto nos recuerda la queja del profeta Habacuc, las cosas no han cambiado.
«¿Por qué permites que vea yo iniquidad? ¿Por qué me haces espectador del mal? ¡Sólo veo destrucción y violencia! ¡Ante mis ojos surgen pleitos y contiendas! Por eso tu ley carece de fuerza, y la justicia no se aplica con verdad. Por eso los impíos asedian a los justos, y se tuerce la justicia.» — Habacuc 1:3-4 (RVC)
Cuando una persona le roba a otra, es como si no estuviera conforme con lo que ha recibido por parte de Dios, es algo tan ofensivo, como si implicara que Dios no estuviera haciendo bien Su trabajo. Él es nuestro Padre, es tan blasfemo como pensar que no nos está dando lo que necesitamos para nuestra manutención. Él nos alimenta a todos los seres vivos (Salmos 136:25), incluyendo a los animales (Salmos 136:25, 147:7-9). Más bien, si las personas tienen carencias es porque sus pecados los han privado de cosas buenas, y por eso están batallando.
«Su maldad les ha privado de estas maravillosas bendiciones; su pecado les ha robado todas estas cosas buenas.» — Jeremías 5:25 (NTV)
«Una vez fui joven, ahora soy anciano, sin embargo, nunca he visto abandonado al justo ni a sus hijos mendigando pan.» — Salmos 37:25 (NTV)
Nuestro SEÑOR es justo y le da a cada quien lo que le corresponde, según sus acciones. Vea por ejemplo lo que sucede en la Parábola de las Minas (Lucas 19:12-27).
«Y dijo a los que estaban presentes: “Quítenle la moneda y dénsela al que tiene las diez monedas”. Ellos le dijeron: “Señor, él ya tiene diez monedas”. Les digo, que a cualquiera que tiene, más le será dado, pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.» — Lucas 19:24-26 (NBLA)
Otras personas quizás busquen justificarse como Robin Hood, alegando que lo que roban lo hacen para repartirlo entre los pobres, realmente esto es ficción, y no hay ninguna excusa para el robo o excepción en el Octavo Mandamiento. Ni siquiera si la persona es pobre, porque cada robo profana el nombre del SEÑOR, como lo vimos en el Tercer Mandamiento.
“No sea que me sacie y te niegue o diga: “¿Quién es el SEÑOR?”. No sea que me empobrezca y robe, y profane el nombre de mi Dios.” — Proverbios 30:9 (RVA-2015)
«No tienen en poco al ladrón, cuando hurtare para saciar su alma teniendo hambre» — Proverbios 6:30 (RVA)
Me gustaría concluir esta primera parte con el ejemplo de Zaqueo, el jefe de los recaudadores de impuestos de Jericó, cuya actitud tuvo un giro radical al conocer a Jesús. El cenar con Jesucristo fue el evento que cambió su vida por completo, y Zaqueo pasó de ser alguien avaricioso que consideraba el robar y defraudar a las personas como parte integral de su trabajo, alguien que podía transgredir el Octavo Mandamiento sin ningún remordimiento, a alguien que daba generosamente, que buscaba reparar el daño causado por los robos que hizo en su vida previa como incrédulo. Y el SEÑOR concluye con la maravillosa afirmación de que la salvación ha venido a casa de Zaqueo, quien estaba perdido.
“Pero Zaqueo, puesto en pie, dijo a Jesús: «Señor, la mitad de mis bienes daré a los pobres, y si en algo he defraudado a alguien, se lo restituiré cuadruplicado». «Hoy ha venido la salvación a esta casa», le dijo Jesús, «ya que él también es hijo de Abraham; porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido».” — Lucas 19:8-10 (NBLA)
En el siguiente artículo veremos otras formas no tan obvias en las que el Octavo Mandamiento es transgredido, así como también las penas que el ladrón recibe por cometerlas.
¡Que Dios los bendiga!