En el artículo anterior vimos cómo la naturaleza pecaminosa de la humanidad llegó al punto de que todo lo que pensaba y hacía iba en contra de la ley del SEÑOR. Ahora veremos que el pecado del hombre afligió al Creador hasta el punto de que Él experimentara dolor en Su corazón. Analizaremos a qué se refieren las Escrituras cuando mencionan que Dios se “arrepiente” de haber creado al hombre.
Ver. 6 — Y se arrepintió Jehová de haber hecho al hombre en la tierra, y le dolió en Su corazón. (RVR1995)
Cuando Moisés escribió este pasaje de Génesis, nos estaba dando una descripción antropomórfica de nuestro Creador, para que de cierta manera pudiéramos entender el gran dolor que causa el pecado y la maldad del hombre a nuestro SEÑOR, quien es santo y sin mancha. Moisés quiso explicarnos esta situación como si fuera una analogía de un alfarero que se arrepiente de haber formado una pieza de barro que no le agrada y la destruye para volver a empezar. Esto nos recuerda el pasaje de Jeremías en donde Dios le pide a Jeremías que visite el taller del alfarero para transmitirle el mensaje:
«Palabra que vino a Jeremías de parte del Señor: «Levántate y desciende a la casa del alfarero, y allí te anunciaré Mis palabras». Entonces descendí a la casa del alfarero, y allí estaba él, haciendo un trabajo sobre la rueda. Y la vasija de barro que estaba haciendo se echó a perder en la mano del alfarero; así que volvió a hacer de ella otra vasija, según le pareció mejor al alfarero hacerla. Entonces vino a mí la palabra del Señor: «¿Acaso no puedo Yo hacer con ustedes, casa de Israel, lo mismo que hace este alfarero?», declara el Señor. «Tal como el barro en manos del alfarero, así son ustedes en Mi mano, casa de Israel. En un momento Yo puedo hablar contra una nación o contra un reino, de arrancar, de derribar y de destruir; pero si esa nación contra la que he hablado se vuelve de su maldad, me arrepentiré del mal que pensaba traer sobre ella.» — Jeremías 18:1-8 (NBLA)
De esta forma podemos entender parcialmente la aversión a la maldad de los pensamientos y acciones del hombre que llevaron al SEÑOR a emitir un juicio justo, descrito aquí como “se arrepintió de haber creado al hombre”. Y aún utilizando este lenguaje agresivo para expresar la gran caída moral del hombre, debemos considerar que cuando hablamos de Dios, las palabras en nuestra lengua son limitadas porque el pecado ha afectado todos los aspectos de nuestra existencia, incluyendo el lenguaje, el cual, solo está orientado a las experiencias humanas en este planeta, con una mentalidad finita, y por lo tanto, no es exhaustivo, ni capaz de concebir, ni de expresar, los pensamientos o las acciones de Dios de forma exacta, ni para reflejar Su imagen a la humanidad. Recordemos que los pensamientos de Dios son muy profundos (Salmos 92:5) y altos (Isaías 55:9), van mucho más allá de la comprensión humana.
Es por ello que las Escrituras utilizan analogías, metáforas y otras estructuras literarias, basadas en nosotros mismos, y en nuestras emociones, para ayudarnos a entender al Todopoderoso. Y en el caso de este versículo, para manifestar el sufrimiento que debió experimentar nuestro SEÑOR a causa del comportamiento del hombre, y Su aflicción por la frustración de Sus propósitos para la raza humana.
“Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre, para que se arrepienta. ¿Lo ha dicho Él, y no lo hará? ¿Ha hablado, y no lo cumplirá?” — Números 23:19 (NBLA)
La palabra hebrea utilizada en este pasaje para “arrepintió” es נָחַם – najám, que refleja la idea de “respirar profundamente”, “suspirar”, cuando uno tiene sentimientos de tristeza, compasión o consuelo, y tiene la misma raíz del nombre de Noé, que significa “traer consuelo, alivio o confortar”, por lo que Moisés nos quiere decir, es que el SEÑOR se consoló, o sintió alivio de haber emitido un juicio en contra del pecado de la humanidad que había escalado a niveles inaceptables más allá del límite, por lo que la única solución, justificaba que la ira de Dios acabara con el problema a través del Diluvio. La humanidad se había vuelto tan repugnante, que el Todopoderoso tuvo que intervenir para corregir el problema que la misma humanidad se había causado, y que para este momento estaba fuera de control y la única forma de arreglar la situación era eliminando la corrupción de la carne para empezar de nuevo. Pero el llegar al punto en el que Dios tiene que desatar Su ira, conlleva la lamentación y el entristecimiento del Creador, quien se llena de dolor (Efesios 4:30), en ocasiones al punto de llorar (Juan 11:35). Recuerde que Dios es amor (1 Juan 4:8), y como nos dice el profeta Isaías para Él, el ejercer juicios y castigos es una “obra rara” o un “trabajo extraño” que no acostumbra hacer.
“Porque el SEÑOR se levantará como en el monte Perazim, y se enardecerá como en el valle de Gabaón, para hacer su obra, Su rara obra; para hacer su trabajo, Su extraño trabajo.” — Isaías 28:21 (RVA-2015)
Por eso me gustaría aclarar que la tristeza no es por haber hecho a los seres vivos, porque no hubo ningún error al crear al hombre, al contrario, cuando Dios terminó Su Creación Él vio que todo lo que había hecho era muy bueno (Génesis 1:31). Más bien, el dolor es por la perversión, el nivel de rebelión, corrupción, violencia y la depravación que alcanzó el pecado en los corazones de la gente, es por lo que el hombre se hizo a sí mismo, lo que molestó al SEÑOR. Y en este caso extremo, el castigo era la destrucción de toda la raza humana. Y el profeta Ezequiel nos enfatiza que el Todopoderoso no se complace con la muerte de nadie, por lo que destruir a toda la humanidad era la solución más dolorosa.
“Pues Yo no me complazco en la muerte de nadie», declara el Señor Dios. «Arrepiéntanse y vivan».” — Ezequiel 18:32 (NBLA)
El apóstol Pedro nos dice que el SEÑOR es paciente para que los hombres se arrepientan, no quiere que mueran en sus pecados, y por eso aplaza Sus juicios, por eso envió a Sus profetas Abel, Enoc y Noé para advertir a la sociedad antediluviana que se arrepintieran, pero prefirieron morir en sus pecados. Puede ver nuestros artículos Génesis 5:23-24 – Enoc ¿Un Profeta Antediluviano? (Parte 2) y Génesis 5:32 – Noé ¿Un Evangelista Antediluviano?
“El Señor no se tarda en cumplir Su promesa, según algunos entienden la tardanza, sino que es paciente para con ustedes, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento.” — 2 Pedro 3:9 (NBLA)
“Tal vez escuchen y cada uno se vuelva de su mal camino, y Yo me arrepienta del mal que pienso hacerles a causa de la maldad de sus obras.” — Jeremías 26:3 (NBLA)
Estamos hablando del hombre que fue originalmente hecho a la imagen de Dios, pero que había caído a un polo diametralmente opuesto de la santidad divina, con sus transgresiones e iniquidad, convirtiéndose literalmente en enemigos del SEÑOR. Por eso, el apóstol Pablo nos previene para no entristecer al Espíritu Santo con nuestros pecados, ni tampoco dar un mal testimonio como creyentes.
“Y no entristezcan al Espíritu Santo de Dios, por el cual fueron sellados para el día de la redención.” — Efesios 4:30 (NBLA)
“Pero ellos se rebelaron y afligieron Su Santo Espíritu; por lo cual Él se convirtió en su enemigo y peleó contra ellos.” — Isaías 63:10 (NBLA)
Existe otra palabra en hebreo para referirse al “arrepentimiento de los hombres”, que es totalmente diferente, שׁוּב – shuv, que significa “volver o regresar (del pecado a Dios)”, y es utilizado por aquellos que están bajo la convicción del pecado, y sienten una pena y remordimiento genuino. Es el tipo de arrepentimiento que sentimos los “creyentes vueltos a nacer” cuando pecamos, nos confesamos ante Dios, y nos arrepentimos (shuv) para evitar volver a cometer ese pecado y poder regresar al SEÑOR. Pero entonces ¿por qué los traductores utilizaron la palabra “arrepintió” en este pasaje y en Éxodo 32:14; 1 Samuel 15:11; 2 Samuel 24:16; Jueces 2:18; Salmos 106:45; Jeremías 26:13, 19; si sabemos que Dios no tiene pecado alguno del cual arrepentirse? Sin embargo, en otros pasajes se afirma que Dios nunca se arrepiente ni cambia de opinión (Números 23:19; 1 Malaquías 3:6; 1 Samuel 15:29; Salmos 110:4, 132:11; Jeremías 4:28; Santiago 1:17).
“Ahora bien, enmienden sus caminos y sus obras, y obedezcan al Señor su Dios, y el Señor se arrepentirá del mal que ha pronunciado contra ustedes.” — Jeremías 26:13 (NBLA)
“Por eso se enlutará la tierra, y se oscurecerán los cielos arriba, porque he hablado, lo he decidido, y no me arrepentiré, ni me retractaré de ello.” — Jeremías 4:28 (NBLA)
Superficialmente la frase en este versículo parece inconsistente y contradictoria, causando confusión para el lector, por lo que debemos considerar que esta tensión siempre ocurre cuando usamos términos humanos para describir a Dios. El Todopoderoso no es un hombre, pero las únicas palabras que tenemos para describirlo a Él y a Sus sentimientos son en términos humanos. Por lo que la correcta forma de interpretar el uso de «arrepentirse», najám, en referencia a Dios es que: el SEÑOR cede o cambia Sus promesas, tratos o pactos con los hombres cuando “van de acuerdo con Sus propósitos soberanos”. Por lo que debemos de considerar que Sus profecías, que en su mayoría son condicionales, dependen de la respuesta de los hombres. Pero, Él no cambia cuando se trata del cumplimiento de las profecías mesiánicas que son parte de Su plan de salvación para la humanidad, como lo fue en el caso del Diluvio. Así que no permita que nuestra limitada perspectiva, la cual es finita y carnal, le haga pensar que aparentemente los propósitos de Dios cambian arbitrariamente cuando Él se arrepiente (najám) de los juicios contra la maldad y el pecado que ha planeado llevar a cabo (1 Crónicas 21:15; Jeremías 18:8; Amós 7:3, 6; Jonás 3:10). Dios responde a la humanidad de una forma cuando las personas lo obedecen, pero Él responde de forma muy diferente cuando el hombre lo desobedece (Puede verlo en Deuteronomio 28). Por ejemplo, cuando Saúl era obediente fue nombrado rey de Israel. Pero cuando el rey Saul fue desobediente y rechazó los caminos del SEÑOR, fue puesto bajo la ira de Dios y como consecuencia, fue removido de su puesto como rey de Israel (1 Samuel 15:11, 35). Saul olvidó que él tenía que obedecer al verdadero rey de Israel, Dios, y al no hacerlo, no existía ninguna razón para mantenerlo en ese puesto. Pero por este cambio algunos piensan y opinan que Dios cambia de parecer, pero esto es solo un punto de vista humano. En realidad, Dios no cambia, porque Él sigue siendo el supremo Rey de Israel.
“«Me arrepiento de haber hecho rey a Saúl, pues se ha apartado de mí y no ha llevado a cabo mis instrucciones». Tanto se alteró Samuel que pasó la noche clamando al Señor.” — 1 Samuel 15:11 (CST)
“También la Gloria de Israel no mentirá ni cambiará su propósito, porque Él no es hombre para que cambie de propósito.” — 1 Samuel 15:29 (NBLA)
Al contrario, los aparentes cambios en las Escrituras muestran el gran amor que Dios nos tiene porque con Él ningún juicio es final y absoluto, sino que es condicional y puede cambiar si la conducta de las personas cambia, porque nuestro Creador siempre busca salvarnos a todos, siempre y cuando nos alejemos de los malos caminos. Lamentablemente, para la población antediluviana, este no fue el caso, porque no hubo ninguna clase de arrepentimiento, shuv, de su parte, a pesar de que Dios les dio 120 años para que se arrepintieran, como lo vimos en nuestro artículo Génesis 6:3 – Los 120 años de tolerancia, por tanto, el juicio se llevó a cabo. Solo Noé y su familia, quienes eran parte de la profecía mesiánica, fueron salvados del juicio del Diluvio, porque Noé halló gracia ante los ojos de Dios (Génesis 6:8).
“Sí, Jehová juzgará a su pueblo, y por amor de sus siervos se arrepentirá, cuando vea que la fuerza pereció, y que no queda ni siervo ni libre.” — Deuteronomio 32:36 (RVR1995)
“Todo lo que es bueno y perfecto es un regalo que desciende a nosotros de parte de Dios nuestro Padre, quien creó todas las luces de los cielos. Él nunca cambia ni varía como una sombra en movimiento.” — Santiago 1:17 (NTV)
Aquí vemos una vívida imagen de Jesucristo porque Él es quien nos da Sus leyes para seguirlas, y quien determina quién las sigue de corazón. Además, es el único que nos puede salvar, por Su trabajo en la cruz y Su sangre, y es quien tiene el poder para podernos destruir (Lucas 12:4-5).
«Pero Yo, el Señor, investigo todos los corazones y examino las intenciones secretas. A todos les doy la debida recompensa, según lo merecen sus acciones».» — Jeremías 17:10 (NTV)
“Hay un solo Dador de la ley y Juez quien es poderoso para salvar y destruir. Pero ¿quién eres tú que juzgas a tu prójimo?” — Santiago 4:12 (RVA-2015)
Nuestro Creador decidió trabajar con una humanidad pecadora, y Su objetivo es purificar a Su gente justificándola, santificándola y glorificándola hasta que reflejen correctamente Su carácter. Por eso somos seguidores de Jesucristo, Él es nuestro modelo a seguir, y la única forma de lograrlo es con un corazón nuevo, un nuevo pacto (Jeremías 31:31-34; Ezequiel 36:26-38). ¡Dios elige la gracia sobre el juicio!
“Pero Noé halló gracia ante los ojos del Señor.” — Génesis 6:8 (NBLA)
“Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios.” — Efesios 2:8 (NVI)
Solo considere los atributos del SEÑOR, que son la omnisciencia (Dios todo lo sabe), omnipresencia (Dios está en todas partes y en todo momento, es decir, en el presente, pasado y futuro al mismo tiempo) y la omnipotencia (Dios tiene todo el poder, es el Todopoderoso) por lo que todo sobre la tierra debe estar perfectamente predestinado, preordenado y es inmutable de acuerdo a la voluntad de Dios.
«Acuérdense de las cosas del pasado que son desde la antigüedad, porque Yo Soy Dios, y no hay otro. Yo Soy Dios, y no hay nadie semejante a Mí. “Yo anuncio lo porvenir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no ha sido hecho. Digo: ‘Mi plan se realizará, y haré todo lo que quiero’. Yo llamo desde el oriente al ave de rapiña, y de tierra lejana al hombre que llevará a cabo Mi plan. Yo hablé, y Yo haré que suceda. Lo he planeado y también lo haré.» — Isaías 46:9-11 (RVA 2015)
Así que el Creador ya sabía cómo se iba a comportar la humanidad desde antes de su creación, y también cómo iba a ser purificada y salvada a través de la sangre de nuestro Señor Jesucristo. Y si Dios lo sabe todo, ¿por qué se iba a arrepentir y a cambiar de parecer, cuando los hombres pecaran? eso no tendría ningún sentido. Por lo que, para entender este versículo, debemos considerar los atributos del SEÑOR, y no quedarnos con una idea errónea, debido a la capacidad limitada del pensamiento humano.
[Dice el Señor] “Porque como los cielos son más altos que la tierra, así Mis caminos son más altos que sus caminos, y Mis pensamientos más que sus pensamientos.” — Isaías 55:9 (NBLA)
“y le dolió en Su corazón”
La fuerza de la palabra najám (arrepentirse) en este versículo, es una conmovedora indicación de que Dios no odió al hombre por su comportamiento, al contrario, se puede ver la tristeza que siente Dios, quien es herido por la maldad en el corazón de la humanidad (Génesis 6:5), y los pecados atroces que cometían los hombres, al punto que la Biblia nos dice: “le dolió en Su corazón” por la angustia que lo llevó a aplicar un castigo correctivo como parte de Su plan de salvación, que es la prueba de que el propósito divino es inmutable. Enviar la inundación fue un acto desgarrador de parte de Dios, pero tenía que juzgar el pecado, aún y cuando el SEÑOR es misericordioso y paciente (Eclesiastés 8:11). Por lo que una vez más vemos que el arrepentimiento de Dios no supone una variación en Sus propósitos.
“Porque la sentencia contra una mala obra no se ejecuta enseguida, el corazón de los hijos de los hombres está en ellos entregado enteramente a hacer el mal.” — Eclesiastés 8:11 (NBLA)
En nuestro siguiente estudio continuaremos con el juicio que emitió Dios y la declaración del castigo en contra la maldad que se había desatado en el mundo.
¡Que Dios los bendiga!
Fotografía de la portada es cortesía del “Ark Encounter”.