En el artículo anterior vimos que el honrar a nuestros padres implica que les demos una importancia de peso en nuestras vidas, y que sus consejos influyan nuestras decisiones, siempre y cuando vayan de acuerdo a los mandatos de Dios. Ahora veremos otros aspectos a considerar en la dinámica familiar entre padres e hijos, según lo que nos muestran las Escrituras, con el objetivo de mejorar esta importante relación familiar.
Los hijos son una bendición de Dios
Las Escrituras nos mencionan en diferentes pasajes, que los hijos son una bendición que proviene de Dios. Es una de las bendiciones por obediencia a los mandatos del Señor (Éxodo 23:25-26; Deuteronomio 7:13-14, 28:4).
«Un don [heredad] del Señor son los hijos, y recompensa es el fruto del vientre. Como flechas en la mano del guerrero, así son los hijos tenidos en la juventud. Bienaventurado el hombre que de ellos tiene llena su aljaba; No será avergonzado cuando hable con sus enemigos en la puerta.» — Salmos 127:3-5 (NBLA)
«Tu mujer será como fecunda vid en el interior de tu casa; tus hijos como plantas de olivo alrededor de tu mesa. Así será bendecido el hombre que teme al Señor.» — Salmos 128:3-4 (NBLA)
Desde el jardín del Edén, Dios bendijo a Adán y Eva con el mandato y bendición de ser fructíferos y multiplicarse. Lo mismo sucedió después del Diluvio, Dios bendijo de la misma forma a Noé.
«Dios los bendijo y les dijo: «Sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra y sométanla. Ejerzan dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra».» — Génesis 1:28 (NBLA)
«Y Dios bendijo a Noé y a sus hijos, y les dijo: «Sean fecundos y multiplíquense, y llenen la tierra.» — Génesis 9:1 (NBLA)
Por otro lado, el estar vivo para poder ver a los nietos, es otra bendición del Señor:
«Así será bendecido el hombre que teme al Señor. El Señor te bendiga desde Sión, veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida, y veas a los hijos de tus hijos. ¡Paz sea sobre Israel!» — Salmos 128:4-6 (NBLA)
«Corona de los ancianos son los nietos, y la gloria de los hijos son sus padres.» — Proverbios 17:6 (NBLA)
«Israel dijo a José: «Nunca esperaba ver tu rostro, y mira, Dios me ha permitido ver también a tus hijos».» — Génesis 48:11 (NBLA)
También vemos que Dios ha abierto los vientres, o dado fertilidad a ciertas mujeres, por ejemplo, a Lea, la esposa de Jacob, y también a Raquel, la amada esposa de Jacob (Génesis 30:22-23).
«Y vio Jehová que Lea era aborrecida, y abrió su matriz; pero Rachel era estéril.» — Génesis 29:31 (RVA)
Además, encontramos muchos ejemplos de mujeres a quienes Dios les dio fertilidad luego de haber sido estériles, tales como Sara (Génesis 11:30); Rebeca, la esposa de Isaac, pudo concebir luego de que Isaac hubiera hecho oración por ella (Génesis 25:21); la madre de Sansón (Jueces 13:2-5); Ana, la madre del profeta Samuel (1 Samuel 1:5-6, 10-11, 19-20; 2:21); Elisabet, la madre de Juan el Bautista (Lucas 1:7, 13).
Las Escrituras también nos muestran un contraste: a quienes Dios ha cerrado sus vientres (o sus matrices), como lo vemos en Génesis 20:17-18, o bien tienen una maldición sobre el fruto del vientre (Deuteronomio 28:18), como una forma de castigo por desobediencia (2 Samuel 6:20-23).
De forma que la fertilidad es una bendición del Señor:
«No habrá en tu tierra ninguna mujer que pierda su embarazo o sea estéril; te daré una vida larga y plena.» — Éxodo 23:26 (NTV)
«A la mujer sin hijos le da una familia y la transforma en una madre feliz. ¡Alabado sea el Señor!» — Salmos 113:9 (NTV)
Esta bendición también incluye la fertilidad de nuestros animales, ya sean domésticos o ganado:
«Él te amará, te bendecirá y te multiplicará. También bendecirá el fruto de tu vientre y el fruto de tu tierra, tu grano y tu vino nuevo y tu aceite, la cría de tus vacas y el aumento de tus ovejas, en la tierra que juró a tus padres que te daría. Serás más bendecido que todos los pueblos; no habrá hombre ni mujer estéril en medio de ti ni habrá estéril entre tus animales.» — Deuteronomio 7:13-14 (RVA 2015)
[Dice el Señor] “Benditos serán el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra y el fruto de tu ganado, la cría de tus vacas y el aumento de tus ovejas.» — Deuteronomio 28:4 (NBLA)
La buena relación entre padres e hijos
La base de las relaciones humanas, comienza honrando a los padres porque los padres son el primer concepto de Dios que tiene un niño. Los padres son representantes de Dios para los niños, a quienes Dios les dio esa posición y autoridad. Si lo piensa bien, Dios es quien nos creó, Él nos sostiene, Él se preocupa por nosotros, Él nos provee, Él nos perdona. Él nos salva, y por todo esto, nosotros debemos adorarlo y enseñar a nuestros hijos a hacerlo también. Honrando a nuestros padres es como aprendemos a honrar a nuestro Padre Celestial, porque esto conlleva una madurez espiritual. Así que cuando aprendemos el principio de honrar, heredaremos una vida en toda su plenitud.
“Honra a tu padre y a tu madre; y amarás a tu prójimo como a ti mismo.” — Mateo 19:19 (NBLA)
Para que haya una sociedad fuerte, en toda cultura, una de las primeras cosas que se debe establecer es que la autoridad sobre los niños no es el estado, la escuela, ni la sociedad, sino que son los padres. La idea socialista de que “se necesita una aldea para criar a los hijos” y que “todos debemos criar a los hijos de los demás” puede sonar muy bien, pero esto va en contra del Quinto Mandamiento. Debemos entender que para que una sociedad sea saludable, ésta debe estar basada en la unidad familiar, la responsabilidad de la crianza de los niños recae ante todo sobre los padres, quienes los trajeron al mundo. Estos niños están hechos a imagen de sus padres, quienes los deben instruir en los caminos del SEÑOR para que también lleguen a ser hijos de Dios, hechos a Su imagen. Pero cada vez más encontramos que los gobiernos están creando leyes que dictan la forma de cómo criar a los hijos, e indoctrinan a los niños en las escuelas con filosofías del hombre y opuestas a las Escrituras. Y los padres son relegados de esta responsabilidad crítica para el bienestar de sus hijos. Jesús nos da un ejemplo de cómo los hombres buscan invalidar la Palabra de Dios cuando les dice a los fariseos que están quebrantando el 5º Mandamiento con sus tradiciones rabínicas:
[Jesús dijo] “Pero ustedes dicen: “Cualquiera que diga a su padre o a su madre: ‘Es ofrenda a Dios todo lo mío con que pudieras ser ayudado’, no necesitará más honrar a su padre o a su madre”. Y así ustedes invalidaron la palabra de Dios por causa de su tradición.” — Mateo 15:5-6 (NBLA)
Por otro lado, hoy en día la sociedad se ha alejado tanto de la Palabra de Dios, que tenemos muchas familias disfuncionales, en donde los niños son criados por madres solteras, padres divorciados, padrastros o madrastras, algún familiar, padres adoptivos, o son huérfanos criados por el Estado. Y esto ha debilitado a todas las sociedades, creando un círculo vicioso, porque el enemigo está constantemente atacando la unión familiar para que los niños no conozcan al SEÑOR, y crezcan vulnerables a sus engaños cuando sean adultos. Inclusive ahora Satanás lo promueve como algo culturalmente aceptable, que va en contra de lo que escribió Dios: “honra a tu padre y a tu madre”, hay una verdad implícita en este Mandamiento acerca de una familia según el diseño de Dios: No es un padre y un padre, o una madre y una madre, sino un “padre y una madre”, ese es el plan de Dios. Entonces, ¿qué hacemos con los padres que por su mal comportamiento pensamos que no merecen nuestro respeto?, o ¿quiénes no han cumplido con sus obligaciones hacia sus hijos?, o que ¿tal vez han cometido abusos perversos? Pues aún y con todas estas situaciones que están fuera de una familia normal, el Quinto Mandamiento sigue siendo vigente aun y cuando los padres de estas familias disfuncionales no sean el mejor ejemplo a seguir, los hijos deben de honrar, respetar, amar y temer a los padres, y claro, hacer oración por ellos para que se alejen de los malos caminos. La obediencia a nuestros padres debe de estar dentro del marco de la voluntad y las leyes de Dios, teniendo discernimiento para no hacer algo que vaya en contra de los mandatos del Señor. Por ejemplo, si alguno de sus padres lo invita a emborracharse, debemos tener la sensatez para no hacerlo, negándonos de forma respetuosa y amable, pero siendo firmes en nuestras decisiones. Además, no debemos permitir que los padres continúen con ninguna clase de abuso hacia los hijos. Así que, si los padres no están haciendo un buen trabajo, eso no nos exenta de darles el honor que se merecen como nuestros padres, por su posición, al contrario, debemos de estar agradecidos con Dios por los padres que nos dio. Nuestro mundo sería totalmente diferente si los hijos honraran a sus padres, y si los padres vivieran sus vidas honorablemente e influenciando a sus hijos para que toda la familia viva de acuerdo a los preceptos del SEÑOR. Las Escrituras les indican a los hijos que obedezcan a sus padres, y así mismo encontramos la encomienda de Pablo para que los padres no hagan enojar a sus hijos (Efesios 6:1-4).
“Y ustedes, padres, no provoquen a ira a sus hijos, sino críenlos en la disciplina e instrucción del Señor.” — Efesios 6:4 (NBLA)
En este último versículo (Efesios 6:4) encontramos además que los padres deben instruir a sus hijos en los caminos del Señor, este mandato lo encontramos en diferentes pasajes de las Escrituras (Levítico 10:11; Deuteronomio 4:9-10, 6:6-7, 11:18-19). Y así, el modelo que los padres establecen para sus niños será la plataforma para que la historia se repita con sus nietos. Pero para aquellos que crecieron en una familia disfuncional, en donde la madre o el padre no eran muy honorables, sin ser cristianos, e incluso llegando a ser irracionales, entonces, por la gracia de Dios, necesita orar para romper el ciclo que puede afectar a la próxima generación. El amor que tiene nuestro Padre Celestial es el que nos restaura y nos permite honrar a los demás. Vemos ejemplos en la Biblia de cómo ciertos reyes malvados de Judá tuvieron hijos que obedecieron al SEÑOR. Así que no podemos excusarnos diciendo: “Soy una víctima por la forma en que crecí”. Ponga su confianza en su Padre Celestial para que Él lo ayude a cambiar su situación actual. El apóstol Pablo nos habla acerca de un balance y disciplina en las relaciones entre padres e hijos.
«Hijos, sean obedientes a sus padres en todo, porque esto es agradable al Señor. Padres, no exasperen a sus hijos, para que no se desalienten.» — Colosenses 3:20-21 (NBLA)
“¿Puede una mujer olvidar a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Aunque ella se olvidara, Yo no te olvidaré. En las palmas de Mis manos, te he grabado.” — Isaías 49:15-16a (NBLA)
La falta de corrección sobre los hijos
Veamos un ejemplo, en las Escrituras encontramos a un sacerdote llamado Elí, quien estaba encargado del Tabernáculo del Señor en Silo, él tenía a dos hijos: Ofni y Fineas (1 Samuel 1:3) quienes también eran sacerdotes. Los hijos de Elí cometían diferentes pecados como: tomar porciones que no les correspondían de la carne para el sacrificio que el pueblo llevaba (1 Samuel 2:12-14), en lugar de seguir el mandato levítico correspondiente (Levítico 7:30-34); además tomaban de la carne antes de que su grasa fuera quemada (1 Samuel 2:15), lo cual va directamente en contra del mandato de Levítico 3:3-5. Además de eso, se acostaban con las mujeres que servían en el Tabernáculo (1 Samuel 2:22) cometiendo adulterio. De modo que, trataban con irreverencia las ofrendas sagradas, cometían un abuso en sus puestos sacerdotales, descarriaban del camino correcto al pueblo del Señor al cometer inmoralidad sexual, y además lastimaban la fe del pueblo, quienes, al darse cuenta de sus malos manejos e hipocresía, generaban malos comentarios que incluso llegaron a oídos de Elí (1 Samuel 2:22, 24). Elí sabía de las maldades que cometían sus hijos, pero hizo muy poco para corregirlos o poner fin a lo que hacían, incluso cuando la integridad del Templo de Dios se veía amenazada. Cuando se daba cuenta de su maldad no los disciplinaba de una manera firme. Observe a continuación el leve regaño que les da, y la falta de acción correctiva por parte de Elí.
«Elí ya era muy viejo, pero sabía todo lo que sus hijos hacían con el pueblo de Israel, y sabía también que ellos se acostaban con las mujeres que servían a la entrada del tabernáculo. Así que los llamó y les dijo: «La gente se queja de que ustedes se portan muy mal. ¿Por qué lo hacen? No, hijos míos; lo que hacen no está bien. Además, hacen pecar al pueblo del Señor. Si el hombre peca contra el hombre, hay jueces para juzgarlo; pero si alguien peca contra el Señor, ¿quién intercederá por él?» Pero sus hijos no atendieron los consejos de su padre, porque el Señor había resuelto quitarles la vida.» — 1 Samuel 2:22-25 (RVC)
Recordemos estos versículos acerca de disciplinar a los hijos:
«El necio rechaza la disciplina de su padre, pero es prudente el que acepta la reprensión.» — Proverbios 15:5 (NBLA)
«El que evita la vara odia a su hijo, pero el que lo ama lo disciplina con diligencia.» — Proverbios 13:24 (NBLA)
«Disciplina a tu hijo y te dará descanso, y dará alegría a tu alma.» — Proverbios 29:17 (NBLA)
«No escatimes la disciplina del niño; Aunque lo castigues con vara, no morirá. Lo castigarás con vara, y librarás su alma del Seol.» — Proverbios 23:13-14 (NBLA)
Elí no solamente era un padre lidiando con hijos rebeldes, sino también era el sumo sacerdote que pasaba por alto el pecado de los sacerdotes que estaban bajo su supervisión.
«Entonces un hombre de Dios vino a Elí y le dijo: «Así dice el Señor: “¿No me revelé ciertamente a la casa de tu padre cuando ellos estaban en Egipto como esclavos de la casa de Faraón? ¿No los escogí de entre todas las tribus de Israel para ser Mis sacerdotes, para subir a Mi altar, para quemar incienso, para llevar un efod delante de Mí? ¿No le di a la casa de tu padre todas las ofrendas encendidas de los israelitas? ¿Por qué pisotean Mi sacrificio y Mi ofrenda que he ordenado en Mi morada, y honras a tus hijos más que a Mí, engordándose ustedes con lo mejor de cada ofrenda de Mi pueblo Israel?”.» — 1 Samuel 2:27-29 (NBLA)
Elí no restringió el mal comportamiento de sus hijos (1 Samuel 3:13), y como resultado el Señor dispuso que los hombres de su casa murieran sin llegar a la vejez (1 Samuel 2:30–34). Los hijos de Elí deshonraban a su padre, desobedeciendo el 5to Mandamiento, de modo que perdieron la oportunidad de tener una larga vida si hubieran seguido el Mandamiento.
[Dice el Señor] «He aquí vienen días en que cortaré tu brazo y el brazo de la casa de tu padre, de modo que no haya anciano en tu casa.» 1 Samuel 2:31 (RVR 1977)
[Dice el Señor] «Aquel de los tuyos a quien Yo no excluya del servicio de Mi altar, será para que se consuman tus ojos y se llene tu alma de dolor; y todos los nacidos en tu casa morirán en la plenitud de la edad. Te será por señal esto que acontecerá a tus dos hijos, Ofni y Finees: ambos morirán el mismo día.» — 1 Samuel 2:33-34 (RVR 1995)
En 1 Samuel 2:29 vemos que Dios le reprocha a Elí que honre a sus hijos más que a Él, hay padres de familia que en su intenso amor por sus hijos llegan a un punto de quererlos más que a Dios, convirtiéndolos en ídolos, incumpliendo el Primer Mandamiento.
[Dice Jesús] «El que ama al padre o a la madre más que a Mí, no es digno de Mí; y el que ama al hijo o a la hija más que a Mí, no es digno de Mí.» — Mateo 10:37 (NBLA)
A continuación, veamos otro ejemplo que nos dan las Escrituras, en este caso de una madre que ama tanto a su hijo Micaía, al punto de racionalizar o justificar sus malas acciones. En varias ocasiones he visto en los noticieros a criminales, y luego entrevistan a sus padres o a sus abuelos, y me sorprende que muchas veces sus familiares dicen que sus hijos son «buenas personas», y los defienden.
«Hay generación que maldice a su padre y no bendice a su madre. Hay generación limpia en su propia opinión, a pesar de que no ha sido lavada de su inmundicia.» — Proverbios 30:11-12 (RVA 2015)
En Jueces 17 podemos ver que Micaía era un hijo muy consentido por su madre, al grado que cuando su hijo le robó dinero (1,100 monedas de plata), y su hijo le confesó del robo, ella en lugar de reprenderlo, lo bendijo:
«Había un hombre de la región montañosa de Efraín, llamado Micaía. Y él dijo a su madre: «Las 1,100 monedas de plata que te quitaron, acerca de las cuales proferiste una maldición a mis oídos, mira, esa plata está en mi poder; yo la tomé». «Bendito sea mi hijo por el Señor», le dijo su madre.» — Jueces 17:1-2 (NBLA)
La historia de Micaía y su madre la puede leer en Jueces 17, en donde el pasaje clave es Jueces 17:6, en donde todos hacían lo que mejor les parecía según su opinión. Es un pasaje en donde vemos que las personas están claramente confundidas acerca de lo que deben hacer, como resultado por alejarse de los caminos de Dios. En los tiempos actuales vivimos de forma similar, muchas personas son analfabetas bíblicos, ignoran las leyes de Dios, o bien no le dan su debida importancia a este asunto.
«En aquellos días no había rey en Israel. Cada uno hacía lo que le parecía bien ante sus propios ojos.» — Jueces 17:6 (NBLA)
La importancia de la bendición de los padres sobre los hijos
Cuando cumplimos los mandatos de Dios recibimos Sus bendiciones, y vemos que cuando cumplimos este Quinto Mandamiento, seguramente nuestros padres estarán contentos con nosotros y nos darán su bendición.
En el libro de Génesis los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob les dieron bendiciones formales a sus hijos, y en el caso de Jacob incluso a algunos de sus nietos. Encontramos en Génesis que la bendición paternal para sus hijos incluye palabras de aliento, detalles acerca de su herencia, e incluso profecías.
El profeta Jeremías nos da otro ejemplo de la bendición de Dios sobre los recabitas (una familia de la tribu de Benjamín), quienes honraron la orden de su padre Jonadab, hijo de Recab, de no beber vino, y por generaciones los recabitas lo hicieron, por lo que el SEÑOR los recompensó prometiéndoles que los preservaría aun cuando iba a destruir a Judá y a Jerusalén. Tal y como nos dice el 5º Mandamiento que Dios prolongará los días de aquellos que cumplan Su Mandamiento.
“Entonces Jeremías dijo a la casa de los recabitas: «Así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: “Por cuanto han obedecido el mandato de su padre Jonadab, guardando todos sus mandatos y haciendo conforme a todo lo que él les ordenó, por tanto, así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: ‘A Jonadab, hijo de Recab, no le faltará hombre que esté delante de Mí todos los días’”».” — Jeremías 35:18-19 (NBLA)
Para concluir este estudio me gustaría que analicemos un poco la parábola del “hijo pródigo” (Lucas 15:11-32) que Jesús nos dio, desde el punto de vista del 5º Mandamiento, la cual nos habla de un hijo que insulta y deshonra a su padre al exigirle su parte de la herencia antes de que él falleciera, yendo totalmente en contra del 5º Mandamiento. En el pasaje se nos dice que despilfarra la herencia y termina en una situación peor que en la que vivían los esclavos de su padre, por lo que decide volver a casa. Ahora bien, esta decisión de regresar fue realmente muy arriesgada, porque de acuerdo con la ley de Deuteronomio 21:18-21, él era culpable por su comportamiento al deshonrar a su padre, y podría terminar siendo juzgado por los ancianos de la ciudad, y si era encontrado culpable, el hijo podría terminar apedreado por todos los hombres de la ciudad, era una situación riesgosa. Por lo que, en su defensa, lo más inteligente que planea decir a su padre es que él renuncia por completo a cualquier derecho a ser hijo, y que ahora sería solo un esclavo más en su granja. Y en este punto no sabía si su padre se negaría a hablar con él, lo rechazaría mandándolo lejos de su casa, o se enojaría mucho y lo arrastraría para su aniquilación porque es lo que justamente se merecía. Sin embargo, la parte extraña de la parábola es lo que sucede cuando vuelve con su padre, porque este padre ha estado esperando a su hijo todos los días desde que se fue, y luego, cuando su hijo finalmente alcanza a su padre, cae de rodillas, admite su culpabilidad, afirma que ya no es digno de ser su hijo, y pide ser perdonado y aceptado como un esclavo. Pero el padre lo levanta y le dice algo inesperado, hagamos un banquete en tu honor, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado. Y antes de que el hijo supiera lo que estaba pasando, vuelve a ser heredero. ¿Pero por qué el padre reaccionó así? Bueno, probablemente por primera vez, ahora ve a su hijo honrándolo, y eso demuestra que finalmente está en condiciones de recibir realmente el amor de su padre y responder a él de la manera correcta. Cuando el hijo estaba de rodillas, dándose cuenta de su transgresión y pensando que estaba muerto, el padre vio que por fin había esperanza para su hijo, porque ahora podría aprender a amar a los demás, vio que había una promesa de vida, y por eso lo eleva y lo reinstala inmediatamente como heredero, y ese es el secreto de este mensaje de Dios, los que lo honran heredan la vida.
[Dice el Señor] “Llamo hoy por testigos contra ustedes a los cielos y a la tierra, de que he puesto delante de ustedes la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge, pues, la vida para que vivas, tú y tus descendientes, amando al SEÑOR tu Dios, escuchando Su voz y siéndole fiel. Porque Él es tu vida y la prolongación de tus días, para que habites en la tierra que el SEÑOR juró que había de dar a tus padres Abraham, Isaac y Jacob”. — Deuteronomio 30:19-20 (RVA 2015)
¡Que Dios los bendiga!